Siete días de política

Dura derrota en Santa Fe y un FMI más exigente de lo esperado

Reveses en dos frentes para Massa: en Santa Fe la oposición aplastó al peronismo y en Washington el FMI se le plantó exigiendo nuevos parches para que las reservas no desaparezcan

A medida que se acercan las PASO la gestión y las expectativas electorales se le complican al ministro-candidato. El domingo último el peronismo sufrió una derrota sin atenuantes a manos de Juntos por el Cambio que más que lo duplicó en votos en un distrito de fuerte peso nacional: perdió por 63% a 25%.

A menos de un mes de las PASO ese resultado justificó el pesimismo que se ha extendido no sólo en la coalición de gobierno, sino en todos los sectores corporativos que la acompañan.

Como era previsible las perspectivas oficialistas se ensombrecieron en proporción a la inédita diferencia, pero las malas noticias no terminaron ahí. El miércoles, después de tres horas de zoom con Kristalina Georgieva, Massa comprobó que el FMI seguía aferrado a sus clásicas demandas de recorte del déficit y fortalecimiento de unas reservas en peligro de extinción. Por eso el tironeo duró tanto y algunos mercados comenzaron a intranquilizarse, en particular el del dólar blue.

La previsible dolarización de carteras en previsión de lo que ahora se llama “devaluación fiscal”.

La estrategia del precandidato peronista ha sido y es la de anclar las expectativas, pero en ese sentido ayuda poco (no importa a quién se le haya ocurrido) inventar un impuesto a determinadas importaciones o inventar el enésimo dólar soja o el dólar maíz con cotizaciones muy superiores a la del oficial. Esto último fue criticado hasta por la Sociedad Rural por las distorsiones que genera, ya que, por ejemplo, con el aumento del precio interno del maíz que se usa como forraje, aumentan los costos de la ganadería y los tambos.

En realidad el recurso de los remiendos ocasionales y las piruetas dialécticas del kirchnerismo intentan encubrir lo que en realidad es una devaluación indirecta, selectiva y con ganadores y perdedores. Por eso el dólar sube en lugar de retroceder y hay que perseguir arbolitos con la policía, un penoso y ya clásico espectáculo de las intervenciones en el mercado de cambios cuando la macroeconomía se desmadra.

A eso hay que sumarle las complicaciones políticas internas que producen las negociaciones con el FMI, rechazadas por el hijo de la vice y jefe de la Cámpora, Máximo Kirchner, que calificó el dólar soja como una “genuflexión”. De todas maneras el problema más grave no es el fuego amigo que recibe el ministro, sino las consecuencias económicas de sus medidas.

Una cotización privilegiada para que los productores liquiden sus existencias e ingresen dólares al Banco Central aumenta también la emisión y el déficit cuasi fiscal. Puesto en otros términos impacta sobre la inflación y en algún momento desembocará en un “default” prácticamente inevitable.

La campaña viene tan complicada que Massa tiene problemas no sólo en Santa Fe o Washington. También en la CGT a la que concurrió a recibir el tradicional apoyo de los sindicalistas.

En la central obrera nadie cree que pueda remontar la cuesta y a esta altura muchos se preguntan si fue un acierto presionar a Cristina Kirchner para ponerlo en el primer lugar de la boleta (ver Candidatos equivocados). Lo ven arrinconado por las urgencias, improvisando sin ningún plan mínimamente articulado y hasta sin “relato” coherente. La idea de sembrar el miedo al ajuste en caso de un triunfo opositor suena absurda ante la pérdida sufrida por el salario real desde que se hizo cargo de la economía. Un hecho que los gremialistas conocen de primera mano.

Por otra parte, la elección de Santa Fe no sólo tuvo un impacto fuerte en el peronismo, sino también en la oposición, donde la que recibió el golpe fue Patricia Bullrich. Ella también eligió mal a su candidata, Carolina Losada, que perdió por mucho ante el otro candidato radical, Maximiliano Pullaro.

En realidad las primarias santafesinas fueron una interna de la UCR con los candidatos presidenciales del PRO en un segundo plano. Fortalecieron el peso relativo del partido de Alem en la coalición opositora y le dieron exposición pública a un sector que está creciendo frente al ya al perimido alfonsinismo de un Gerardo Morales. Se trata de la facción a la que pertenece el ahora candidato a gobernador Píllaro y en el que se encolumnan, entre otros, Martín  Lousteau y el cordobés Rodrigo de Loredo.

Horacio Rodríguez Larreta quiere ponerse al frente de esta tropa armada en su momento por Nosiglia y Angelici, pero parece poco probable que lo consiga. Son dirigentes con mucha experiencia a pesar de su juventud y, como demostró Pullaro, fogueados en las luchas de poder. Representan la nueva generación de radicales que quieren recuperar el lugar que Mauricio Macri les arrebató al convertirse en el referente indiscutido del electorado antiperonista de clase media. Su primer objetivo es recuperar CABA y para el próximo turno, la candidatura presidencial.