Dos candidatos en modo zen

Por estos días en los que las urnas ya se recortan en el horizonte de manera definitiva, los candidatos bajaron decibeles, moderaron sus énfasis y navegaron el último tramo de la campaña electoral con una parsimonia casi envidiable, en modo zen.

Cualquier hijo de vecino podría haberse acercado a ellos y dicho la mayor de las barbaridades, la injuria más lacerante que, seguramente, los candidatos hubieran reaccionado con un despliegue de buenos modales, argumentos monocordes, paz y mucho amor.

Esta noche, cuando el debate tenga luz verde, tal vez Javier Milei, el referente de La Libertad Avanza, y Sergio Massa, el mascarón de proa de Unión por la Patria, vuelvan a escalar en muestras de carácter, finas ironías, alguna que otra agresión solapada. Pero por estos días la necesidad de capturar el voto esquivo, el que no les pertenece por naturaleza, los volvió como ositos de peluche.

Volverán a mostrar las garras a partir de mañana lunes cuando la campaña tome el impulso final rumbo a una ronda electoral que será definitoria. El domingo 19 por la noche habrá un ganador y la Argentina comenzará a escribir una nueva página en su historia de variopintos presidentes.

DEBATE

Los candidatos llegan al debate presidencial de esta noche bien adiestrados por sus respectivos equipos de coaching. Subirán al estrado enarbolando sus principales estandartes ideológicos, mostrando las cicatrices de un derrotero que ha sido feroz. Sólo quedaron ellos dos de un manojo diverso de potenciales presidenciables. 

Las encuestas, instrumentos de medición que han perdido confiabilidad en el transcurso de las elecciones, muestran a Milei un par de puntos por encima de su adversario. Cobijado ahora por el armado político de Mauricio Macri, el libertario ha negociado posiciones pero mantiene firme su plan de dolarización y su obsesión por cerrar el Banco Central.

En el juego de las comparaciones, hay quienes piensan que Javier Milei podría convertirse en la reencarnación de Carlos Menem. Es decir, un mandatario que modernice el país, atraiga capitales, sofoque la inflación y desguace el Estado. La gestión del riojano tuvo la estabilidad de precios que tanto añoramos y, como contraparte, una desocupación que escaló hasta el 18%.

No es descabellado realizar estas proyecciones, sobre todo a partir del vínculo que Milei tiene con Domingo Felipe Cavallo, a quien toma como un referente. Sin embargo, como bien remarca el politólogo Julio Burdman -nota de tapa del suplemento de Economía-, es probable que la nueva alianza del libertario con el macrismo le ponga coto a su afán por pasar la motosierra por la base misma del aparato estatal. Sus nuevos socios tienen compromisos que no pueden traicionar.

SERGIO DE LA GENTE

En modo zen, Sergio Massa recorrió en la semana el territorio de la provincia de Córdoba, donde las voluntades políticas son refractarias al kirchnerismo. Allí llegó como candidato presidencial y también como el último ministro de Economía K. Ese fue su problema.

En la Docta fue ametrallado por los periodistas que le reclamaron por los subsidios, el desabastecimiento y la inflación, entre otros puntos. Tan calmo como el maestro shaolin que conduce al pequeño saltamontes, Massa hizo como que respondía. No dijo nada, pero tampoco se ofuscó. Salió indemne.

El peronismo ya no sabe cómo vestirlo a Massa para volverlo realmente propio. Las calles se tapizan de afiches con su rostro sonriente, un gesto que transmite optimismo en medio de la tormenta, y los hay también aquellos con un diseño de la iconografía justicialista de los ‘50, donde Sergio Tomás lidera a la masa de trabajadores industriales rumbo al porvenir.

En la semana su mesura no le impidió transmitir, sin que se le mueva un pelo ante el micrófono, que su próximo ministro de Economía, en caso de convertirse en presidente de la Nación, no será peronista o kirchnerista. “El ministro de Economía no será de este espacio”, dijo muy suelto de cuerpo, y no dijo nada más. Su mutismo en materia de nombres fue incorruptible.

