"El Puentecito": el bodegón de Barracas que cumple 148 años

Posta de carretas, pulpería y despacho de bebidas, almacén y fonda. Todo eso fue esta histórica esquina donde, según dice el boca a boca, se comen porciones abundantes como las de antes. La Prensa dialogó con uno de sus dueños, Fernando Hermida, para conocer anécdotas, secretos y curiosidades.

"Todos se confunden y creen que el nombre de 'El Puentecito' es por el puente Pueyrredón (en aquel entonces Gálvez) y eso es un terrible error. Es por la calle Luján, que antes se llamaba así por un puentecito de madera que habían puesto para que los vecinos pudieran cruzar un arroyito, que actualmente está entubado y desemboca en el Riachuelo'', aclara Fernando Hermida, gerente y uno de los dueños de este emblemático bodegón del barrio de Barracas que en tres meses cumple 148 años. ­

La historia de esta esquina, donde hoy se unen las calles Luján y Vieytes, comenzó antes, allá por 1750. "Fue una posta de carretas y, después, una pulpería, acá donde estamos sentados nosotros ahora", dice con cierto orgullo Hermida y recorre con los ojos el salón donde recibió a La Prensa. ­

"Paraban los gauchos, cambiaban los caballos y cargaban las carretas -continúa-, en ese entonces el terreno era hasta donde está Sr. Tango (serán unos 200 metros). Después, enfilaban para el sur, para La Plata, Chascomús, Castelli''. ­

"Todavía está la matera donde descansaban y el pozo de agua que usaban para enfriar las bebidas'', dice y señala la puerta que da al patio. "No es un aljibe, en donde corre como un arroyito por abajo", aclara Hermida, sino que "este tiene agujeros en el fondo y cuando llovía aparecía el agua. Como tiene cinco metros, estaba frío".­

Más adelante se convirtió en pulpería, luego despacho de bebidas, almacén y fonda. En 'El Puentecito' se jugó el primer campeonato de pelota paleta, se lo conocía como "La Cancha", porque tenía un espacio donde se jugaba a la pelota vasca y a las bochas. También en este lugar Hipólito Yrigoyen dio su primer discurso de campaña antes de ser presidente en 1916, era frecuentado por Alfredo Palacios y, más cercano en el tiempo, por Raúl Alfonsín.­

Si hablamos por ubicación, este bodegón es el más antiguo de la Ciudad. Nunca se mudó. El Imparcial es de 1860, pero se traslado en 1933 a la esquina donde está hoy (Salta e Yrigoyen). "Perdió la antigüedad en el mismo sitio, pero hay que tenerle mucho respeto'', remarca Hermida.­

Hasta el 2010, El Puentecito estaba abierto las 24 horas. "Decidí cerrar -explica- porque ya no era lo mismo y no me gustaba el tipo de gente que empezó a venir a la madrugada".­

­'EL GALLEGO'­

"Fue mi padre quien compró en 1958, pero con otra sociedad. Dos años después, los que eran dueños, que eran gente grande, quisieron vender y mi viejo que tendría 30 años estaba para seguir. Así que se buscó a tíos míos, amigos y cambiaron una posada y la convirtieron en un restaurante. Hoy somos cinco socios''.­

El padre de Fernando era conocido como el 'Gallego' Hermida y su presencia se puede ver no solo en las fotos que decoran las paredes, sino también en los comensales como Manolo Golpe, que se encontraba sentado en una mesa almorzando con su hijo. "Vengo desde 1975 y éramos muy amigo'', dice y con su acento revela que también es de La Coruña.­

- Fernando, este lugar es su padre...­

- Exacto. Yo lo siento en cada paso que doy. Cuando muevo algo pienso "mi viejo se hubiese enojado''.­­

