El Club Evaristo (parte XXVII): el caso del submarino ‘San Luis’

A noche que se iba a dedicar al caso del submarino San Luis, resultó una velada atípica respecto a las demás del Club Evaristo. Ocurrió que, cuando Gallardo se aprestaba a abordar el asunto, tres marineros llegaron al restaurante Asturias. Y su arribo tendría consecuencias inesperadas.
Se trataba de un griego, un danés y un correntino, cuyos buques habían llegado más o menos simultáneamente al puerto y que, coincidiendo en uno de los piringundines de la calle 25 de Mayo, habían proseguido juntos su recorrida a la ciudad, haciendo el correntino de traductor para los otros dos, que sólo chapurreaban el idioma de los muelles, mezcla bastarda de todos los dialectos del mundo.
Y, en el transcurso de esa recorrida, recalaron en el negocio de Avelino, atraídos por el aroma del puchero que allí se había preparado en homenaje a Los Evaristos.
Avelino los recibió de mala gana y a punto estuvo de señalarles que todas las mesas estaban reservadas. Pero, cuando se disponía a hacerlo, cruzó por allí O’Connor, dirigiéndose al pequeño comedor donde tendría lugar la sesión del club, dedicada en la oportunidad a un tema naval. Quizá por eso, al observar los uniformes blancos de los tres marineros, los saludó con especial simpatía.
Después de mucho tiempo en alta mar y de ambular por una gran metrópoli poco o nada conocida, al terceto le cayó muy bien el cordial saludo del irlandocriollo. Al cual invitaron a compartir su mesa, reclamando estentóreamente una botella de ron para brindar a la salud de los tres.
Vaciló Avelino antes de acceder al reclamo. Pero, refrendado éste por la conformidad de O’Connor, que jamás rechazaba un brindis, trajo la botella pedida y todos iniciaron sucesivas libaciones, cada vez más cordiales.
Hasta tal punto aumentó la cordialidad de los comensales, que O’Connor no consideró adecuado que los nautas permanecieran en una mesa del montón, de modo que les obligó a abandonarla y a tomar plaza en el ámbito recoleto donde se realizan las reuniones del Club Evaristo.
Cuyos socios observaron con desconcierto la irrupción de su colega y sus acompañantes, haciéndoles no obstante lugar a su lado. Oportunidad en la cual, ya un poco chispeado y cediendo a un súbito arranque lírico, dijo O’Connor, copa en alto:
–Bienvenidos caballeros del mar, embajadores de la borrasca y la vigilia, compañeros del riesgo y domadores de horizontes. Mientras nosotros, apacibles pobladores del cálculo y la rutina, nos aprestábamos a considerar una esforzada empresa naval, inserta en la última guerra romántica librada en un siglo que concluía, llegan ustedes a nuestra mesa, haciendo un alto en la ruta de los océanos.
“Llegan trayendo una porción de aventura real a la evocación de la aventura que aquí practicamos. Llegan con su equipaje de intemperie y sobresalto para encontrar un muelle donde recalar, antes de volver a levar anclas siguiendo alguno de los rumbos que señala la Rosa de los Vientos. Bienvenidos, amigos que no conocíamos si bien presentíamos. Salud a ustedes. Salud en nombre de Neptuno y de Ulises. Salud en nombre de Nielsen el Rojo y del Holandés Errante. Salud en nombre de Andrea Doria y de Churruca, de Brown, de Rosales y de Espora. Salud”.

ASOMBRADOS
Todos lo oían asombrados. Sus colegas del club en primer término. Y los tres marineros en segundo lugar. Pues ni éstos ni aquéllos estaban habituados a topar con expresiones tan altas de poesía alcohólica. Claro que, en lo que se refiere al griego y al danés, no habían entendido ni papa del brindis de O’Connor. Detalle que no los inhabilitó para acompañar el envite, trasegando ron fervorosa- mente.
Por ser el único integrante del trío que hablaba castellano, el correntino se sintió obligado a agradecer y se puso de pie, levantando su vaso. Actitud que determinó un silencio expectante. Que precedió al brindis del correntino quien, aunque se había propuesto expresarse en español, olvidó su propósito y, llevado por el entusiasmo, lo formuló en guaraní. Siendo respondido por la concurrencia con locuciones tales como Añá membuí, Ay mi Corrientes porá, Arriba los yacareses y cosas por el estilo.
Se prolongó la farra hasta altas horas de la madrugada, con participación de Avelino. Pero no de Aurora que, en un momento dado, apareció en el comedorcito, dando por terminada la velada abrup-tamente. Luego de repetidos abrazos y promesas de amistad eterna, se despidieron los contertulios, enderezando los marineros hacia sus barcos y los socios del club hacia sus hogares. A donde llegaron incólumes por milagro.

