El Presupuesto

La Ley de leyes, como se le llama, puede ser el instrumento más poderoso con que cuente el nuevo gobierno

Más allá de las declamaciones, formalidades, transiciones más o menos amables con cero contenido, negociaciones que serán traicionadas y opiniones diversas, el nuevo Poder Ejecutivo se encontrará con varias oposiciones férreas que no permitirán avanzar seriamente con la mayoría de los cambios que se intentan, que por otra parte son no sólo necesarios, sino imprescindibles. 

La ley ómnibus que deroga los miles de cepos impositivos, cambiarios, reglamentarios, burocráticos, nacionales, provinciales, municipales, ministeriales, observatoriales y otras invenciones que han paralizado no sólo la inversión y el empleo sino la voluntad de crecer, competir, mejorar y crear de los argentinos tiene, pese a su imperiosa necesidad, pocas probabilidades de ser aprobada; a veces por adhesión del Congreso a una supuesta ideología o representatividad que muchos asumen les ha otorgado un sector de la ciudadanía, a veces por la cantidad de intereses creados políticos, empresarios, sindicales y delictivos que generan, permiten o complacen esos pesos muertos que deben cargar quienes intentan cumplir el elemental sueño de crear, producir y trabajar, base de la civilización de la humanidad. 

Nadie ignora tampoco que, además de las barbaridades conceptuales que aplicó el kirchnerismo en todos sus años de gobierno, que culminaron en la ridícula e incompetente gestión que finaliza hoy, este último casi año y medio de massismo explícito ha consistido en una exhibición de ignorancia e incapacidad que a su vez culmina en un verdadero sabotaje al nuevo gobierno - o a la sociedad -  con una serie de decisiones y medidas que atraviesan la pared del comentario para caer de lleno en la lobreguez de algún calabozo. Semejante carga adicional es suficiente para obligar a sacrificar varios años de la vida de todos para volver a donde se estaba hace 18 meses. 

Tampoco se ignora que justamente esa suma de impericias, ideologías y gestiones fallidas serán esgrimidas contra el nuevo gobierno como instrumento principal de  la carrera de obstáculos legislativos, judiciales, callejeros, sublevaciones, cortes, tomas, pedreas, huelgas, paros y otras acciones subversivas disfrazadas de derecho a la protesta, que se agita ya mismo como un pretendido derecho superior al de la mismísima democracia que acaba de elegir por cómoda mayoría a un presidente que explicitó hasta el histrionismo su proyecto, con lo que nadie puede alegar desconocimiento de las ideas que impulsó e impulsa. 

EL CAMBIO

Justamente el mayor problema de lo que se ha denominado populismo (que no es sinónimo de popular, como con tanta precisión explicitara la ministra de economía uruguaya Azucena Arbeleche) es que es un péndulo que arrasa con propiedad, la libertad, la inversión y el trabajo en su recorrido de ida, y luego arrasa con la gente en su inexorable retorno, cuando el dinero, la deuda o los impuestos se agotan. El problema del gobierno que asume mañana es que tiene que soportar ese retorno ineludible del péndulo y sus consecuencias, que no son de su autoría, un descalabro que aún no ha ocurrido, porque recién comenzará a exponerse con total claridad a las 0 horas de mañana, cuando se destape la olla, y sobre el que tendrá que construir el futuro que hoy aparece negro y difuso, para no decir inexistente. 

Javier Milei no fue elegido porque representa el cambio, como dicen los politólogos, encuestólogos a y panelistas. Fue elegido porque la sociedad confía en él para que lleve adelante ese cambio. 

Por eso tratar de forzarlo a atenuar ese cambio, a negociarlo políticamente hasta la licuación, a posponerlo, a gradualizarlo hasta neutralizarlo, como cualquier intento de fagocitar al concepto liberal o de libertades y convertirlo disimuladamente en peronismo reciclado vía los infiltrados o los colocados como topos por quienes creen haber comprado ese derecho con algún aporte en algún momento de la campaña, son actos de traición hacia Milei y también actos de desprecio al voto popular. 

A lo que se debe agregar que la principal característica de los subordinados al Foro de Sao Paulo en la región, en cualquiera de sus formatos siempre populistas y disolventes, ha sido la de impedir por cualquier medio a su alcance que cualquier eventual gobierno que los sucediese pudiera cambiar el derrotero o mejor el destino de pobreza, sumisión y vasallaje que es su impronta. Camino de Servidumbre, habría dicho Hayek, uno de los autores de cabecera del nuevo presidente. 

Habría que ser demasiado iluso para no comprender que cada mínimo cambio que se intente generará la más acérrima oposición en todos los planos y de todos los modos. Por eso el nuevo Ejecutivo debe estar preparado para la lucha en todos los terrenos, y no creer ni en pactos ni en acuerdos ni en alianzas con quienes pusieron de rodillas a la república. Varias de las designaciones en la nueva estructura de poder ofrecen serias dudas en su trayectoria, su conducta, su origen o su historia. Algo comprensible por dos razones. 

La primera es que se trata de una agrupación política reciente, lo que hace casi imposible poder elegir en poco tiempo la calidad de funcionarios esperable, en especial teniendo en cuenta la cantidad de buenos gestores que se requiere para separar la paja del trigo en el gasto. La segunda es que LLA casi fue sorprendido por este resultado electoral, con lo cual tiene que armar una nueva estructura de gobierno en una quincena. De ahí que sea esperable no una infalibilidad en la selección de candidatos, sino que el presidente sea capaz de reemplazar sin asco a quienes no cumplan con la misión altamente difícil que se les ha encomendado, por la razón que fuese, empezando por los aspectos éticos e ideológicos. Posibilidad no remota porque esperar que ex adeptos y beneficiados y bendecidos en algún momento por el kirchnerismo abracen de golpe los ideales de la libertad, el derecho, el esfuerzo y el antiestatismo y antiproteccionismo suena a irreal. 