GENERACION TRAS GENERACION­

Como se ve, esta esquina de Barracas es el lugar elegido por muchas familias, generación tras generación. "Hay clientes que venían de chicos con sus padres y ahora vienen con los nietos o bisnietos. Antes de la pandemia venía siempre un señor de unos 95 años, que ojalá que viva porque era un viejito divino, que era habitué desde el año 1945. Otro de 85, que jugaba a la paleta en la cancha que había e incluso me trajo la raqueta con la que jugaba, que la tengo colgada. También pasa que me habla un tipo de 70 años y me dice que venía con su abuelo. Cuando pasan estás cosas, me pongo a hacer cuentas y a veces me desubica en el tiempo, porque cuesta creer que fue hace tanto", dice Fernando sobre los comensales más antiguos y bromea: "`¡¿Cuándo venía? ¿Cuándo estaba la matera?!'".­

"Momentos como estos son los que tienen los boliche viejos como éste, nosotros vamos a cumplir 148 años. Es lindo que te cuenten y escucharlos. Estuve siete meses cerrado (por las medidas establecidas por el Gobierno debido a la pandemia), sentado escuchando el silencio y sin saber si iba a poder volver a abrir'', cuenta un tanto angustiado.­

 ­EL MENU Y ¿UN RECORD?­

- ¿Notó cambios en las costumbres gastronómicas de las personas en todos estos años?­

- Yo estoy desde que nací, que fue en el '63, y si hay diferencias. Cambió mucho a partir de los años 70 y 80. Antes era mucha comida de olla, como mondongo y lentejas. Era esa que se preparaba, remarco lo de preparar porque significa que estaba desde antes, y hoy todo se hace en el momento. Eso encarajina bastante la cocina, que antes era más tranquila. Era imposible que no lo sea, si se comenzaba a cocinar a las 5 de la mañana y lo único que necesitabas después era un cucharón para servir. Las rabas ($950), el salmón ($1.200) y la paella ($2.000 y es para compartir), son en el momento. No podés hacer una paella a la mañana y servirla al mediodía. Algunos lo hacen, nosotros no.­

Ranas, caracoles, conejo ($1.250). Son algunas de las comidas que aún se sirven en 'El Puentecito' y Hermida asegura que la gente los sigue pidiendo. "Con la pandemia se me desaparecieron dos proveedores míos y recién hace un par de meses pude conseguir de vuelta", dice dando a entender que no está en sus planes renunciar a estos platos. En cuanto a su preparación, detalla: "Las ranas son a la provenzal ($1.500), es decir salteadas con ajo y perejil; y los caracoles son a la bordalesa ($650), que es una salsita que se hace con vino tinto". ­

- ¿Puchero no hacen? ­

- El que hacíamos era para cinco o seis personas. Es mucha comida, tanta que dejaron de pedirlo y los costos son altísimos.­

- ¿Qué le recomendaría a alguien que viene por primera vez?­

- A mí me gusta mucho el pescado y los mariscos. Tengo la sangre gallega y soy muy exigente con la calidad, no me des algo podrido o en mal estado porque no te lo voy a aceptar. Tengo lisa ($800), que la traigo de San Clemente del Tuyú, y cuando se me empieza a acabar me pongo loco. No me gusta que falte. Ahora pedí corvina, vamos a ver cuando me llega.­

- Saliendo de la comida de mar, ¿es verdad que sirven una de las mejores milanesas de la Ciudad?­

- La milanesa se hace todos los días y es del tamaño del plato entero ($850). De una nalga salen 25 y es raro si no tengo que pedir otra en menos de dos días. Es lo que más sale, por el precio y porque el argentino es carnívoro y, sobre todo, ``milanesero''.­

- ¿Tiene algún secreto?­

- Es de nalga. Ni ajo ni perejil, porque quien las prepara así en un restaurante lo hace para taparle el gusto abombado a la carne. Además, yo no sé si te cae mal o no. La gente vive a Uvasal por el estrés, imaginate si encima les doy ajo sin avisarle. ¡Mamita! En 'El Puentecito' solo lleva huevo y pan rallado, y tengo una freidora solo para las milanesas. A mí me gustan fritas, son más ricas, pero pueden ser al horno. ­

