Es curioso como la obra de arte se abre su camino en el mundo. Parece que tuviera vida propia. Una carta fechada en 1883 inspiró una de las mejores novelas de la tercera década del siglo XXI. Su composición fue el proyecto de toda una vida, confiesa Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956), un escritor neobarroco que merece el premio Nobel de Literatura tanto o más que Thomas Pynchón, Haruki Murakami o John Banville.
La epístola decimonónica arriesgaba la posibilidad de que un bandido de la Valaquia (hoy Rumania) se haya convertido en señor de la guerra en Etiopía y, después de pactar con el Imperio británico, el osado impostor accede al trono de esa tierra de maravillas en 1855, fingiendo que es descendiente de la semilla del rey Salomón. El sanguinario Tewodros II gobernó trece años hasta que Londres, como suele hacer con sus peores vasallos, le retiró sus favores. Cercado por los casacas rojas del barón Robert Napier en la fortaleza de Magdala, el Negus se pegó un tiro en la boca con la pistola nacarada que le había regalado la reina Victoria.
Sobre esa endeble conjetura, pues, Cartarescu edificó su obra maestra: Thedoros (Impedimenta, 645 páginas), entregada a la imprenta en 2024.
Su autor la define como "una novela pseudohistórica de ficción". Lo que usted debe saber es que se trata de Su Majestad la Novela Oceánica, escrita por un literato en su nivel óptimo. Una catedral de palabras henchida de sublime poesía y alta filosofía, ornamentada con teología, realismo mágico y sutiles anacrónismos, refrescada por un torrente de relatos, personajes de fábula y de la Historia real, homenaje al mundo decimonónico ("un siglo verdaderamente asombroso") y al arte literario (¡qué final!).
El narrador de las aventuras de Tudor-Theodoros-Tewodros II es un arcángel que nos advierte sobre un peculiar rasgo humano:
"... algunos, destinados a no tener destino, se forjan solos su propio destino pues ese es su deseo, y su deseo es férreo y tajante".
Las riquezas de este libro son innumerables. Nos pasea por cuatro mundos fascinantes: a) La Valaquia ocupada por los otomanos, donde nació el protagonista como siervo de la gleba. b) el archipiélago griego que Theodoros, a los 21 años, puso patas para arriba aterrorizando los lugareños y labrándose una gran fama como pirata buscando de isla en isla el sagrado nombre SAVOATH. c) La bendita Etiopía cuya dinastía de más de dos mil años cayó en manos de un don nadie llegado del frío. d) La Judea del Rey Salomón. Narrador voluptuoso, Cartarescu añade otros escenarios, como el San Francisco del emperador Norton I, para describir años clave: 1827, 1830, 1834 1838, 1857...
Mil historias, entonces, atesoradas en una trama que no es lineal; va y viene en el tiempo.
Aunque conviene leer el libro sin prisas, la atención nunca flaquea. Es que -como establece Cartarescu- "las leyendas con su rareza y con la ofuscación de las mentes que las producen, no cesarán jamás pues la débil mente de los hijos de Adán busca alivio en lo inaudito y lo desconocido".