El "Grupo de Lima" preocupado por Venezuela

El Grupo de Lima, que incluye a casi todas las principales economías regionales, con excepción de México, acaba de realizar su XII reunión, en Santiago de Chile. El encuentro fue presidido conjuntamente por el Canciller de Chile, Roberto Ampuero y por su colega del Perú, Néstor Polizio.

En el centro de la agenda de ese mecanismo de diálogo continúa naturalmente apareciendo la honda preocupación regional por la actual situación venezolana, que suma a la miseria y a la escasez de prácticamente todo, los reiterados cortes de luz y de agua que afectan a todo el desamparado país. 

Hasta ahora, a diferencia de México, Bolivia y Uruguay, el Grupo de Lima ha procurado respaldar prudentemente, desde el exterior, al pueblo venezolano, entendiendo, al decir del mencionado Canciller chileno, que "las dictaduras nunca entregan el poder en forma voluntaria", razón por la cual respecto de Venezuela, parece necesario incrementar la presión regional que hoy mantiene al fraudulento gobierno de Nicolás Maduro estacionado y desairado en el aislamiento.

La idea prevaleciente es la de coordinar y profundizar mejor las sanciones diplomáticas y económicas que han sido impuestas contra la dictadura que encabeza Nicolás Maduro. Además de maximizar los espacios de convergencia con los demás actores que están fuera del grupo pero que comparten con él la justificada preocupación por lo que sucede en Venezuela. 

La reunión de Santiago fue bien importante. Particularmente atento a que, en febrero pasado, la ayuda humanitaria enviada por distintos países a la ciudad fronteriza de Cúcuta no pudo ingresar a Venezuela, por decisión arbitraria (e inhumana) de Nicolás Maduro. 

Algunos vieron en el cierre de fronteras con el cual Maduro impidió el acceso de la ayuda humanitaria un fracaso regional. Pero la verdad es que el fracaso, en todo caso, fue de Nicolás Maduro, que mostró al mundo que no le interesa nada que su propio pueblo pase hambre y necesite productos médicos que virtualmente han desaparecido de los hoy vacíos anaqueles venezolanos. Su bienestar lo tiene sin cuidado.

Hasta ahora, el Grupo de Lima ha apostado correctamente por tratar de encontrar una salida pacífica a la crisis y se ha puesto a disposición del "presidente encargado" de Venezuela, Juan Guaidó, a quien apoya abiertamente. 

Algunos de sus integrantes se han, además, opuesto específicamente a la posibilidad de cualquier acción militar. Pero lo cierto es que Nicolás Maduro sigue aferrado al gobierno venezolano que, según él, se basa en su pretendida reelección, en mayo del año pasado, que es tenida por la gran mayoría de las naciones como una mera maniobra artera y claramente fraudulenta de su parte.

No obstante, el paso del tiempo parece haber comenzado a desgastar un tanto al valiente líder opositor, Juan Guaidó, que sigue convocando a enormes manifestaciones, que no conmueven a Nicolás Maduro. A lo que se suma que Nicolás Maduro continúa recibiendo el importante apoyo diplomático y material de China y de Rusia, lo que no es poca cosa en el actual escenario internacional. Y contando con un eficiente aparato represor montado por los "especialistas" cubanos, a lo que parece haber incorporado a su equipo de gobierno.

China procura recuperar el apoyo crediticio extendido al gobierno de Nicolás Maduro a través de pagos de petróleo crudo, en especie entonces, a precios preferenciales. Rusia, por su parte, parece estar defendiendo algunas inversiones realizadas en el riquísimo sector venezolano de los hidrocarburos que fueran, en su momento, concretadas aceleradamente, presumiblemente por razones geopolíticas. 

A lo antedicho cabe agregar otra grave preocupación. Nicolás Maduro, visiblemente preocupado por su propia seguridad personal, parece estar dispuesto a aceptar el ofrecimiento de Irán de enviar a Venezuela efectivos de la llamada Guardia Revolucionaria, que se sumarían a aquellos que hoy protegen la seguridad personal del dictador venezolano, formando parte de su inmediata custodia. Como ya ha sucedido, en espejo, con Bashir Al-Assad, en Siria. 

Esto ocurre en momentos en que la administración norteamericana acaba de calificar de "organización terrorista" a la Guardia Revolucionaria de Irán. Y se agrega al anuncio reciente de que se han reanudado las comunicaciones aéreas regulares entre Teherán y Caracas, mecanismo que permite el transporte secreto de armas y pertrechos militares desde Irán a Venezuela, posibilita el andar del terrorismo y del narcotráfico y profundiza el nivel de conflicto en nuestro hemisferio, empujando a Venezuela a convertirse en una suerte de Siria latina, con todo lo que esto significa en materia de paz y seguridad. 

En derredor de Maduro ya están operando -como hemos señalado- efectivos de las fuerzas de seguridad y espionaje de Cuba y un contingente de "expertos militares" enviado por la Federación Rusa, país este último que ha provisto al régimen de Nicolás Maduro de armamentos y pertrechos militares de última generación, entrenándolo además para su utilización. Cuba hoy vive de Venezuela, como ayer lo hiciera de la ex Unión Soviética.

El mencionado intervencionismo externo que fomenta Nicolás Maduro luce ciertamente como una amenaza concreta a la paz y seguridad regional de América Latina. La Organización de los Estados Americanos ha recibido ya las denuncias pertinentes y debiera reaccionar, denunciando prestamente la presencia militar extranjera en Venezuela.

Lo cierto es que, relativamente aislado y todo, Nicolás Maduro parecería estar financiando las urgencias de su administración a través de realizar ventas importantes, aunque opacas, de lingotes de oro en el exterior. Eludiendo así el impacto de las sanciones económicas impuestas a su régimen dictatorial. 

Por esto último hay quienes sospechan que la reiterada llegada a Venezuela de grandes aviones militares de transporte de la Fuerza Aérea rusa, tiene -entre otras cosas- que ver con el envío de oro del tesoro venezolano al exterior, para ser allí comercializado en la opacidad y transformado inmediatamente en divisas que ayudan a costear las urgencias financieras venezolanas, aquellas que son ostensiblemente cada vez más apremiantes como consecuencia de la demolición suicida de la economía venezolana de la que es responsable el régimen del inepto Nicolás Maduro.