Fue allí que las versiones comenzaron a arreciar. Podría ser Horacio Rodríguez Larreta, que yace bajo los escombros de Juntos por el Cambio. Su feeling con el peronismo y su franca amistad con el hombre de Tigre podrían franquearle el acceso al cargo, aunque como Massa tampoco sea economista.

El otro nombre en danza es el de Carlos Melconian, que rompió lanzas con la Fundación Mediterránea luego del desastre de JxC. El economista quedó en libertad entonces para arrimarle su programa económico a cualquiera de los dos candidatos -el mismo que iba a aplicar Patricia Bullrich- y dicen que ya se sentó a conversar con Massa. Poco ha trascendido de ese encuentro.

La semana que comienza hoy y que se extenderá hasta el mismísimo día de las elecciones estará marcada a fuego por los datos de la inflación que mañana difundirá el Indec. Se estima que octubre arroje un 10%, aunque también podría retroceder a un dígito. Sin ir más lejos, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el IPC fue de 9,4% para el décimo mes del año.

El calendario del Instituto proyecta que se difundirán también los datos vinculados a la Canasta Básica Total y la Canasta Básica Alimentaria; la capacidad instalada de la Industria; el Indice de la Construcción; los Precios Mayoristas y, por último, las cifras de la Balanza Comercial. Puede tratarse de una ráfaga de datos negativos, hijos de una macro distorsionada, justo a las puertas del acto electoral definitorio. 

OSCURO FUTURO

A una semana de que sepamos quién será el presidente de la Nación argentina por los próximos cuatro años, el panorama económico surge desalentador. El elegido deberá echar mano pronto a su caja de herramientas y saber que muchas de las dolorosas medidas por venir serán resistidas por una sociedad escaldada.

Para tener una idea cabal de dónde estamos parados, vale destacar el último informe difundido por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica.

Los datos del deterioro económico y social en la última década son estremecedores. El documento recalca que la tasa de pobreza, oscilante, pasó del 32% en 2010 al 43% en 2022, luego de una sucesión de años en los cuales pudo bajar al 26% en 2012, su piso más bajo. Por su parte, la tasa de indigencia estaba en 5,7% en 2017, pero evolucionó hasta un 8,1% en en 2022. Lo singular del informe es que medido este indicador sin el impacto de los planes sociales, la indigencia sería en la actualidad del 19,6%.

Llamada de alerta para los que alientan el recorte del gasto por el lado de lo social. Algo similar ocurre con la pobreza. En 2022 fue del 43,1%, de acuerdo a los datos difundidos por el Indec. Si el Estado argentino no hubiera dispuesto la red de contención social que implican programas como la Asignación Universal por Hijo, el porcentaje de pobres tendría un piso del 50%.

Un dato a tener en cuenta también es la precarización de los ingresos, producto de salarios que no logran empardarle a la inflación. La desocupación es del 7,5%, de las más bajas en los últimos 20 años, y sin embargo el simple hecho de tener trabajo no garantiza estar bien alimentado o tener un nivel mínimo de calidad de vida.

El paper de la UCA recalca: “Tanto la desigualdad persistente como la pobreza estructural son resultado de un modelo económico-productivo desequilibrado con efectos de exclusión y desigualdad a nivel sociolaboral”.

Y agrega que “sea a través del modelo pro mercado o del modelo pro Estado aumentan las barreras estructurales al crecimiento productivo y al desarrollo social. La inestabilidad económica y la heterogeneidad productiva constituyen trabas para que la inversión privada derrame hacia los sectores menos dinámicos, la pequeña y mediana empresa y las economías sociales, y que mejoren los salarios”.

Por último, el Observatorio de la Deuda Social de la UCA advierte que, de no mediar cambios profundos en la estructura económica, se producirá un aumento de pobres a partir de la caída de la clase media; el incremento del trabajo informal y la economía social de subsistencia; y el surgimiento de una sociedad más desigual no sólo en términos económicos sino también de movilidad social, inversión de capital humano y proyecciones socio culturales.