Desde Ucrania: un mensaje a Tinelli

Zelensky participó en la puja electoral esencialmente a través de las redes sociales, con muy poca propaganda convencional y casi sin brindar entrevistas periodísticas de las que pudieran extraerse al menos las líneas gruesas de que podría tener un gobierno a su cargo.

Marcelo Tinelli es, nítidamente, un hombre de la televisión. Y además del dinero, ciertamente. Exitoso, es bien evidente. Aunque casi siempre se dirija a la gente sin demasiada sustancia. No me cuenten entre sus admiradores. Pero es obviamente un personaje no sólo interesante, sino ambicioso y, seguramente estimulado por su entorno, quiere más. Aspira ahora, no sin la cuota de arrogancia del caso, a poder de pronto aparecer como una figura política nacional capaz de competir, nada menos, que por la presidencia de nuestro país. Parece increíble. Pero es así. 

Lo cierto, sin embargo, es que en el mundo en que vivimos hay otros que, como él, tienen aspiraciones bastante similares, alimentados siempre por los fracasos de las clases políticas, que son muy evidentes en las más diversas latitudes. 

En Ucrania, por ejemplo, un popular comediante de la televisión local, el joven Volodymyr Zelensky, podría de pronto ser electo presidente de ese, hoy realmente caótico, país.
Su personaje televisivo es, curiosamente, el de un honesto maestro que, sorpresivamente, es de pronto electo presidente de su país. 

Para Zelensky, esa ficción podría transformarse en realidad. En una primera vuelta electoral destrozó a su rival, el presidente Petro Poroshenko, obteniendo un imbatible -y espectacular- 73% de los votos totales. Una avalancha de votos a su favor, generada por un electorado claramente harto de los políticos tradicionales que han empantanado a Ucrania en un mar de intolerable corrupción, empujándo a su pueblo a tener que soportar los niveles de vida realmente más bajos de Europa. Y que, además, está, desde hace ya un lustro, en guerra con la territorialmente insaciable Rusia de Vladimir Putin, que pretende anexar buena parte del suelo ucraniano. Para Rusia, la elección de Zelensky no es, cabe advertir, una buena noticia. Expresa, es cierto, el obvio rechazo del pueblo ucraniano a las ambiciones rusas.

EN LAS REDES

Zelensky participó en la puja electoral esencialmente a través de las redes sociales, con muy poca propaganda convencional y casi sin brindar entrevistas periodísticas de las que pudieran extraerse al menos las líneas gruesas de que podría tener un gobierno a su cargo. Por todo esto, la dirigencia empresaria de Kiev no oculta sus preocupaciones acerca del futuro inmediato. Ocurre que sin previsibilidad no hay confianza.

Nunca Zelensky triunfó en las urnas pese a que su predecesor y rival, Petro Poroshenko, apoyado por las elites económias que controlan a Ucrania, había logrado obtener -previamente- dos triunfos bien significativos. Primero, el de suscribir un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea y, segundo, además, otro con el Fondo Monetario Internacional, con los que se conjuraron las amenazas comerciales y financieras más inmediatas que se cernían sobre Ucrania. A lo que, sin embargo, Zelensky sumó, en las distintas entrevistas que tuvieron que ver con su visión económica, un cierto aire de desconocimiento de la actual realidad internacional. 

Pero pudo, en cambio, aprovechar el natural malhumor de su propio pueblo, ante la típica cuota de austeridad que ambos acuerdos antes mencionados impusieron a un país claramente desorientado, con una sociedad cansada y abiertamente desencantada.

En su favor, Zelensky podrá en más contar con la buena voluntad de Donald Trump, Angela Merkel y Emmanuel Macron. No es poco. Pero no alcanza.

SILENCIO RUSO

Por ahora, Vladimir Putin, en cambio, se ha mantenido estacionado en un sugestivo silencio, absolutamente esperable para el lider de un país ambicioso que hoy está en guerra abierta contra una Ucrania ya lastimada por los más de 13.000 muertos acumulados en su transcurso y por el secuestro ante las cámaras de la televisón mundial, de 24 de sus marinos militares por parte de la poderosa Armada rusa. 

