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Drogas y mujeres esclavizadas por amos

“Entrar al mundo de la acción es entrar en el mundo de los limites…” (Chesterton).

G. K. Chesterton dice que “desear la acción es desear una limitación; al escoger una cosa rechazamos necesariamente algunas otras”.
La limitación de nuestro ser y no meternos en el “gigante de los sueños” es un gran problema en la clínica cotidiana con las adicciones.
Esto lo vemos a través del creciente número de pacientes mujeres esclavizadas por el poder que ejerce un “Amo de la Muerte” que es la figuración que encuentro para un “Perverso Dominador” que posee en sus manos no solo el dominio del otro que es para él un objeto, sino que también da en “cuentagotas” la pócima “salvadora” que es la droga desde estimulantes, alcohol, pastillas, derivados del opio.
Es común observar en grupos de mujeres en recuperación relatos angustiosos de lo que vivieron en esa peculiar esclavitud en donde ellas como víctimas se ofrecían al victimario: oferta de drogas, venta para la prostitución, venta de fotos eróticas en Instagram, correo para ciertas personas de las sustancias, algunas fueron vendidas a otros países o a ciertos circuitos de prostitución.
Esclavas modernas detrás de un “Patriarca” que las dominaba solo con la mirada. Además, muchas “cercadas” por cámaras en su domicilio de tal manera que cuándo el “Patriarca” no estaba era observada en los más mínimos movimientos.
La infancia de estas mujeres estuvo marcada por diferentes traumas: consumo precoz de sustancias, abandono de figuras parentales, abusos de figuras familiares, vida en la calle aun perteneciendo a medios de una clase social acomodada, escolaridad comprometida, etc.

LOS “AMOS DOMINADORES”
Estos “amos dominadores” no solo manejan territorios de venta en las distintas ciudades, sino que manipulan a su antojo perverso a personas, grupos, casas que funcionan como “aguantaderos” de consumo con varias personas dentro que a su vez traen drogas o dinero de robos a terceros; el clima de violencia ahí dentro es enorme.
Se van uniendo al mismo tiempo varias figuras psicológicas y neurobiológicas al mismo tiempo: A- La retención del sujeto por el objeto (drogas, por ejemplo) por un Amo Dominador y esclavizador.
B- Un cerebro que había perdido todo control frontal (superior estadio de la evolución del sistema nervioso) y que respondía automáticamente (cerebro automático o primitivo) que en su deterioro solo repetía compulsivamente las diversas ingestas prometidas y la obediencia a la orden dada sin ninguna capacidad de reflexión y con el miedo a la muerte o al castigo como límites a su libertad ya conculcada y perdida.
Esto sucede en esta modernidad liquida con una creciente expansión de las políticas de goce al servicio del masoquismo y la pulsión de muerte y surge la compulsión como la actora central de esta etapa de la humanidad, cancelando de esta manera al sujeto de la motivación a través de una entropía compulsiva.
la compulsión reemplaza a la libertad o sea lo repetitivo entrópico despoja al sujeto de toda actividad creativa y sublimatoria.

LA HUIDA DE LA REALIDAD
Vamos así huyendo del mundo y no pudiendo aceptar el reto del coeficiente de adversidad que hace referencia a la misma noción de realidad.
El vacío como eje productor de la compulsión no remite al obrar, ni a las practicas sublimatorias del deseo tornándose así el vacío en un agujero incolmable como decía de aquellas pacientes que iniciaron nuestras reflexiones y entonces triunfa el sujeto de la compulsión o sea el sujeto sujetado o también podríamos decir el sujeto retenido por el objeto.
Es un sujeto que funciona desde la bulimia (boulimos: hambre de buey) devorando lo que venga y así se muestra la crisis de la identidad narrativa en esta época con repetidos traumas desde la infancia (abusos, incestos, pactos criminosos, etc.) con inducción parental a prácticas transgresoras; todo esto es común en la clínica de todos los días en adicciones y así va surgiendo un sujeto desvitalizado y con la muerte del deseo.
El consumo compulsivo de objetos no resuelve la angustia, sino que la aumenta y así aparece la pulsión de muerte activa creando el sujeto su propio campo de concentración en donde el Yo impera como un gran aniquilador de todo incluso lo que queda de él.
Cuando se intenta vanamente llenar el vacío con objetos de consumo se eterniza la insatisfacción con pulsiones insaciables consumándose la rotación regresiva del deseo al impulso que arroja así al sujeto lo que Freud llamaba al “Más allá del principio del placer”. Esto es coetáneo con el Imperio del Ego que lo acerca aún más a la Muerte.
No se percibe que más allá de mi hay un tercero, diferencia sustancial para ser…ser humano. Si esto no sucede quedamos inmersos en el “flash” instantáneo de la Ilusión.
Cuando esto sucede entramos en la lógica de la “devoración” en donde todo se agota en la innecesaridad de la actividad cortical; todo es una incorporación oral directa y primaria …no hay resto para otra actividad. Así van surgiendo miles de desaparecidos sin nombre a quienes en mi trabajo gracias a las enseñanzas del desaparecido maestro G. Maci llamamos “nadies” que deambulan por las calles en un anonimato quedando bajo la sujeción de un “poder anónimo” siendo ellos mismos pura mercancía.
Vagan por las calles buscando un “Amo” o viven en miseras pensiones bajo el Amparo no precisamente “protector” de un “Amo” o en lujosas viviendas vendidas al mejor postor de un Adulto tan enfermo como ellos. Informe del Gobierno de CABA: “el 60% de las personas en situación de calle sufren problemas de salud mental o consumo de sustancias…” (informe de gobierno de CABA) y esto es una realidad incontrastable.
La vida se transformó en un tormento y llegan a los centros melancolizadas, sin esperanza y con el derrotero del cual no pueden salir. El encuentro con la palabra, los grupos, las diversas psicoterapias las lanza al descubrimiento de un nuevo sendero.
Para ello deberán renunciar a las sustancias (tarea larga y difícil) y a ser tutelados por “Amos de la muerte”. La renuncia no es solo a las drogas sino a descubrir como logro una autonomía que les permita elegir de otra manera y a unirse a grupos de recuperación y a lo que les queda de una familia protectora.
Llegan a los centros melancolizadas, sin esperanza y con el derrotero del cual no pueden salir. El encuentro con la palabra, los grupos, las diversas psicoterapias las lanza al descubrimiento de un nuevo sendero.