Siete días de política
Desbordes de furia opositora en una campaña sin precedentes
Aminoró el escándalo por el extraño caso Spagnuolo, pero el Presidente de la Nación fue agredido en el conurbano y su hermana en Corrientes cuando desafiaban a los poderes locales
La campaña alcanzó un nivel de violencia que no se veía dese hacía tiempo. Con pedradas y patotas, la “política” tradicional acorraló al oficialismo y retrotrajo varias décadas las prácticas electorales.
Blanco de esa furia fueron el presidente y su hermana. Las agresiones provinieron de una oposición multipartidaria que en el conurbano responde al peronismo y, en Corrientes, al radicalismo que intentará hoy que Juan Pablo Valdés suceda en el control de la provincia a su hermano, Gustavo Valdés. La familia ante todo.
La violencia política nunca es buena, pero en el presente caso tiene una virtud didáctica. Revela cuánto hay en juego y hasta dónde están dispuestos a llegar quienes no admiten que se les dispute el poder.
Paradójicamente la reacción de la dirigencia partidaria contra Milei le hace el juego al presidente, porque polariza y anula cualquier posibilidad de una tercera vía “moderada”. Es difícil votar junto a Máximo Kirchner y pasar por neutral.
Por eso los dirigentes que predican el consenso no abren la boca desde hace semanas. Ni siquiera para repudiar las agresiones. Invocan la república y el estado de derecho, pero no pasan de ahí. La lucha real es a todo o nada entre todo el arco político y los libertarios que ven la oportunidad de borrar del mapa la burocracia partidaria y se niegan a pactar con ella (ver “Por esto decidió Karina”).
Esa es la clave por la que la campaña se volvió encarnizada en tres frentes, todos adversos al gobierno.
Primero, el de los medios, con el escándalo de grabaciones anónimas a un ex funcionario que tuvo arrinconado al oficialismo durante varios días. Cuando se esperaba una arremetida final en la Cámara de Diputados a propósito de la presencia del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, la ofensiva se diluyó. Hubo ausencia masiva en las bancas y las más duras embestidas provinieron de ex libertarios. Francos salió indemne y saludando.
Otra señal de que el efecto Spagnuolo amainaba fue el lanzamiento de otro audio, en este caso de una conversación privada de Karina Milei. No contenía ningún indicio de corrupción, pero no importaba; lo importante era alimentar a los medios con más escándalo para desplazar la violencia electoral. De manual.
En el caso Spagnuolo la novedad fue que el gobierno rompió el silencio y lo acusó de mentir. La demora en hacerlo había sido letal para su credibilidad. Milei también respaldó la intervención de la Justicia, aunque el juez y el fiscal se movieron con una celeridad tan infrecuente como sospechosa. No denunció “lawfare”, ni se declaró perseguido político.
Denunció en cambio una “operación” en su contra armada por la oposición con grabaciones ilegales de hace un año. Hay antecedentes en la materia que favorecen esa hipótesis: las falsas “coimas” del Senado, la falsa denuncia contra Enrique Olivera y la campaña montada sobre la “desaparición” de Maldonado en tiempos de Macri. Todas fogoneadas por el peronismo y propaladas por los medios (ver ¿”Corrupción u operación?”).
El segundo escenario que se convirtió en una ciénaga para Milei es el Congreso. Aunque durante la semana pasado no funcionó, el Senado tiene previsto aprobar en la que hoy se inicia un proyecto que veda prácticamente el uso de DNU a quien no tenga una mayoría aplastante en ambas Cámaras, es decir, el peronismo. El propósito es demoler la gobernabilidad y por carácter transitivo el plan de estabilidad que es la carta de triunfo de Milei.
La ofensiva mediática con denuncias de presunta corrupción y en el Congreso con proyectos antiestabilidad generaron incertidumbre en el tercer escenario, el de los mercados, donde un intento de corrida al dólar por parte de los bancos fue frenado por el Ministerio de Economía. Tanto Javier Milei como Luis Caputo atribuyeron el problema del alza de tasas estrictamente a turbulencias creadas por la oposición en campaña.
Caputo habló a los votantes calificando la situación como "transitoria" y vinculándola con el intento opositor de quebrar el programa económico. "Cuando la gente vote, va a bajar la tasa, el riesgo país y van a subir las acciones", prometió. Todo sirve para la campaña.
Javier Milei se encargó de pasar el mismo mensaje a los empresarios reunidos por el CICyP: “Cuando me presenté ante ustedes el año pasado, cierto ruido en el mercado generaba algún grado de ansiedad. Les expliqué que el ruido no era más que eso: ruido. Y el tiempo terminó dándome la razón dado que no nos movimos ni un centímetro de nuestro plan y todo terminó acomodándose tal cual les anticipé”.
Esa fue y sigue siendo la estrategia del gobierno por lo menos hasta después de las elecciones. No la cambiará, aunque los desafíos del “establishment” económico y político sigan escalando hasta el 26 de octubre.