Zelensky habla ruso, como su primer idioma y conoce las ambiciones que históricamente la han alimentado.

Sus prioridades inmediatas de acción son, todas, altamente complejas de alcanzar. Particularmente para un gobierno que no tiene mayoría parlamentaria y que, por ello, deberá negociar cada medida concreta con los partidos políticos tradicionales. 

Hablamos de temas tan sensibles como: (i) la imprescindible lucha contra la corrupción; (ii) el ordenamiento del capítulo de la defensa, hoy plagado de ilegalidades; (iii) las inmunidades que protegen a los parlamentarios locales; y (iv) permitir la destitución legal y transparente de los presidentes de su país, en aquellos casos que así lo requieran. 

Todos ellos son desafíos importantes, en los que deberá enfrentarse con las elites que todavía detentan efectivamente el poder en su país. Nada simple, pero ciertamente son pasos imprescindibles.

APERTURA

En otro orden de cosas, cabe apuntar asimismo que Volodymyr Zelensky profesa la religión judía. Lo que, en un país que hoy es esencialmente cristiano, como es el caso de Ucrania, no parece haber provocado dificultad política sustantiva alguna. Ni antes, ni tampoco durante la contienda electoral. 

Lo mismo sucede con el primer ministro actual, Volodymyr Groysman, que también es judío. La religión judía de Volodymyr Zelensky, cabe concluir, no resultó en modo alguno obstáculo político, ni limitación real para sus aspiraciones. Como debiera, siempre, ser el caso. 

Pero lo cierto es que la historia ha sido a veces muy diferente en Ucrania, desde que -tanto cuando fuera gobernada por los alemanes, como cuando estuviera bajo el yugo ruso- existieron momentos en los que el antisemitismo fue, desgraciadamente, una lamentable realidad en ese país y estuvo, en algunos momentos, hasta empujado desde el mismo Estado. 

Ucrania tiene hoy una importante y exitosa comunidad judía, que algunos estiman es del orden de unas 400.000 personas.

No obstante, el novato Volodymyr Zelensky fué acusado de otra cosa. De ser apenas un títere de uno de los hombres más ricos de Ucrania, Igor Kolomoisky, un auténtico y poderoso zar en los medios locales. 

Distinto fue, ciertamente, el caso de la provocadora televisión oficial rusa, que afirmó -muy suelta de cuerpo- que el finalmente candidato perdidoso, Petro Poroshenko, es en rigor un cristiano ortodoxo y asiste regularmente a los servicios religiosos de esa denominación, en realidad era un judío, de apellido Weizman, que ocultamente procuraba lastimar el clima de fraternidad que debe siempre existir entre todos los pueblos eslavos. Una fábula absolutamente grotesca que, sin embargo, no parece haber perjudicado demasiado las posibilidades reales de su destinatario.

PROVOCACION

Para complicar, desde el mismo vamos, la ya próxima gestión presidencial de Zelensky, Rusia acaba de anunciar, mediante un decreto especial, que entregará a los separatistas armados del este de Ucrania, en Donetsk y Lugansk, pasaportes que acreditarán su nacionalidad rusa. Hablamos de algo más de tres millones de personas a las que se ha intentado seducir. 

No sin ironía, Zelensky -en reciprocidad- ofreció pasaportes ucranianos a los rusos que sufran el autoritarismo de sus actuales autoridades.

Pese a todo, Zelensky, claro está, se ha comprometido a defender la integridad territorial ucraniana y a hablar el idioma ucraniano durante su gobierno. Lo que es tan sólo natural, pero tiene carácter de mensaje directo respecto de la Federación Rusa y de su ciertamente agresiva política intervencionista respecto de Ucrania, país que, desde el 2014, aspira -mayoritaria y abiertamente- a formar parte de Occidente.

Para personajes como Tinelli, los desafíos son obviamente otros. Pero son también enormes, en un país cada vez más desencantado y ostensiblemente cansado, que está sumido en recesión y que va camino a elecciones nacionales para las que aún faltan seis meses del que puede ser un intenso, complicado y agitado intermezzo.