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Drogas: sugar baby y sugar daddy

Venimos situando editorialmente, desde hace varias notas, la existencia de una supraestructura de poder que comanda el consumo pandémico de drogas que supera las estructuras nacionales de ese otro poder imponiendo conductas. Se aprovecha de un malestar cultural en una infraestructura social desfamiliarizada, con pobreza creciente, escolaridad anémica y una soledad en miles.
Las drogas son solo un anestésico de traumas, vacíos, soledad y de crisis de funciones simbólicas parentales. Sociedad “rota” en sus estructuras de humanización.
La plusvalía que genera es a costa de muertes, deterioros, psicosis crónicas y distintas formas de morirse viviendo en la inconciencia zombie.
Nadie mejor que el pensador francés Edgard Morin lo explicó en sus textos cuando decía: “Vivimos en una época de megabarbarie generalizada en donde priman el individualismo, la masificación de drogas y la errancia de los amores”. Y sigue diciendo “al dejar de ser un problema individual y ser masivo es un problema de la polis, o sea politico”.
Lo que Morin en los 2000 quizás no intuía es que esa megabarbarie ya es un suprapoder que está por sobre las llamadas naciones. Lo que si veía Morin era que en el futuro se necesitarían “casas de vida” (familias sustitutas, o sea instituciones que propongan la humanización y el reinado de la palabra y los vínculos por sobre la química y la explotación de las personas), o sea refugios en donde el hombre rescate la humanidad.
Ese suprapoder agrupa desde centros de producción (América latina es prácticamente un centro productor de drogas), traslado, peajes para funcionarios, centros de distribución, búsqueda de ‘capangas’ territoriales, elección de los que harán el narcomenudeo (habitualmente menores desamparados), barras bravas como fuerza de choque y de distribución que comandan, incluso, clubes -especialmente los más pequeños- que forman parte de los importantes conurbanos de las distintas ciudades. También centros de publicidad, desde apps de citas hasta páginas de Instagram y ‘delivery’ de reparto de sustancias, empresas de blanqueo, redes bancarias, ‘narco-fútbol’ con apuestas como manejo para el lavado, dinero para medios de comunicación que faciliten el narcomarketing (banalización del uso de drogas), apuestas como manejo para el lavado, casinos por doquier y uso del sexo como trampa para variados delitos en donde la oferta sexual se une a bandas de ‘viudas negras’ que desvalijan al incauto “viejito” que quería pasar un buen momento. A esto se agrega la elección de sugar baby (jovencitas atractivas habitualmente adictas) que facilitaran el trabajo para ‘cazar’ sugar daddy (‘viejitos’ con plata dulce).

LAS ENSEÑANZAS DE LOS PACIENTES
El consumo de drogas y su acompañante preferido como el alcohol en sus distintas graduaciones tiene todo un negocio detrás que acá estamos analizando y que surge del diálogo, en muchos casos doloroso, con pacientes que han tenido sobredosis o han sido manipulados o formaron parte de bandas de distinto tipo para conseguir mayores réditos.
Es común cuando vemos situaciones clínicas como las drogas se unen a organizaciones que manejan la búsqueda de sugar daddy con oferta de estupefacientes y sexo (padres o viejos dulces por el dinero que poseen); en otros casos la búsqueda de sugar baby (menores ‘apetitosas’ sexualmente), y por último las llamadas ‘viudas negras’ (modalidad delictiva protagonizada por mujeres que duermen con somníferos a sus víctimas para sustraerles dinero y otros objetos de valor unidas a bandas regenteadas por un ‘capanga’ que a su vez utiliza a bandas que vacían viviendas y dinero a las víctimas. Forman verdaderas organizaciones con alto grado de coordinación para concretar las acciones delictivas con distribución de roles para el desapoderamiento de bienes y dinero y, a su vez, ‘dealers’ (distribuidores) que participan del negocio.
En muchos casos se utilizan apps de citas en donde ¿incautos? acuden buscando sexo y drogas y se encuentran en muchos casos con la muerte el ultraje de todos sus bienes.
El pacto del encuentro es la puesta en marcha de todo un engranaje en donde participan distintos actores con marcados rasgos antisociales, desde chicas hasta ‘padres dulces’ en dinero y los distintos ‘capangas’ del negocio. Se duerme a la víctima si es un sugar daddy y luego sigue la función de los distintos actores en el vaciamiento de lo existente.
En una comunicación interceptada por orden judicial uno de los cómplices de las viudas negras decía: “Estoy laburando refino estoy ‘viudando’; la traigo a mi casa, se cambia, la dejo dos cuadras antes, lo engatusa, lo gotea (seguramente tranquilizantes en gotas), lo duerme, me manda la “ubi” (ubicación) y vamos” (Juez Yadarola). Frialdad antisocial total.
En otras circunstancias muchos delitos entre parejas en donde uno de ellos muere esta marcado por el consumo de sustancias. Delirios celotípicos a flor de piel llevan a hechos de sangre.
No olvidemos que las drogas son inductores directos de reacciones psicóticas con delirios y alucinaciones en donde el otro es visto como un perseguidor y siempre aparece la figura de un tercero intrusivo que va a robar la posesión como objeto de la persona amada.
Pero no es un persona, es un objeto y como tal se la trata (el último hecho sucedió en los últimos días de noviembre en La Plata en donde una joven fue tirada al vacío por su pareja por presunto engaño). Crisis de la humanización.