El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca marca una transición de un mundo multipolar hacia una bipolaridad renovada.
China y Estados Unidos emergen como polos en disputa, pero el campo de juego no es ideológico como en el modelo de la Guerra Fría, sino comercial, territorial y tecnológico.
En este nuevo contexto, las tierras raras han devenido en un recurso geopolítico clave, ya que sus componentes son esenciales para la fabricación de semiconductores y sistemas de inteligencia artificial, el verdadero poder estratégico del Siglo XXI.
El dominio chino en más del 90 % de la refinación global de estos minerales ha convertido a este sector en el epicentro del conflicto tecnológico con Estados Unidos, quien busca revertir esa dependencia a través de aranceles, acuerdos temporales de comercio y el fortalecimiento de su industria doméstica.
La gira de Trump en mayo de 2025 por Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Qatar consagró un nuevo eje en torno al desarrollo tecnológico conjunto y la soberanía energética, proyectando a estos países como socios preferenciales en la era de la IA. Por ejemplo, firmó en Abu Dhabi un acuerdo para construir -con chips Nvidia- el mayor campus de inteligencia artificial fuera de EE. UU., operado por empresas estadounidenses.
Esta clase de pactos no solo refuerzan la influencia regional de EE. UU. al encadenar el desarrollo tecnológico con los países que terminarán siendo garantes de la paz en la región, sino que desacopla capacidades críticas de China e impulsa la formación de bloques tecnológicos alineados con Washington.
REALISMO FUNCIONAL
Estados Unidos ha reorientado su política exterior hacia un realismo funcional. El objetivo estratégico no es un enfrentamiento directo con China, sino aislarla progresivamente de los nodos de innovación globales.
La Doctrina Trump 2.0 redefine la idea de paz, pensada como una estabilización pragmática para asegurar el flujo de capital, tecnología y bienes estratégicos.
En ese nuevo orden, la voz de los países que elijan un rol activo podrá pesar más que el volumen económico o militar. Para Argentina, el desafío es posicionarse no como espectadora de esta transición, sino como arquitecta de su propio lugar en el tablero global.
En estos días, el Presidente de los Estados Unidos ha desplegado una agenda muy intensa de reuniones con países africanos. Recibió a los líderes de Gabón, Guinea Bissau, Liberia, Mauritania y Senegal. Otra vez asomaron las tierras raras. Cada uno de los países mencionados cuentan con estos elementos clave en la batalla tecnológica actual.