Dios recuerda los libros que olvidan los hombres

Muchas veces los libros cumplen una misión y misteriosamente desaparecen; tal es el caso de Enrique Shaw y sus circunstancias de Ambrosio Romero Carranza.

En el Buenos Aires de la década del ochenta del siglo pasado, solo los muy allegados al biografiado podían dar testimonio de su espiritualidad profunda y de su santidad. Era imprescindible que se diera a conocer su vida a los católicos laicos del siglo XX, ya que su ejemplo de liderazgo ético en el mundo empresarial ofrece un modelo inspirador para quienes buscan conciliar fe y vida profesional. Los recuerdos de la familia, amigos y empleados debían quedar plasmados en un libro.

Una mañana en su departamento de Uruguay 1064, Romero Carranza recibió la visita de Hernando Campos Menéndez que presidia por aquel entonces la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas con una propuesta concreta: “Vos tenés que escribir la biografía de Enrique, vas a recibir todo el material que necesites, ya tenemos la editorial y además un cheque como adelanto”. Ambrosio quedó atónito.

Esa misma tarde, cuando nos encontramos, Ambrosio me relató lo sucedido y añadió: "No hay dudas de que es una propuesta propia de un empresario". Por supuesto que aceptó, pero se negó a recibir el cheque. Su actitud fue motivo de nuestras bromas irreverentes, diciéndole que por esos cheques la escribíamos nosotros…

Cecilia Bunge de Shaw entregó un cúmulo impresionante de documentación, cuidadosamente almacenada en varias valijas que ocupaban todo un cuarto de la casa. Entre esos documentos se encontraban cartas inéditas y diarios personales que revelan aspectos desconocidos de la vida del biografiado, aportando un inmenso valor histórico y personal a la investigación.

Bajo secreto profesional, tuve la oportunidad de clasificar el material que el autor aceptaba o desechaba; durante este proceso, la responsabilidad de seleccionar qué conservar y qué descartar me hizo sentir parte de una historia íntima trascendental, divina. Leer tantas cartas, diarios y reflexiones fue una experiencia profunda que me permitió comprender la dimensión humana detrás de los hechos y la memoria.

A los ochenta años, Romero Carranza escribió el libro con fruición, Había recorrido una extensa trayectoria: magistrado, profesor universitario, académico de Derecho y Ciencias Sociales y de Ciencias Morales y Políticas, conferencista, historiador y colaborador de La Prensa

.No obstante, por encima de todos esos logros, prevalecía el agitador social cristiano -como lo caratulaban los servicios de inteligencia peronista- infatigable difusor de la tradición católica en nuestra patria.

Tuvo el privilegio de cultivar la amistad con el hoy beato Shaw y como biógrafo se adentra en su trayectoria, destacando su profunda espiritualidad, el desafío de mantener valores cristianos en el mundo empresarial y su capacidad de desprenderse de lo material sin abandonar sus responsabilidades terrenales.

La biografía abarca momentos significativos como la persecución religiosa que llevó a Shaw a prisión, en 1955 en el estertor de la tiranía peronista, su gesto de generosidad al compartir su colchón con otro detenido, y la ausencia de rencor hacia quienes lo interrogaron, lo que pone de manifiesto su carácter ejemplar y su entrega al prójimo.

Estos episodios, junto con la descripción de sus vínculos familiares y su paso por la Acción Católica y la Democracia Cristiana, ilustran por qué esta obra es considerada una de las más intensas y reveladoras de Romero Carranza, permitiendo al lector comprender en profundidad la dimensión humana y espiritual del beato Enrique Shaw.

Desde su primer libro, El triunfo del cristianismo, hasta este que recordamos de una serie de más de diez títulos diferentes la pluma de Romero Carranza, tan incesante como apostólica, regaló horas de lectura, estudio y placer estético.

Con este libro cumplió su mayor objetivo: ayudar a qué se revalorice la santidad de los laicos en medio del mundo y nos confirma que Dios recuerda los libros que olvidan los hombres.