Mirador político

El Congreso, en pie de guerra

El trámite de la Ley Bases y del paquete fiscal ya dura más de seis meses y todavía no salió del Senado.Este martes, la Cámara de Diputados trató en contra de la voluntad del Poder Ejecutivo una reforma previsional de fuerte impacto sobre la estrategia antiinflacionaria aplicada por el Ministerio de Economía.

Esta guerra contra el Gobierno lanzada desde el Parlamento va más allá de poner “palos en la rueda” o de una pulseada de poder. Por primera vez, la dirigencia partidaria bloquea la gestión de un presidente en su primer semestre de gestión que consiguió sortear por muy poco un rebrote hiperinflacionario y todavía anda por la cornisa.

Hay un antagonismo que complica el funcionamiento institucional entre el plan de ajuste -la motosierra votada en noviembre- y el financiamiento de los políticos, derrotados en esa misma ocasión. Esa disfunción ya comenzó a deteriorar la gobernabilidad.

En simultáneo con la sesión forzada por la oposición radical-peronista en Diputados, subió el riesgo país, cayeron bonos y acciones argentinos y los dólares libres volvieron a aumentar. La desconfianza de los “inversores” -en realidad, apostadores en la tómbola financiera y cambiaria- se hizo sentir. Si los políticos bombardean el superávit fiscal, lógicamente cae la solvencia y tanto bonos como títulos de la deuda se vuelven papel mojado.

En suma, el problema no es el estilo agresivo o histriónico de Milei, ni las deficiencias de su gestión, sino su ataque al gasto público. El éxito del libertario significaría la extinción de una ruinosa burocracia partidaria que alcanzó proporciones dantescas difundiéndose por todo el aparato del Estado. Por eso la oposición irreductible y la apuesta a su fracaso que, de producirse, dispararía una tragedia social peor que la presente.

Además de atacar el gasto político, el Presidente apunta a deslegitimar a la “casta” que vive de él. La polémica por el reparto de alimentos es una batalla de esa guerra y la ministra Petovello, el blanco de la embestida de organizaciones piqueteras que se financian con fondos para los pobres que no llegan los pobres. Los ataques en su contra dan cuenta de la magnitud de los intereses en juego.

Milei llegó a la Casa Rosada, precisamente, por el amplio repudio a la intermediación de los políticos tradicionales (piqueteros o de saco y corbata) que se enriquecen desde el Estado mientras sus representados la pasan cada vez peor.

Pero Milei no solo puso en entredicho la representatividad de las dirigencias partidarias. También cuestionó a los medios que forman parte central de la puesta en escena de la dirigencia. ¿Cómo lo hizo? Pasando horas en las redes. Políticos y periodistas lo cuestionan, pero los votantes saben de primera mano qué piensa y hacia dónde quiere ir. Así se asegura el centro de la agenda, neutralizando a medios y periodistas que, olvidados de cualquier escrúpulo profesional, se suman al griterío en su contra. En ese plano, también Milei es la contracara de la “casta” que hace del secretismo una religión.

Pero estas nuevas estrategias no funcionan en todos los ámbitos de poder. No en el Congreso, reino del toma y daca. Por eso las dilaciones y derrotas que ninguna buena voluntad negociadora puede evitar.