EL RINCON DE LOS SENSATOS

Descuartizadores: el malo y los buenos militantes (de Burgos a la mafia del Chaco)

En febrero de 1955, la temperatura política no iba en zaga a la del termómetro: Perón había perdido el rumbo y su derrocamiento se incubaba a ojos vista. Sin embargo, una noticia de orden policial desplazó de los diarios a cualquier otra.

En distintos puntos de la ciudad y de sus alrededores fueron apareciendo partes del cuerpo de una mujer. El caso tuvo al país en vilo. No se tenía memoria de una atrocidad semejante.

A ella se la recuerda como Alcira. Tal era su nombre. Y al poco tiempo fue detenido su asesino y descuartizador, Jorge Burgos. Cuyo juicio y condena alimentó por mucho tiempo más a toda la prensa. Porque la atención del público se mantuvo durante el proceso: la monstruosidad exigía castigo.

Pues bien, hace tres meses una joven, Cecilia, fue asesinada -y todo indica que descuartizada y quemada- entre la casa y la chacra de un tal Emerenciano Sena, sujeto íntimamente ligado al gobernador del Chaco, Jorge Capitanich.

El principal sospechoso es el hijo de Sena, César. A quien su madre, Marcela Acuña, en carta que le envió, lo culpó del homicidio, a la par que proclamaba su inocencia y la de su marido, Emerenciano. Cabe aquí acotar que tanto éste como su cónyuge figuraban como precandidatos a diputados provinciales en la lista de Capitanich.

Hace apenas tres meses de semejante horror, pero está desapareciendo de los medios, ocupados sobre todo en las primarias y sus resultados, en lo que nos espera en octubre y en los candidatos que allí competirán.

Entre tantos candidatos, está quien aspira a ser reelecto como gobernador del Chaco: Jorge Capitanich. Cuyo entorno es capaz de atrocidades que se emparejan con las de los dictadores caribeños que imaginaron -o inspiraron- a García Márquez, Miguel Angel Asturias y Alejo Carpentier.

Porque, por un lado, está su enorme cercanía con los sospechosos del crimen. Y por el otro hace campaña con un video en el cual al cuerpo de Maradona, haciendo maravillas con la pelota – se le implanta la cabeza del Coqui. Realismo mágico del cuarto mundo.

El crimen de Alcira conmovió a la sociedad, siendo que quien la asesinó, Burgos, era un desequilibrado que mató por una pasión desviada y no tenía la menor vinculación con el mundo de la política (ni con políticos). Lo de Cecilia es un crimen perpetrado por la peor de las mafias: la que se encarama en el poder y actúa con la impunidad que éste le brinda.

Burgos fue, por años, el prototipo del mal. En cambio, la indignación que levantó el crimen de Cecilia se está diluyendo. Noticias políticas y la de otro descuartizamiento, el de un señor con contactos y actividades de peligro, lo suplantan en las páginas.

Además, los sospechosos del Chaco gustan presentarse como “militantes populares” y fotografiarse bajo retratos del Che. Con lo cual silencian a ciertos sectores para los cuales cosas tales dan capa de inmunidad. El partido al que pertenecen, también guarda silencio. Que tal calaña de sujetos robe a la gente y, a veces, la mate, no es cosa que los indigne ni que los escandalice.