El peronismo con aliados de la izquierda, radicales y bloques minoritarios intentará hoy infligir una derrota política a Javier Milei que puede detonar la precaria estabilidad macroeconómica de los últimos nueve meses. Lo hará o pretenderá hacerlo en el Congreso aumentando el gasto público sin financiamiento en dos rubros: el previsional y el de la educación universitaria. La causa es noble; el objetivo político, no. Para debilitar el apoyo popular conseguido por Milei gracias a la brusca caída de la inflación, la oposición juega a exacerbarla otra vez. La razón del espectáculo que Unión por la Patria y sus aliados montarán hoy en el Diputados no es más compleja que eso. Los opositores quieren manejar la economía desde el Congreso para hacerla descarrilar, a lo que hay que añadir que la ofensiva para rechazar el veto de la reforma jubilatoria es sólo un anticipo: la batalla decisiva será por el presupuesto 2025 que Milei presentará el domingo.
Según la Constitución, el poder administrador es el Ejecutivo, pero el peronismo juega a gobernar (o desgobernar) desde el Palacio de las Leyes, estrategia que de prosperar no tendrá como consecuencia una mejora de la situación económica o social, sino un caos que muy pronto se trasmitirá a las instituciones.
Esto último ya pasó en 2021, cuando el gobierno de Fernando de la Rúa fue derrumbado por una coalición entre Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín. La justificación fue entonces la salir de la convertibilidad. Hoy el asedio a Milei es promovido con la excusa de que el ajuste fiscal frenó en seco la inflación, pero ha provocado una caída de ingresos en sectores vulnerables.
Duhalde había sido derrotado por De la Rúa en las urnas y su ingreso a la Casa Rosada por la ventana tuvo consecuencias trágicas: la salida de la convertibilidad se hizo de manera salvaje y hubo sectores que se beneficiaron (por ejemplo algunos medios que vieron sus deudas en dólares pesificadas) y un empobrecimiento generalizado del resto. Duhalde tomaba decisiones consultando a los legisladores, pero ese gobierno semiparlamentario duró poco. La misma violencia callejera que se había llevado a De la Rúa, se lo llevó a él.
Más de dos décadas después se llega a una encrucijada parecida. La situación desde luego no es igual por varias causas. Milei no es Duhalde, en la Casa Rosada hay un outsider de la política y el peronismo sufrió un evidente desprestigio después de dos décadas de ejercer el poder discrecionalmente con consecuencias devastadoras en términos económicos y sociales.
Pero la debilidad del presidente en el Congreso y el resentimiento opositor por haber sido doblegado por un personaje extravagante constituyen una mezcla. En las últimas horas Milei accedió a negociar con parte de la casta (macristas y radicales) para frenar la ofensiva en la Cámara baja. Si eso no da resultado y le rechazan el veto, deberá gobernar desde una peligrosa posición de debilidad.
Según la Constitución, el poder administrador es el Ejecutivo, pero el peronismo juega a gobernar (o desgobernar) desde el Palacio de las Leyes, estrategia que de prosperar no tendrá como consecuencia una mejora de la situación económica o social, sino un caos que muy pronto se trasmitirá a las instituciones.
Esto último ya pasó en 2021, cuando el gobierno de Fernando de la Rúa fue derrumbado por una coalición entre Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín. La justificación fue entonces la salir de la convertibilidad. Hoy el asedio a Milei es promovido con la excusa de que el ajuste fiscal frenó en seco la inflación, pero ha provocado una caída de ingresos en sectores vulnerables.
Duhalde había sido derrotado por De la Rúa en las urnas y su ingreso a la Casa Rosada por la ventana tuvo consecuencias trágicas: la salida de la convertibilidad se hizo de manera salvaje y hubo sectores que se beneficiaron (por ejemplo algunos medios que vieron sus deudas en dólares pesificadas) y un empobrecimiento generalizado del resto. Duhalde tomaba decisiones consultando a los legisladores, pero ese gobierno semiparlamentario duró poco. La misma violencia callejera que se había llevado a De la Rúa, se lo llevó a él.
Más de dos décadas después se llega a una encrucijada parecida. La situación desde luego no es igual por varias causas. Milei no es Duhalde, en la Casa Rosada hay un outsider de la política y el peronismo sufrió un evidente desprestigio después de dos décadas de ejercer el poder discrecionalmente con consecuencias devastadoras en términos económicos y sociales.
Pero la debilidad del presidente en el Congreso y el resentimiento opositor por haber sido doblegado por un personaje extravagante constituyen una mezcla. En las últimas horas Milei accedió a negociar con parte de la casta (macristas y radicales) para frenar la ofensiva en la Cámara baja. Si eso no da resultado y le rechazan el veto, deberá gobernar desde una peligrosa posición de debilidad.