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Drogas: un mundo de solos y solas

Jorge de 50 años viene a la consulta para internación luego de una carrera empresarial sólida y en quiebra, con su familia que lo abandono por sus excesos y solo lo ata a la vida esa “casa refugio” que es el centro de rehabilitación. El deterioro cognitivo es evidente. Me pregunto qué quedo de aquel próspero empresario. La cocaína, la noche y el tiempo acelerado en el cual vivió lo “trago y demolió”.
Oscar no conoce a sus padres, fue adoptado y luego abandonado otra vez. Su vida fue la calle y luego llego una nueva adopción. En sus 20 años tiene 23 internaciones cortas y las drogas formaron parte de su vida desde pequeño. Por supuesto todos los procesos educativos quedaron a la zaga de un desarrollo físico que hace casi un luchador de UFC americana. ¿Formas quizás de defenderse en la vida de la calle y el abandono?
La clínica cotidiana nos confronta con problemas cada vez más complejos. No es solo un producto (distintos tipos de droga) que ya se comercializa libremente a pesar de los daños que ocasiona, sino que además esto se silencia y aumentan los problemas crónicos y deterioros en gente joven e incluso hay ya familias enteras que consumen. Los hijos ya aprendieron de los padres a consumir. La eutanasia parece estar ahí a la mano.

CLIMA DE EPOCA
La masificación del consumo, así como el silenciamiento de los efectos destructivos habla de un “clima de época” y de personalidades que no encuentran un sentido a la vida y se sumergen de una manera voraz y compulsiva en la autodestrucción. La noción de futuro parece no existir.
Personalidades frágiles, carcomidas por el vacío de la angustia y que buscan una salida que paradójicamente los lleva a un túnel de mayor angustia. El sufrimiento soterrado de miles unido al producto hará de él un “mutante” (cambios sucesivos que dan a medida que se incorporan ciertos químicos en un organismo).
La salida rápida del vacío y los cambios de estados de ánimo entusiasman y avivan la repetición del consumo: colman el vacío por unos instantes y el sufrimiento que parecería ser él la base de todo parece desaparecer por unos instantes o días y lleva a la memoria a una posibilidad infinita de repetición.
En la medida que se va repitiendo compulsivamente estas conductas adictivas se detiene la autonomía de un adolescente, el proceso de consolidación de la identidad queda también detenido y el desarrollo emocional y social (cambio de amistades, entrada en manadas, etc.) entrando en un proceso de de-socialización.
Va entrando progresivamente en conductas ordálicas o sea se va exponiendo a situaciones de riesgo y peligro de manera repetida o deliberada: conducción imprudente o temeraria, consumo sin freno de sustancias, comportamientos sexuales de riesgo.

EMOCIONES Y SUSTANCIAS
Estas conductas de alto riesgo (ordálicas) practicadas por los adolescentes asocian ciertas emociones con determinadas sustancias: euforia (heroína), vitalidad interior (cocaína), búsqueda de la alucinación (LSD), búsqueda de inconciencia (éter), perdida de limites (alcohol); por ejemplo.
Se va generando a medida que se avanza en el consumo un pacto significativo en la percepción y la conciencia del cuerpo lo que se conoce como poder somatognósico de la droga generándose un alteración en como el cuerpo se percibe a sí mismo y a su relación con el entorno y así por ejemplo los anestésicos bloquean la percepción del dolor, las drogas psicoactivas como los opioides y los estimulantes pueden alterar la percepción del cuerpo y la conciencia de uno mismo, heaustocopía (disociación de la conciencia, verse desde afuera) como estado de embriaguez toxica,un tipo particular de anosognosia(falta de conciencia de enfermedad de si y del otro )culminando en que no puede hacer una introspección de sí mismo.
El toxicómano a medida que avanza la enfermedad tiene una extrema dificultad de constituir un Yo adulto: es normal y psicótico al mismo tiempo y es normal y perverso al mismo tiempo.

CLIMA DE “EPOCA”
No solo crece el consumo en todos los países debido al negocio gigantesco que lo sustenta en donde se comprometen productores, bancos, poderes políticos, instancias judiciales, etc; esto existe y es una realidad, sino que además y como centro de todo vivimos como dice Z. Baumann una caida de la vieja sociedad y estamos en un “interregno” que genera un estado de discontinuidad (viejas certezas quedaron perimidas) , estados de incertidumbre en donde esta parece ser una la única certeza y la vida surge en un clima de gran velocidad en donde todo parece ser un experimento constante.
Todo parece ser etéreo; en la era de lo solido el amor era vivido como eterno con el rito del matrimonio como eje mientras que en la era liquida actual el lema sería: “vivamos a juntos a ver qué pasa” con la característica que el hijo parece sobrar en este mercado. La mascota parecería tener más validez que el hijo. Los niveles de natalidad están bajando en todo occidente; en nuestro país en los últimos 20 años bajo el 41 % la natalidad.
De ahí que en nuestros centros parecen refugios de gente sola y abandonada no solo jóvenes que incluso algunos no conocen a sus padres sino de gente mayor abandonada que se enfrenta después de los 50 años a un futuro incierto y en quiebra económica, mundo de “solos y solas”. Seres que parecen vivir en la oscuridad. Son el fruto de una sociedad desvinculada.
Sin vínculos no somos. Es precisamente la transmisión intergeneracional (abuelos, padres, hijos) el sostén de la vida. Esto parece roto.

GENERACION Y
La Generación Y es aquella que hace de Internet y del mundo de las pantallas una comunicación digital permanente. Desde pequeños vivimos entre pantallas y la palabra y/o la imagen de éstas cobra notoriedad ante el silencio familiar.
Internet plantea un cambio en los estilos de vida. Y son los primeros seres humanos que no han vivido nunca en un mundo sin Internet y que conocen y practican la comunicación digital en tiempo real. Al mismo tiempo decrece la vinculación entre los seres humanos. La velocidad suplanta al dialogo: se “vive a mil”. Son grupos que no dan nada por sentado, pero al mismo tiempo el 25 % de las personas de menos de 25 años continúan desempleadas. Junto a esto surge la Generación Q o sea en donde la química reina por doquier y en las salidas de fin de semana no se concibe no consumir drogas y alcohol.
Surgen mayor cantidad de patologías psiquiátricas con ataques de pánico, psicosis toxicas, trastornos metabólicos, traumas por peleas, heridas, choques. ¡Al mismo tiempo hay una disociación entre los descubrimientos científicos del cerebro y los estilos de vida¡ Cuanto más se conoce el cerebro y el impacto destructivo de las drogas más se lo niega. Paradojas de esta época.
Byung-Chul Han en su libro “Aromas del tiempo” nos muestra como esta generación Q y la Generación Y viven en un tiempo acelerado, en donde cada cosa sigue a la otra, las acciones no parecen llegar a ningún fin.
Es la era del último hombre de F. Nietzche, aquel que no quiere convertirse en Superhombre y dueño de sus actos, sino que prefiere el individualismo, el conformismo y el hedonismo extremo.
La clínica de las adicciones debe incorporar este “clima de época” para poder comprender y ayudar a estos pacientes que viven en la oscuridad de la melancolía.