POR DANILO ALBERO
Hace un par de días, buscando etimologías en Internet, di con un trabajo, escrito en 2019, por dos académicas de universidades de Italia, sobre un término en inglés por el que tengo un especial cariño: retronym, y al cual ellas proponen una adecuada versión en nuestro idioma y basada en la misma etimología: “retrónimo”.
Mi relación con retronym, tiene más solera que la de las académicas, entre 2003 y 2009 seguí la columna dominical “On language” del New York Times. Su autor, William Safire (1929-2009), era un académico, periodista, escritor y columnista. En estos artículos, a partir de un suceso político, muchas veces hacía medulosos análisis lingüísticos con palabras o giros idiomáticos de reciente cuño. El 7 de enero 2007 vi por primera vez la palabra retronym, incluida como título de su columna; el término ostentaba complicada etimología, un neologismo injerto del latín retro (hacia atrás) y el griego ónoma (nombre) y fue utilizado por primera vez en 1980 por el locutor y periodista Frank Mankiewicz, asesor político y presidente de la National Public Radio -servicio de radiodifusión pública estadounidense que produce y transmite programas noticiosos y culturales, retransmitidos en una red nacional de más de un millar de estaciones en todo el país-. Frank Mankiewicz solía repetir retronym y dar ejemplos en sus programas hasta que, el 7 de enero de 2007, William Safire le dedicó su columna; ese artículo consagró la inmediata difusión del vocablo.
Un retrónimo y el concepto de retonimia surgen de la necesidad de adjetivar a un objeto, concepto o fenómeno ya existente con uno nuevo y de distinta tecnología que cumple la misma función. Esta definición acerca peligrosamente a retrónimo al llamado “lenguaje políticamente correcto” o eufemístico, neologismo usado para suavizar el uso de términos cargados de connotaciones negativas. Entre otros: energía o central nuclear que se considera preferible a energía o central atómica, ya que la palabra “atómica” nos recuerda a las bombas; o ingeniería genética en sustitución de la agresiva “manipulación genética”; o síndrome de Down en vez de “mogolismo”, término cargado de connotaciones peyorativas para identificar, por su fisonomía, a quienes lo padecen con la etnia asiática. No obstante, las centrales y la energía siguen siendo atómicas, los alimentos transgénicos han sido manipulados genéticamente y quienes tienen síndrome de Down seguirán con rasgos mogoloides…
VACIO NARRATIVO
Pero tratándose de palabras con significados añejos, hay historias antiguas, o no tanto, que no se comprenden -o se comprenden a medias- porque ha desaparecido el objeto, trabajo, idea o palabra en ellas mencionadas y ahora vuelto arcaísmos, por lo tanto, tenemos un vacío narrativo que debemos volver a llenar. Pienso en las galeras de combate en la batalla de Lepanto con sus “chusmas” (derivada del griego kéleusma: canto acompasado del remero jefe para dirigir el movimiento de los bogadores en las galeras) en su acepción primitiva para designar a los galeotes; y los “cómitres” -en las galeras capataz que vigilaba a los galeotes en su boga y otras maniobras; además de castigarlos-, hoy en día, ambos vocablos se usan en segundas o terceras acepciones.
Otra palabra, “misericordia”, perdió su significado principal, que refiere, no a la virtud sino al puñal usado en la Edad Media para ultimar un enemigo herido, de donde deriva “golpe de misericordia” o “golpe de gracia”; práctica muy usual en aquella época (hasta el punto que, en inglés y francés, tiene el mismo sentido: misericord y misericorde).
Tratándose de palabras podemos concluir que una de ellas puede valer por mil imágenes. Porque si alguien lee en un relato que en un cuarto hay un “sillón”, tiene en claro de qué trata. El problema se le pone difícil al que quiera representar ese texto con imágenes; algún lector de Al revés de Husymans, pensará en un Chesterfield de cuero negro; una azafata en una butaca reclinable y un cartonero, un sillón desvencijado que rescató de la basura. Derivas de lo que puede ocurrir cuando lidiamos en la escritura con muchas palabras, sus orígenes y desplazamientos de significados.
Volviendo a retronym y su origen, hace poco más de setenta años se sucedieron una acumulación de cambios tecnológicos que modificaron, o ampliaron, la efectividad de instrumentos y maquinarias; aparecieron guitarras eléctricas, cámaras digitales, CD musicales y el correo electrónico (o e-mail). Con el tiempo estas modificaciones se hicieron cotidianas y prescindieron del adjetivo: las guitarras eléctricas, pasaron a ser “guitarras”, las cámaras digitales, “cámaras”, y el correo electrónico “correo” (o mail) y los antiguos discos, “vinilos”. En consecuencia, surgió la necesidad de distinguir un término viejo, que pasó a ser un arcaísmo, del neologismo que ocupó su lugar, lo cual demandó el desplazamiento del adjetivo para definirlo; así surgieron “guitarras acústicas”, “cámaras analógicas” y “correo postal” o en inglés snail mail (correo caracol, no importa que sea aéreo y expreso en virtud de su lentitud frente al electrónico y, en estos momentos, los mensajes vía WhatsApp, que permiten enviar textos, mensajes de voz, imágenes o hacer llamadas).
La historia había empezado, porque un retrónimo demanda la existencia de un neónimo, o neologismo o protónimo, que califique al objeto inductor -i.e. guitarra o teléfono-, previo al surgimiento de su retrónimo. Y esta resistencia aflora en otro paso, con el nuevo uso del protónimo como abarcador, por ejemplo: “lo llamé por teléfono”, no importa si es de línea o celular, aunque el primero está en vías de extinción, en mi caso solamente para llamar a mi móvil cuando no sé dónde lo he dejado. Se revalorizó otro término abarcador -o “inclusivo”- para definir al protónimo: el hiperónimo, para la RAE: “Palabra cuyo significado está incluido en el de otras. Pájaro es hiperónimo de jilguero y de gorrión”. Y a su vez este sustantivo trae su contrapartida: hipónimo.
La historia sigue, porque a veces el uso cotidiano de retrónimos equivale a incurrir en innecesarios pleonasmos, para la RAE: “Empleo en la oración de uno o más vocablos innecesarios para que tenga sentido completo, pero con los cuales se añade expresividad a lo dicho”. Tenemos varios pleonasmos de uso cotidiano: “leche entera”, “clase presencial” -para la RAE, clase es: “grupo de alumnos que reciben enseñanza en una misma aula”- y “diario impreso”. Aunque en estos dos últimos casos, las clases por Zoom y los diarios digitales ya son una realidad, por lo que diario y clase presencial ya han devenido retrónimos.
Retronym, término que engendró estas derivas semánticas y sus usos, fue incorporado al American Heritage Dictionary en 2000; retrónimo todavía no lo ha sido por la Real Academia de la Lengua ni por ningún otro diccionario en español. Ya es hora.