El Aleph de Toto

Cuentan que en el sótano del Ministerio de Economía el ministro, Luis Toto Caputo, se encontró un Aleph. Aquella diminuta esfera borgeana, que creíamos parte de su rica ficción, parece obrar también a manera de oráculo. Todo lo ve, todo lo contiene pero, además, todo lo predice. De allí los extraños mensajes premonitorios que el titular de la cartera garabatea en las redes sociales. 

Sólo a partir de la magia de la imaginación, de cierto pacto de lectura, puede darse pie al mensaje o visión que Caputo, considerado el Messi de las finanzas, escribió el pasado miércoles en la red social X. Decía:

“Cosas que ya están pasando y se van a exponenciar en los próximos meses:

* La inflación va a bajar.

* La economía va a recuperar.

* Los impuestos van a bajar.

* Las regulaciones van a colapsar.

* El crédito privado va a explotar.

* La demanda de dinero va a aumentar.

* Los pesos van a faltar.

* Los dólares van a sobrar.

* La pobreza va a bajar”.

Los nueve puntos son un puñado de buenas intenciones, el Norte hacia adonde apunta el gobierno libertario. Lejos están aún de hacerse realidad, aunque la parábola inflacionaria es claramente descendente, con un encadenamiento de daños propios de un proceso de ajuste. Caputo transita por ahora el terreno de lo onírico. Sólo le falta tatuarse en el brazo la frase Mereces lo que sueñas.

El nuevo escenario habrá de lograrse, según el credo oficial, sin ceder un palmo de terreno en la lucha por conservar el equilibrio fiscal. La idea es repetida pero debe martillarse sobre ella puesto que implica una lógica por completo distinta a la de administraciones anteriores.

Bajo ese eje programático es que el presidente Javier Milei amenazó con vetar el aumento a los jubilados y, además, ya confirmó que el mismo final sufrirá la Ley de Financiamiento Universitario. No tendrá luz verde nada que afecte la salud de las cuentas públicas.

La sociedad tiene sus divergencias conceptuales, sus vertientes ideológicas. Así que lo que para Milei puede ser un gasto, por ejemplo sostener la educación pública, para buena parte de los argentinos es una inversión. La brecha es clara y, pese a que corren tiempos de bonanza política para La Libertad Avanza, no debe olvidar que el año que viene hay elecciones.

En su afán por sanear al Estado, el equipo económico acentúa el recorte de los subsidios a los servicios públicos. La pasada semana, por lo pronto, venció el plazo para que los usuarios que así lo deseen se inscriban para conservar el beneficio. Será el gobierno el que suba o baje le pulgar en cada caso, de acuerdo a los ingresos.

El servicio de Transporte, que estaba en el ojo de la tormenta, alivió en parte su tensión durante los últimos días. Por lo pronto, el gobierno porteño se hizo cargo de los subsidios a las 31 líneas que circulan exclusivamente por su distrito y desistió de aumentar el precio del boleto, al menos "por el momento", advirtieron.

RUMBO LIBERAL

No hay gobierno que no sea corrido por derecha o por izquierda. El plan liberal de Javier Milei tiene demasiados vicios a ojos de los puristas. Ya sabemos: no dinamitó el Banco Central, interviene en la plaza cambiaria, regula la suba de los salarios, mantiene las retenciones a las exportaciones y, punto álgido si los hay, conserva el cepo al dólar.

Ahí es adonde clavó su puñal Domingo Felipe Cavallo, otrora referente absoluto del actual presidente de la Nación. Mingo, el padre de la Convertibilidad, advirtió que debe abrirse el candado del cepo y dejó entrever que Economía envía señales claras de que las restricciones continuarán hasta 2026. El fuego amigo, a veces, puede ser demoledor.

En su rumbo hacia una economía liberal, con plena vigencia de las leyes del mercado, el jefe de Estado anunció que en diciembre dejará de existir el Impuesto País, que buen aporte hace a la recaudación fiscal. La idea es que, sin este gravamen, deberían bajar los precios de los bienes finales ya que se pagaría menos por los insumos importados. 

El ministro Caputo, un soñador, le pidió entonces a los empresarios que ahora cumplan con su parte. Es decir, que bajen los precios. Conociendo el paño, es dable pensar que los hombres de negocios van a encontrar siempre un pliegue en el sistema -presión fiscal, inseguridad jurídica, incertidumbre, costo laboral- para no dar marcha atrás en las remarcaciones.

