CLASICA: En la ‘rentrée’ de 'Orfeo en los infiernos', en el Colón
Demasiado ruido y pocas nueces
‘Orfeo en los infiernos’. Opereta en cuatro actos, con texto de Héctor Crémieux y Ludovic Halévy, y música de Jacques Offenbach. Coreografía: Carlos Trunsky. Iluminación: Verónica Alcoba. Escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez. Vestuario: María Emilia Tambutti. Video: Matías Otálora. Régie: Pablo Maritano. Con: Carlos Natale, Mercedes Arcuri, Eugenia Fuente, Víctor Torres, Ricardo Seguel, Paula Almerares, María Castillo de Lima, Santiago Martínez. Coro (direc.: Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Christian Baldini). El jueves 7, en el teatro Colón.
Había una gran expectativa alrededor del estreno en el Colón de ‘Orfeo en los infiernos’. No sólo porque esta divertidísima e inspirada opereta, que se ofreció en Buenos Aires en 1866 y se repuso en el Marconi en 1904, era el primer título bufo de Offenbach que se presentaba en nuestra gran sala desde su inauguración en 1908, sino también debido a las perspectivas de incluir un espectáculo de genuina alegría e indudable clase en el contexto de temporadas tan alicaídas como la actual y la del año pasado. Sin embargo, esas esperanzas se vieron drásticamente defraudadas porque en su séptima función de gran abono, la esperada representación de este jueves, además de algo confusa conceptualmente y de no provocar demasiadas risas, resultó como común denominador desvaída musicalmente, algo contradictorio por esencia con lajoie de vivre característica de toda la creación cómica del ilustre compositor.
ORQUESTA PESADA
Uno de los principales responsables de estos resultados fue Christian Baldini, maestro marplatense radicado en Estados Unidos desde hace más de veinte años, cuyo discurso al frente de la Orquesta Estable se oyó siempre grueso y chato, carente de nervio y sutilezas, de la grácil levedad, articulaciones y detalles tan propios del esprit français. En una palabra, del fino regocijo del “petite Mozart des Champs Elysées”, tal como lo definió Rossini.
En lo que hace a la parte visual, cabe realizar ciertas puntualizaciones. La iluminación, diseñada por Verónica Alcoba, pareció inteligente y atildada; la escenografía elaborada por Gonzalo Córdoba Estévez (complementada por proyecciones de video de Matías Otálora) se percibió agradable, ingeniosa, armoniosa; y los figurines bocetados por María Emilia Tambutti revelaron encomiable despliegue de creatividad. La régie estuvo a cargo de Pablo Maritano (con asistencia de Carolina Basaldúa) y, con rumbo contrario al del concertador, exhibió impecable agilidad y cuidadas marcaciones actorales, así como también fluidez de movimientos y dinámico manejo de conjuntos (hubo legión de bailarines-figurantes en escena). Pero paralelamente con ello, la farsa lució por momentos exagerada (¿podemos hablar de la parodia de una pieza paródica?), ello a punto tal de asemejarse al burlesque revisteril francés (no por cierto el criollo), lo que alejó la producción en su contexto del núcleo de las ideas centrales de Offenbach, dirigidas a la sátira de Napoleón III, su corte, las costumbres y la hipocresía social del Segundo Imperio, mensaje que admite desde ya ser generalizado.
CUADRO VOCAL
Cantada en francés, los diálogos de ‘Orphée aux Enfers’ fueron vertidos en castellano, con versificación poco afortunada de Gonzalo Demaría (locuciones no siempre inteligibles en su totalidad, y aquí el reproche es para el director teatral). Y además de una introducción en cabeza de La Opinión Pública, absolutamente descontextualizada que desacomodó a todo el mundo, incluyeron una ridícula alteración de la letra de ‘Quand j’étais roi de Béotie’, una de las páginas más conocidas de toda la obra.
Preparado por Miguel Fabián Martínez, y obligado a desplazamientos y acciones inusuales, el coro estable se las arregló como pudo. En cuanto a los solistas, tanto Iván Maier (Minos) como Paula Almerares (Venus), Víctor Torres (John Styx), Eugenia Fuente (La Opinión Pública), mejor a partir del segundo acto; Daniela Prado (Cupido) y el recio y eficaz barítono chileno Ricardo Seguel (Júpiter), cumplieron correctas labores. El tenor Carlos Natale (Orfeo), aparte de metal redondo, fue quizás quien exhibió mejor estilo, además de destacadas condiciones teatrales, al igual que su colega característico Santiago Martínez (Plutón), estupendo y contagioso en su gestualidad y dueño de un registro terso y grato, nítidamente amoldado a su papel.
La soprano brasileña María Castillo de Lima (Diana) sorprendió en orden a la belleza, color y calidad de su órgano, y nuestra compatriota Mercedes Arcuri (Eurídice), radicada en Europa de larga data, exhibió en cambio voz chiquita y apretada, insuficiente para el Colón.
Calificación: Regular