Claves de la política

El Alfonsín que quedó

Se han cumplido, días atrás, 14 años desde que el expresidente Raúl Alfonsín dejó su existencia terrena. Una penosa enfermedad aquejó sus últimos meses de vida, durante los cuales fue respetuoso del seguimiento de las terapias indicadas por los facultativos que finalmente derivaron de manera inexorable en su muerte. Se ha dicho y escrito mucho sobre Alfonsín.

Sobre el de sus días de esplendor y llegada al gobierno, así como el de políticas que resultaron fallidas. Y también sobre el de sus tiempos finales no tan esplendorosos. En general ha quedado en la sociedad una mirada sobre el Alfonsín que fue clave en el proceso para el que se lo eligió, la definitiva consolidación del sistema republicano y democrático y fundar las bases del Estado de derecho que, en mayor o menor media, tiene una vigencia continua de casi cuarenta años, lo que en la historia moderna argentina es un hito digno de señalar. Sus partidarios o aquellos que tienen una empatía con su figura y su obra, lo han colocado en el pedestal del héroe civil contemporáneo, el prócer más cercano y humanizado que se pueda imaginar. Sus adversarios y oponentes, muchos de los cuales lo combatieron con dureza aunque finalmente reconocieron la talla del hombres-idea, valoran su rol indeleble en la construcción del proyecto democrático colectivo y hasta valoran lo que hoy parece una ficción: era un adversario que no buscaba la destrucción del oponente sino un marco de convivencia y coincidencias aunque fuesen mínimas.

El reconocimiento del otro como sujeto fue una novedad política en el siglo XX que trajo el liderazgo de Alfonsín y que en esta realidad política agrietada y que vivimos nos parece ficcional.

 

EL ULTIMO ALFONSIN

El último Alfonsín estaba convencido de la unión de las mayorías, aquel que había conseguido victorias de epopeya sobre sus históricos adversarios políticos, pero fundamentalmente que había derrotado el autoritarismo y al sujeto autoritario que constituía una mayoría concluyente en la sociedad, creía que había que galvanizar la opinión nacional en torno al desarrollo con equidad, desde luego siempre fundado en el respeto al pluralismo y la libertad. Buscaba el encuentro entre sus propios correligionarios, entre los sectores progresistas que pensaran parecido y finalmente entre los que aunque pensaran distinto pero fueran democráticos y tolerantes.

En su último acto público el 30 de octubre de 2008, al que no pudo concurrir porque su salud se agravó en los últimos meses de vida, a través de un mensaje videograbado dijo que la política era diálogo, diálogo entre gobierno y oposición e inclusive diálogo dentro de la misma oposición. Seguramente preocupado por los desvíos de pretensión hegemónica del gobierno de entonces, hizo un llamamiento a la confluencia opositora para fortalecer la democracia brindándole una alternativa electoral consistente, capaz de generar la alternancia esperanzadora. Alfonsín falleció poco meses después, el 31 de marzo de 2009 y no llegó a ver concretado el fruto de su prédica, la última de su vida. Transcurrieron catorce años desde entonces, con luces y sombras, en los que por momentos la frustración fue mayor. Pero la consolidación del sistema democrático y el estado de derecho fueron su gran legado. Este año de los cuarenta años de vigencia continúa, nos hacen pensar en los cien que prometía en su inolvidable mensaje de campaña. Entonces parecía imposible. Estamos más cerca de hacerlo realidad.