La Argentina ha tenido presidentes de toda laya, mejores y peores. A Javier Milei no se le puede endilgar falta de sinceridad en la comunicación de sus ideas. El pasado lunes 2, Día de la Industria, les advirtió a los capitostes del sector que cuando su programa de reformas liberales se haya implementado por completo algunos van a progresar pero otros tendrán que bajar la persiana. Los invitó a competir y enfatizó que ya no seguirán cazando en el zoológico.

En 9 meses de gestión liberal algunas cosas han cambiado pero lejos está la economía de ponerse en marcha. Queda claro que, pese a todo, dos o tres sectores se erigirán como la locomotora de este país hoy en la vía muerta. Ellos son el agro, como siempre; el gas y el crudo de Vaca Muerta; y la minería.

La Patagonia y sus recursos hidrocarburíferos son un verdadero atractivo para el capital transnacional, que encuentra en el entramado del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) un marco de certeza y tranquilidad. Las inversiones no son masivas, pero gotean. Vista anunció que hundirá capital por u$s 1.100 millones.

En otro rubro competitivo, el automotriz, la empresa Stellantis (Fiat y Peugeot) informó que invertirá u$s 385 millones en su planta de Córdoba para ampliar su familia de vehículos y desarrollar motores. El efecto sobre el empleo será inmediato: la compañía creará así 1.000 nuevos puestos de trabajo.

La creación de empleo debería ser el fin mismo de cualquier programa económico. El consumo es el principal componente del producto bruto argentino, al punto de que representa el 70% en su promedio histórico. Sin embargo, de acuerdo al último informe de la consultora PWC Argentina, “la remuneración imponible promedio de los trabajadores estables alcanzó un mínimo en febrero de 2024, sólo superado por la crisis de la salida de la
convertibilidad”.

Es decir que la recuperación salarial, luego del fogonazo inflacionario del primer trimestre, todavía no se concreta. De allí que el consumo se arrastre. De hecho, la compra de bienes durables se resintió al punto de estar en su nivel más bajo de la serie histórica.

Claro que el mapa laboral de la argentina no es homogéneo, como no lo es en ningún lugar del mundo. Ya se dijo, hay sectores más competitivos que otros, rubros que al tener un perfil exportador generan divisas y pagan salarios en consecuencia. De allí la envidia que provocan los sueldos bancarios o el hecho de que el sindicato de Aceiteros -tras siete horas de negociación- haya logrado que un peón gane $ 1.562.655. Son, también, actividades con alto poder de daño sobre la economía en caso de recurrir al paro.

MAS POBRES

El próximo jueves 26 el Indec dará a conocer los datos oficiales de Pobreza e Indigencia correspondientes al primer semestre de 2024. De esos números deberá hacerse cargo por completo la gestión Milei, aunque bien sabemos que no heredó una situación social propia de Disney.

Mientras el calendario desanda los días hasta esa fecha que probablemente sea aciaga para el Gobierno, la Universidad Católica Argentina se adelantó con las cifras de su ya clásico informe elaborado por el Observatorio de la Deuda Social. Pobreza: 52%. Indigencia: 17,9%.

La situación es alarmante. Si la recesión autoinducida para sofocar la inflación ha provocado semejante estrago social y el IPC bajó hasta el 4% mensual, ¿cuánto más deberán sufrir los que menos tienen hasta llegar a guarismos inflacionarios globalmente aceptables? Pensemos que toda la artillería de la Reserva Federal de los Estados Unidos está detrás de un solo objetivo: el 2% de inflación… anual. 

Tal vez sea hora de elucubrar algún esquema mediante el cual se conserve el equilibrio fiscal sin que la mochila la carguen los más débiles. Quizá exista alguna ingeniería tributaria que permita no cobrar más impuestos sino cobrarles a todos aquellos que no pagan o están exentos. Seguro debe haber otras formas de desatar este nudo.

La sociedad argentina parece anestesiada, como resignada al discurso de que, una vez más, deberá cruzar el desierto descalza para llegar a un lejano y utópico oasis, algún día. Tras tanta frustración hay de todo menos esperanza.

Hace unos años, poco antes de la pandemia, un viejo economista, exintegrante del último equipo económico del gobierno de Perón, reflexionó: “En 1974 la pobreza alcanzaba al 5% de la población y quisieron hacer la revolución porque les parecía que la situación era insostenible”.