LA SESION
Así pues, suspendida por razones etílicas la sesión en que se trataría el caso del submarino San Luis, se dedicó al mismo la sesión siguiente. En la cual Gallardo ofició de expositor. Y dijo para empezar:
–La misión cumplida por el San Luis, en 1982, fue una acción de guerra. O sea que no correspondería tratarla aquí. Sin embargo, dentro de la misma, se registró un hecho que no pudo ser explicado satisfactoriamente, de manera que bien puede ser considerado un enigma, cuyo tratamiento por el Club Evaristo aparece como justificado. Si bien, lo adelanto, no estaremos en condiciones de aclararlo.
”¿Cómo me enteré del asunto? De manera muy sencilla: porque cayó en mis manos el número 45 de la Revista de la Escuela de Guerra Naval, en la cual figura un reportaje al capitán Alessandrini que, siendo teniente de fragata, se desempeñó como Jefe de Armas del submarino durante la Guerra de Malvinas”.
”Y, en ese reportaje, el oficial relata con lujo de detalle la tarea llevada a cabo por su buque en el conflicto. Cuya inminencia sospechó el 20 de marzo del 82 cuando, hallándose en un período de adiestramiento mar afuera, recibieron orden de regresar a puerto de inmediato, en coincidencia con la agravación del incidente de las Georgias del Sur. Comandante de la nave era el capitán Azcueta”.

MALAS CONDICIONES
”Cuenta Alessandrini que el San Luis no estaba en las mejores condiciones para iniciar una campaña, pues tenía un motor fuera de servicio y el otro presentaba fallas. Pero, aclara, un submarino reúne elementos muy complejos, que difícilmente funcionen de manera impecable al mismo tiempo. Cosa con la cual cuentan los submarinistas”.
”Más o menos superados esos problemas les fue indicada una zona de espera próxima al área de operaciones, situada a unas 100 millas al norte de la zona de exclusión establecida por los británicos”.
“Y allí estaban cuando se presentó un problema grave, pues se averió la computadora que regula el lanzamiento de los torpedos. Motivo por el cual, en adelante, los cálculos para ello deberían realizarse manualmente”.
”Así las cosas, al submarino se le asignó un área de patrulla al norte de la Isla Soledad, próxima a la costa. Se hallaban en ella cuando, el primero de mayo, registraron emisiones de sonar que indicaban la proximidad de buques y helicópteros en búsqueda antisubmarina, resolviéndose atacar al navío más próximo y lanzarle un torpedo desde una distancia de 7.000 a 9.000 yardas que no dio en el blanco”.
“Pero que fue detectado por los ingleses, que iniciaron un contraataque mediante cargas de profundidad y torpedos antisubmarinos lanzados desde helicópteros”.
”El San Luis eludió los ataques mediante maniobras evasivas y lanzando falsos blancos, o sea señuelos. Y, luego, aplastándose contra el fondo hasta que los ingleses abandonaron la búsqueda. El ata- que duró unas 19 horas y fue realizado por dos helicópteros y tres destructores. Conviene destacar aquí que la Task Force enviada a Malvinas cumplía para la NATO una misión antisubmarina”.
”Entre el 10 y el 12 de mayo, el San Luis persiguió un destructor que penetró en el estrecho de San Carlos. Azcueta resolvió esperar que saliera y, efectivamente, en horas de la madrugada, dos destructores abandonaron el estrecho. Uno navegó cerca de la costa y el otro mar adentro. Se lanzó un torpedo contra el primero, que aparentemente dio en el blanco pero no estalló. En cuanto al otro buque, se alejó del submarino mientras éste atacaba al que tenía más cerca”.
”El 15 de mayo fue ordenado el repliegue del San Luis, a fin de reparar en Puerto Belgrano las fallas que presentaba y volver al teatro de operaciones. Se disponía a hacerlo cuando sobrevino el fin de la guerra.

EL MISTERIO
–Una campaña muy digna –comentó Zapiola–. Pero no nos has relatado el enigma registrado durante ella. –No, quise dejarlo para el final y paso a contarlo. Manifiesta Alessandrini que, a principios de mayo, el San Luis fue protagonista de una acción antisubmarina. Pero no como presa sino como cazador.
–No entiendo –confesó Ferro.
–Sí, de una acción antisubmarina realizada aparentemente contra otro submarino.
–¿Cómo?
–Como lo oís. Dice Alessandrini que, navegando sumergidos, el sonar registró la presencia próxima de algo que respondía a las características de un submarino y efectuaba movimientos inteligentes.
“Interrogado sobre qué otra cosa pudo ser dijo que quizá un cardumen numeroso. Pero que éstos no realizan movimientos inteligentes y se dispersan al acercarse el buque, lo cual no ocurrió en este caso”.
”Interrogado nuevamente sobre la posibilidad de que se tratara de una ballena, respondió que las ballenas emiten ciertos sonidos peculiares, que permiten identificarlas y que no se hicieron oír esa vez”.
”De manera que resolvieron realizar un ataque, disparando un torpedo antisubmarino. Que hizo blanco y estalló. Agregando textualmente Alessandrini sobre el particular: si se trató de un submarino inglés, no lo sabemos, pues ellos nunca informaron sobre este asunto.
–Lo cual no debe extrañar pues, si todavía niegan el ataque al Invincible, pese a todas las evidencias que parecen demostrarlo, ¡qué van a reconocer el ataque a un submarino en inmersión, casi imposible de probar! –remató Alvarado.
Consideración que sirvió para cerrar el caso, sin someterlo a votación.
Sin embargo, antes de proceder al brindis final, propuso Fabiani:
–Por lo que recuerdo, más o menos en época de Frondizi, se descubrió la presencia de submarinos extranjeros en Golfo Nuevo, provincia de Chubut. Y, ya que de submarinos hemos hablado, pienso que sería oportuno agotar el tema averiguando lo que ocurrió entonces. Me ofrezco para informar sobre el asunto en la próxima reunión.