Con Perdón de la Palabra

El Club Evaristo (XXXI entrega): dos casos de descuartizamientos

Regía en la Confederación don Juan Manuel de Rosas, que enfrentaba por entonces a Inglaterra y Francia, las dos principales potencias del globo. Era el 15 de noviembre de 1845 y, pocos días después, se libraría el combate de la Vuelta de Obligado.

Así principió su exposición Claus Kleiner, cierta noche de fines de invierno. Y continuó diciendo:

– Había llovido y el zanjón que corría por la calle Chile llevaba mucha agua. Y, flotando en ella, unos muchachos advirtieron un envoltorio con manchas de sangre. Retirado de la corriente, quienes lo habían pescado descubrieron con horror que contenía un torso humano, despojado de la cabeza y extremidades. Esto es lo que cuenta Manuel Bilbao, en su libro Tradiciones y Recuerdos, para dar comienzo al relato referido al primer descuartizamiento que registran las crónicas policiales de Buenos Aires. Pasarían muchos años antes que, en el verano de 1955, Jorge Eduardo Burgos asesinara y descuartizara a Alcira Methyer.

– Yo alcancé a oír hablar del crimen de Burgos. Y creo que sería interesante que también nos digas algo de él, si es que lo estudiaste –interrumpió Zapiola.

– Sí, algo averigüé y les puedo contar lo que sé, una vez que termine con el caso de 1845.

– De acuerdo. Seguí con el primer asunto.

– Bueno, el crimen conmovió a Buenos Aires. Tomó intervención el jefe interino de la policía, don Juan Moreno, quien dispuso que el doctor Fernando María Cordero reconociera los restos.

“Con relación a la pesquisa se desplegó el batallón de Serenos, el 3o y 4o de Patricios, el de Restauradores, el 1o de Caballería, el 1° y 2° de Policía, el de Vigilantes a Caballo y hasta la misma Sociedad Popular, es decir la Mazorca. El capitán de puerto tomó medidas para que el o los asesinos no salieran de la ciudad por esa vía”.

“Por fin una lavandera halló la cabeza y extremidades del cuerpo cerca del cuartel de los Restauradores, hallazgo que permitió establecer que el descuartizado era un hombre joven, muerto a gol pes en la cabeza. Exhibidos los restos para su identificación en el Departamento de Policía (excepto a mujeres y niños, que tuvieron prohibida la entrada) resultaron ser los de Antonio Pose, un español que había estado al servicio de Rosas, quien, al retirarse Pose, le regaló trescientos pesos y un salvoconducto que le relevaba del servicio de las armas por tres años”.

“Se estableció asimismo que el difunto alquilaba una pieza en la calle Chile 110, que compartía con un portugués llamado José Gómez Rodríguez Jardín y con la gallega Tomasa Sampayo. Detenidos éstos, negaron su culpabilidad e inventaron una historia relativa a un viaje que iba a hacer Pose, llegando a acusar a un lanchero que, según ellos, sería el que lo llevaría fuera del país para buscar trabajo. Como esta historia no pudo ser probada y el lanchero gozaba de muy buen concepto, luego de ser detenido fue puesto en libertad”.

“Mientras tanto, los vecinos del portugués y la gallega empezaron a suministrar informaciones cada vez más precisas sobre las actividades de éstos la noche del crimen. Incluso, una de ellos, devolvió cierta suma de dinero que Tomasa le había entregado en custodia cuando la llevaron presa. Y la suma coincidía con el dinero que poseía Pose, según declaró uno de sus compañeros de trabajo”.

“Lo cierto es que los sospechosos terminaron por confesar. Gómez Rodríguez Jardín fue fusilado en la Plaza del Retiro y, tal como era de estilo, su cadáver colgado de una horca, bajo la cual, por orden del juez, tuvo que pasar Tomasa seis veces antes de marchar a prisión por tiempo indeterminado”.

“Concluye informando Bilbao que, después de Caseros, cuando se abrieron las puertas de la cárcel, salió en libertad Tomasa Sampayo”.

“¿Creen ustedes que hay materia para discutir este caso?

– Diría que no –apuntó Gallardo–. Lo que sí se puede deducir de tu exposición es que la seguridad era mucho mejor entonces que ahora. Y que los delincuentes no entraban por una puerta de las comisarías y salían por otra, como sucede hoy día.

– A mí lo que me llamó la atención es el pasaje del libro de Bilbao que citaste al final. Donde dice que la descuartizadora salió en libertad, cuando se abrieron las cárceles después de Caseros –señaló Medrano.

– Lo mismo que pasó cuando Cámpora llegó al poder y soltaron a los guerrilleros presos –comentó Fabiani.

EL CASO BURGOS

– Bueno, si la cosa no da para más, pasá al caso de Burgos –pidió Zapiola.

– El viernes 19 de febrero de 1955, el verano previo a la caída de Perón, el país sufría tensiones políticas que harían crisis poco después. Sin embargo, el asunto que voy a comentar logró distraer la opinión pública, llevándola a interesarse en una cuestión de otra naturaleza. Porque, ese día, un cura halló el tronco de una mujer descuartizada en Loma Hermosa, cerca de Hurlingham.

“Tal como ocurrió en tiempos de Rosas, el crimen tuvo gran repercusión, seguramente por sus características particularmente sangrientas, propias de los descuartizamientos. Una semana después del primer hallazgo, en Villa Lugano se encontraron las piernas correspondientes a aquel torso. Y, poco más tarde, aparecieron la cabeza y los brazos en el Riachuelo”.

“Una cicatriz quirúrgica, correspondiente a una operación poco frecuente, llevó hasta el médico que la practicó, lo cual permitió establecer que la víctima era Alcira Methyer, una mucama venida de Salta que había tenido varios novios. Uno de sus pretendientes, siempre rechazado, era Jorge Eduardo Burgos, a quien la policía detuvo en el tren que lo llevaba a Mar del Plata, cuando el convoy se detuvo en la estación Maipú”.

“Burgos era un muchacho tímido, bachiller, que hablaba bien inglés. Y que enloqueció de celos cuando halló una carta en que un amante le recordaba a Alcira algunos encuentros apasionados. La increpó violentamente, ella le mordió un dedo y Burgos la acogotó, descuartizándola luego para deshacerse del cadáver”.

“Condenado en segunda instancia a 14 años de prisión, en la cárcel se hizo evangelista y fue liberado en 1965 por su conducta ejemplar. Volvió a su casa, lustraba muebles y se había quedado sordo”.

“Las épocas que se vivían al momento del crimen, en las cuales la sociedad estaba dividida tajantemente entre peronistas y antiperonistas, llevó a que aquéllos tomaran partido por Alcira, la humilde mucama, mientras éstos procuraban justificar a Burgos, el muchacho de posición acomodada desairado por ella. Y no le preguntaré a Jorge cómo se hubiera alineado entonces.

– Sería una pregunta ociosa –aseguró Gallardo.

– Pero todavía tengo un dato que agregar a este caso –continuó Kleiner–. Un dato de interés para nuestro club: el policía que allanó el departamento de Burgos, en la avenida Montes de Oca 280, fue nuestro numen tutelar, el comisario Evaristo Meneses, que dejóconstancia de ello en sus memorias, publicadas en 1962.

– ¡Pues eso sí que merece un brindis! –exclamó Avelino, disponiendo que descorcharan una botella de brandy Luis Felipe, traída de Huelva.