‘Il Tabarro’, ‘Suor Angelica’ y ‘Gianni Schicchi’, óperas en un acto, con textos de Giuseppe Adami y Giovacchino Forzano, y música de Giacomo Puccini. Iluminación: Daniele Naldi. Escenografía: Nicolás Boni. Vestuario: Stefania Scaraggi. Régie: Pier Francesco Maestrini. Con: Fabián Veloz, Carla Filipcic Holm, Mikheil Sheshaberidze, Marta Torbidoni, Guadalupe Barrientos, Ricardo Seguel, Jaquelina Livieri, Santiago Martínez. Coro (dir: Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (dir: Beatrice Venezi). El viernes 2 en el teatro Colón.
Con espacio de casi dos meses después del espectáculo anterior, el Colón ofreció el viernes el ‘Tríptico’, de Puccini, en segunda función de gran abono de la temporada lírica oficial, en una velada que lamentablemente, con sus excepciones, resultó artísticamente muy débil tanto en sus aspectos teatrales como musicales.
Señalemos como trascendente punto de partida que el programa de mano (un primoroso librito) incluyó nada menos que ocho (8) páginas dedicadas por el regisseur Pier Francesco Maestrini a esclarecer qué es lo que quiso hacer. Tal cual. Sabido es que el mensaje de la creación artística debe irradiar de manera sensorial, directa, sin intermediario alguno. De modo que cuando su percepción se torna tan complicada como para fundamentar un largo esclarecimiento previo, ello despoja al trabajo de belleza espontánea y de claridad.
Esto quedó demostrado con una desdichada puesta, de referencias harto confusas, plagada de infiernos y de zombis, incomprensible y medularmente divorciada de las esencias nucleares, casi podría decirse sine qua non, de las tres óperas en un acto que componen el magnífico fresco pucciniano. El contexto de la última, por añadidura, fue decididamente feo y ridículo desde cualquier ángulo estético en que se lo mire.
ORQUESTA Y VOCES
Cabe sumar a ello que el desempeño de Beatrice Venezi exhibió esta vez ciertas deficiencias. En ‘Suor Angelica’, se lo debe decir, la joven maestra de Lucca se manejó con líneas esbeltas y delicadas. Pero en ‘Il Tabarro’ y ‘Gianni Schicchi’, partituras sin duda de mayor complejidad, el discurso, sin perjuicio de su prolijidad, careció de vuelo (sobre todo en la primera, exponente por excelencia del verismo), al igual que de un fraseo de mayor profundidad, acentuaciones y rítmica más marcadas.
Preparado por Miguel Martínez, el Coro Estable cumplió por su lado una labor correcta.
En lo que hace al cuadro de solistas, cabe apuntar que fue tal la falta de comunicatividad de los que intervinieron en ‘Il Tabarro’, que dio la impresión de que no entendían bien la letra de sus partes. Pese a ello, el tenor georgiano Mikheil Sheshaberidze (Luigi), de limitado volumen, lució registro spinto homogéneo y bien armado, de emanación fácil; el barítono Fabián Veloz (Michele) mostró un metal de notorias insuficiencias dramáticas, que intentó suplir con énfasis artificiales y un perfil hierático, al tiempo que a Carla Filipcic Holm (Giorgetta) se la oyó incómoda en su papel ya desde el inicio.
Por el contrario, la mezzo Guadalupe Barrientos (Zia Principessa) acreditó nuevamente excelentes graves, línea y potencia en ‘Suor Angelica’, protagonizada por Marta Torbidoni, soprano lírico-ligera italiana, de voz chiquita y emisión irregular, afectada por cierto vibrato, esto sin despecho de la expresividad de su labor.
DESTRUCCION VISUAL
En ‘Gianni Schicchi’ la destrucción visual fue de tal magnitud como para prevalecer por sobre otras consideraciones. Ello no obstante, podemos señalar que el tenor Santiago Martínez (Rinuccio), tal vez nervioso, expuso casi siempre sonido estentóreo; Jaquelina Livieri (Lauretta) tuvo un desempeño de esmaltada calidad, y el barítono chileno Ricardo Seguel (Schicchi) se manejó con estimable “vis cómica” (atención, que esta obra es una fina comedia y no una bufonada), así como también impecable dicción y timbre.
Calificación: Regular