De espaldas al Cielo

El Sumo Pontífice ha revelado que está escribiendo una segunda parte de su encíclica Laudato si, que versa sobre la ecología integral.

Lo hizo durante la audiencia concedida a una delegación de juristas de los Estados miembros del Consejo de Europa, firmantes del Llamamiento de Viena. El trabajo en curso se dirige a incorporar a aquel texto “los problemas actuales”.

Recojo literalmente las expresiones del Papa: “No debemos olvidar nunca que las jóvenes generaciones tienen derecho a recibir de nosotros un mundo bello y habitable, y que esto nos inviste de serios deberes hacia la creación que hemos recibido de las manos generosas de Dios”.

En su discurso ante los visitantes mencionó “el difícil contexto actual” del Viejo Continente, “debido entre otras cosas a la guerra sin sentido en Ucrania”. Recordemos, de paso, que el Llamamiento de Viena, compromete a los países a conservar el Estado de Derecho, y la independencia del poder judicial.

Continuó Francisco diciendo: “Les agradezco la importante contribución que hacen a la promoción de la democracia, y el respeto de la libertad, y a la dignidad humana, en un momento donde los tiempos de crisis social, económica, de identidad, y de seguridad, desafían a las democracias occidentales a responder con eficacia pero siempre manteniéndose fieles a sus principios; principios que hay que reconquistar continuamente, y cuya defensa exige una gran vigilancia”.

Por eso, advirtió que: “El miedo a los disturbios, y a la violencia, la perspectiva de romper el equilibrio establecido, la necesidad de actuar bien ante las emergencias, pueden llevar a la tentación de hacer excepciones, delimitar al menos temporalmente el Estado de Derecho, en la búsqueda de soluciones fáciles e inmediatas”.

CAMPEON DE LA DEMOCRACIA

El texto leído por Francisco fue seguramente compuesto en la Secretaría de Estado. No sé si el Papa habrá percibido su tono, que lo convertía –análogamente a los Papas de la Cristiandad- en un campeón de la democracia mundial. La autoridad que allí se arroga estaría justamente empleada en defensa de la Verdad, y la Tradición de la Iglesia, que en cambio son arrolladas por el moralismo relativista, que se ha impuesto en Roma.

Considero que esa intervención de Francisco muestra a la Iglesia encerrada en el recinto de la Razón Práctica, adorando la finitud y la temporalidad, como un árbitro de la imaginaria “cristiandad mundialista”. En suma, de espaldas al Cielo, hacia donde debería dirigir la mirada de los hombres. Digo esto con profunda pena, porque creo firmemente que esas palabras las ha pronunciado el Sucesor de Pedro.

El mandato de Cristo a los Apóstoles es inconfundible: “Vayan y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he mandado” (Mt 28, 19-20). El texto griego de Mateo suena mathēteusate panta ta ethnē… didaskontes autous tērein, “hacer discípulos a todas las naciones, enseñándoles a guardar” todo lo que Yo les he mandado. El final del Evangelio de Marcos dice: kēryxate to euangelion, “prediquen el Evangelio a toda creatura” (16, 15). Y: “El que crea y se bautice se salvará, el que no crea se condenará” (16, 16).

El contenido del Evangelio del Reino queda claro en el texto bíblico; no se lo puede estirar para hacer caber novedades, al ritmo del aggiornamento. Según Lucas (24, 47), lo que deben predicar, tal como se expresa en la Ley de Moisés, los Profetas, y los Salmos, es la conversión (metánoia) para el perdón de los pecados. El concepto de pecado es central en el Nuevo Testamento.

Me parece oportuno citar aquí al Sócrates danés Soeren Kierkegaard, que escribió en su Diario: “La función de un Apóstol es difundir el Cristianismo, ganar para él a los hombres”. El mismo autor, en su Ejercitación del Cristianismo estampó: “El Absoluto consiste únicamente en escoger la Eternidad”.