De ahí que se dé la paradoja de que los mismos que votaron al libertario, estén casi seguros de que efectivizar los cambios que propone y por lo que se lo votó será una tarea titánica que sufrirá sabotajes legales e ilegales desde todos los sectores beneficiados por la dádiva, el robo o el acomodo. 

DISCURSO INAUGURAL

Para ponerlo aún más descarnadamente, no debe caerse en la ilusión de que Milei va a gobernar, simplemente. Tendrá que luchar, como tendrá que luchar la sociedad que lo votó y que quiere que haga los cambios que hace falta, aun sacrificando varios años de calidad de vida de cada uno, que se agravan notablemente con la complexión del ciclo del péndulo del populismo en su doloroso camino de retorno, un fenómeno casi de física o de lógica, más que de política. 

La decisión del presidente Milei de dirigirse a la gente en su discurso inaugural es un símbolo pero también una convocatoria. Que empezará a tener peso si el hecho convoca a una multitud. Si su discurso merece la indiferencia, quizás la elección fue una pérdida de tiempo. El apoyo masivo de quienes a la postre pagarán el ajuste inevitable es un modo de asegurar que el resultado de las urnas será respetado. 

Ante la probabilidad bastante elevada de que exista ese sabotaje múltiple contra cualquier tipo de cambio que se intente encarar, que es lo mismo que garantizar la ruina colectiva, en este espacio se sugirió “sentarse sobre la caja” como la única manera posible de negociar contra vividores de la política y sus socios. Es posible refinar esa idea. Como se recordará, el ministro plenipotenciario Massa no sometió el presupuesto 2024 al Congreso, dejando abierta la posibilidad de que el gobierno electo someta a consideración de los legisladores su presupuesto para el próximo año. 

Massa omitió ese paso legal porque de ese modo podía gambetear las restricciones creadas por el gobierno de Macri sobre los ingresos adicionales por inflación, que le hubieran dificultado hacer el descalabro de la repartija desesperada, irresponsable y ruinosa durante los últimos tres meses. 

Pero eso abre una posibilidad para Javier Milei de hacer que la oposición se enfrente a una disyuntiva en la que ninguna de las dos opciones la deja cómoda. Tal es la de someter un presupuesto de estricta rigidez, en el que se reflejen toda la resultante de los cambios que intenta realizar de inmediato, con efectos sobre 2024. Por ejemplo el ahorro que implicaría el cierre de todos los medios del estado, económicamente inviables de privatizar y también inviables de mantener por elementales razones de deformación o sesgo de la información. Eso incluiría la eliminación de la pauta publicitaria, no sólo desproporcionada sino inútil a esta altura de la tecnología, además de ilegal. (En otra nota se analizará la estupidez de estos gastos y su corrupción implícita)

Dado el poco tiempo de análisis con que se cuenta como para poder formular las imprescindibles políticas de estado, ese presupuesto sería lo más parecido posible a un presupuesto en base cero, que no es nada más que plasmar lo que ha venido sosteniendo el nuevo presidente en toda su campaña. Ese instrumento incluiría por supuesto las estimaciones inflacionarias para el período. 


(La columna cumplirá en breve 40 años sosteniendo la necesidad de confeccionar un presupuesto en base cero, propuesta a la que se vienen sumando desde hace un tiempo respetados economistas, y más recientemente algunos otros no tan respetados, como una manera de limpiar el gasto del mecanismo aluvional de acumulación de basura a la que lo vienen condenando los políticos de todo signo)

De ese modo el kirchnerismo y la oposición en general se vería en la incómoda dicotomía de tener que aprobar la resultante económica de los ajustes, o de negarle un presupuesto al recién electo gobierno. Incluyendo la limitación o eliminación de las transferencias voluntarias del gobierno nacional a las provincias adicionales a la coparticipación y la obra pública, el oxígeno que permite la sobrevida de todas las satrapías e imperios provinciales y municipales. Y de los empresarios licitadores. 

Si en cambio el presupuesto 2024 fuera rechazado debería utilizarse el presupuesto de 2023 con los ajustes y limitaciones que indica la ley, lo que le otorgaría más discrecionalidad - y más poder de negociación - a la nueva administración. 

Hay una relación directa entre los gastos que se eliminen mediante las leyes específicas y el Presupuesto. Negar la aprobación de esas leyes es transformar a la Ley de leyes en una libreta de almacenero. En ese caso, es mejor para el gobierno usar el Presupuesto del año previo con toda la flexibilidad que da la inflación, que crea una masa de fondos no coparticipables. Eso constituye una fuerte prenda de negociación en un escenario de obstinación como el que se vislumbra. Y las consecuencias de que la inflación termine licuando conceptos no queridos será responsabilidad de quienes le nieguen un Presupuesto. ‘

El éxito de las políticas del gobierno que asume mañana no sólo es importante para que Argentina comience a resucitar. También lo es para los países de la región sometidos a la influencia del Foro de Sao Paulo y su estrategia de supra soberanía, de los que el Mercosur, en la subregión, es una herramienta más de sometimiento y dependencia. Quienes hablan de una negociación imprescindible en política, no advierten que toda negociación es como mezclar agua sucia con agua limpia: la resultante siempre será agua sucia. 

Para decirlo en el idioma de Milei, con la casta no se negocia. Quién más debe recordarlo es el propio presidente. Es mejor buscar pertrechos para la lucha.