- ¿Es cierto que un hombre pasó 30 horas comiendo?­

- (Se ríe) Carlos Alberto Fernández, un amigo de mi padre y, hoy, mío. Vino un día al mediodía a almorzar por trabajo y después tomaron café, cenó, desayunó y así. La gente que lo acompañaba cambiaba,el único fijo era él. Cuando un tío mío volvió al otro día no lo podía creer: "¡¿Todavía está acá?!" Se va a reir que lo escraché, lo quiero mucho. Es cliente  desde que tenía 9 años y siempre me dice que hay una parte de acá que es de él y me pregunta cuándo se la voy a dar. Tiene razón, son muchos años. Su padre, otro gallego, fue muy amigo del mío. ­­

UN AMOR QUE MARCA­

- ¿Algo que lo haya marcado de este lugar? ­

- 'El Puentecito' me marca todos los días porque mi vida está acá adentro. Mi viejo se murió y a la semana yo estaba trabajando en su lugar. A veces me quiero ir al carajo de este país. Mis primos en España piensan que porque tengo este restaurante soy millonario y nada más lejos de eso. Me gustaría poder creer que el día de mañana me retiro tranquilo y esto lo siguen mis hijos o algún empleado que ame el lugar. Tengo 59 años, me casé, me separé y me puse en pareja nuevamente. Tengo tres hijos, dos que tienen casi 30 años y la más chica, de seis. En el futuro de ella pienso. Es triste.­

- ¿Y por qué sigue?­

- Por amor. Quiero estar acá cuando se cumplan los 150 años en el 2023, ojalá pueda.­

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 "HICE MI CAMINO EN ESTA COCINA"

 ­­­Miguel Arce es chef, tiene 47 años y hace 33 que la cocina de `El Puentecito' es su lugar en el mundo.­

"Tenía 14 años y el `Gallego' Hermida me preguntó si quería aprender a cocinar, le dije que sí. Me pidió que viniera temprano, así que  al otro día estaba a las 7 de la mañana y me retó: `¡Te he dicho que vengas temprano si quieres aprender!.' Al siguiente fuí más temprano y me volvió a retar. A esa edad la mayoría de los pibes piensan en jugar a la pelota, pero yo quería aprender de verdad. Esa noche no dormí y aparecía a las 3 de la mañana. El llegó 3.15 y cuando me vio me dijo: `Ahora vamos a empezar'. Siempre lo tengo presente'', relata a La Prensa

- ¿Qué es lo que más le gusta cocinar?­

- Hago de todo, pero me gusta cocinar el pulpo porque es desafiante.­

- ¿Hay algún secreto?­

- Solo la destreza de ponerlo a tiempo cuando el agua esté hirviendo dándole tres zambullidas. Capaz el secreto está en ponerlo junto a una cebolla entera y cuando esta ya está, el pulpo también. ­

- ¿Qué es 'El Puentecito' para usted?­

- Es todo. Prácticamente me crié acá. Hice mi camino en esta cocina. He ido a aprender y estudiar en el IGA (Instituto Gastronómico de las Américas), pero mi lugar en el mundo es acá. Pasé buenos momentos, he llorado y reido. La gente que conocí, el Gallego. Esto es gracias a él.­

"En mi ambiente familiar hay respeto y cortesía. Son décadas, no es un día de constante trajinar. Juntos sabemos, desde el mozo al cocinero, del patrón al parrillero, llegando hasta el peón de mano. Así es nuestro equipó humano los días del año entero'', así se lee en un texto enmarcado y colgado en una de las paredes del bodegón. Es uno de los párrafos de `Décimas al restaurante El Puentecito', que escribió el payador Aldo Crubalier en 1998.