Diálogos de tango y Borges

Andrea Bonelli en una obra de Hanna Schygulla.


‘Borges y yo. Recuerdo de un amigo futuro’, de Hanna Schygulla, sobre textos de Jorge Luis Borges (en versión de H. Schygulla y Andrea Bonelli). Dirección: H. Schygulla. Dirección musical: Julián Vat. Música original y arreglos: Peter Ludwig. Diseño de iluminación: Eli Sirlin. Diseño de escenografía: Oria Puppo. Diseño de sonido y video: Iván Grigoriev. Con: Andrea Bonelli, Shino Ohnaga (piano), Cristina Titi Chiappero (cello). Hasta este sábado, en la sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín.


 

Jorge Luis Borges y el escritor entrerriano Ricardo Zelarayán destacaron el arte de conversar en Evaristo Carriego y en Macedonio Fernández, es decir, el gusto por la palabra hablada como sustrato o capa previa a la escritura, la música verbal de los barrios populares de Buenos Aires cuyo ritmo parece fluir en sus textos. Carriego trae, sin embargo, también cadencias de su Entre Ríos natal, desde donde baja a Palermo Viejo después de la derrota de López Jordán; de modo que hay un desplazamiento concreto por diferentes espacios y sus registros de habla: el de provincias, el porteño. También Borges cruza zonas y géneros: de poemas y milongas de arrabal a cuentos sobre la “materia del tiempo” y otros asuntos de carácter especulativo, hasta el cruce decisivo de su literatura: la ceguera posterior a ‘El Sur’, para muchos su mejor cuento (el último que escribe en forma manuscrita antes de la ceguera). Es el relato de un desplazamiento en tren a la llanura suburbana, Adrogué. Después del ´55, Borges dicta, ya “no escribe”, es decir, habla y (se) escucha.


EN VOZ ALTA

Sobre todo oyendo a Borges, sobreviene la impresión de que tiene un gusto enorme por la conversación, a sabiendas de que, como ha señalado él mismo: "Un verso bueno no permite que se lo lea en voz baja, o en silencio. Si podemos hacerlo no es un verso válido: el verso exige la pronunciación. El verso siempre recuerda que fue un arte oral, antes de ser un arte escrito, recuerda que fue un canto".

Pareciera que este particular arrobo por la palabra hablada es el que lo vuelve recuperable en ‘Borges y yo. Recuerdo de un amigo futuro’, el espectáculo que Andrea Bonelli vocaliza y actúa sobre algunos textos del autor. La obra, que toma el nombre de uno de sus cuentos, es en realidad un regalo que la actriz polaco-alemana Hanna Schygulla, acostumbrada a incorporar en sus espectáculos textos de autores como Handke y Müller, le hace a su par argentina, esta vez de un trabajo sobre textos de Borges.

La versión que se presenta en el San Martín, además, como acostumbra también Schygulla, incluye tangos. El espectáculo se redondea, entonces, con la letra de los textos borgeanos y el diálogo que Bonelli entabla entre ellos y algunos tangos que provienen de su propia memoria biográfica, en particular, la de su padre, quien le legó esta pasión por la canción porteña.

El gesto de traducción de los textos escritos a la oralidad, la herencia de Carriego y Macedonio en el tono de la cadencia hablada, y este diálogo entre música y poesía, alemán o francés y español…En suma, esta tensión no resuelta sino expuesta en forma viva del pasaje o la frontera entre los términos de estas dualidades es el secreto que vuelve a este espectáculo un diseño muy contorneado y delicado, desplegado en un espacio semivacío poblado de objetos por los que anda la actriz, a veces visible, a veces invisible, pero siempre audible. Y hay que destacar la cadencia de perfecta simetría con que los textos son dichos, actuados, diríamos, al punto de convertirse en un espectáculo de narración oral que oímos embelesados por una dicción impecable.


UTOPIA

El mundo que se crea y en el que dialogan textos (una versión sencilla, pero de sutil y hábil composición actoral de ‘Utopía de un hombre que está cansado’; un contrapunto en alemán y español, casi a coro, de ‘Ulrica’; la particular anécdota del motivo universal del reconocimiento de quien vuelve a los viejos sitios de ‘El cautivo’; el poema ‘La suma’, entre otros) y tangos (‘Uno’, ‘La última curda’, y particularmente ‘El choclo’, del que Borges habla a través de una grabación que se oye en la obra, que Bonelli interpreta) cuenta con el virtuosismo sutil y encantador de la pianista japonesa Shino Ohnaga y la cellista Cristina Titi Chiappero.

El espectáculo se cierra con una versión a dúo entre Bonelli y Schygulla de ‘El día que me quieras’, inmediatamente después de oír el texto ‘Borges y yo’, es decir, esa confusión algo risueña entre autor y escritor que termina depositándose en los arrabales del lenguaje o, lo que es lo mismo, en la tradición, al igual que el zaguán, la puerta cancel, el café, la fuga hacia la invención de cosas nuevas para quitarse la piel de uno mismo.

Calificación: Muy bueno