Eduardo Blanco regresa este jueves a los cines con ‘El vasco’ y sigue en teatro con ‘Parque Lezama’

De emigrantes y almas gemelas

En el Politeama encarna a un hombre con Parkinson para hablar del trato a los adultos mayores en las grandes ciudades. En la nueva película del español Jabi Elortegi se luce como un ser con grandes contradicciones emocionales.


Bajo la tenue luz del VIP del teatro Politeama se escuchan las primeras voces de quienes se acercan para preparar la función dominical de ‘Parque Lezama’. A la hora pautada y con un andar ágil, Eduardo Blanco saluda con su voz gruesa y se acomoda en uno de los sillones que decoran el espacio anterior a la bellísima sala. Conversamos con él.

-Hace diez años se estrenó ‘Parque Lezama’ en el Liceo y se reestrenó ahora en este teatro. Si mira para atrás el recorrido de la obra, ¿qué recuerdos y reflexiones aparecen?

-¡Imaginate que estamos hablando de diez años desde el estreno! En ese lapso de tiempo pasan muchas cosas en la vida de las personas, y también en los espectáculos que tienen la fortuna de durar tanto como este. Lo primero que se me viene a la mente es mi padre, básicamente porque mi papá tenía Parkinson y yo hago un personaje con Parkinson, pero no porque el personaje fuera así sino porque yo elegí eso como un elemento que me permitía sublimar esa situación de la realidad. Se me viene a la cabeza él porque la primera etapa de la obra (que fueron cuatro años entre el Liceo, gira, Mar del Plata y la vuelta a Buenos Aires) la terminamos el 10 de diciembre de 2016 y mi papá había muerto el primero.

-¿Qué significó desde lo artístico volver a montar esta obra ahora?

-El recorrido del espectáculo en sí mismo, más allá de las cosas personales, fue fantástico. En 2016 creíamos que habíamos terminado. Después vino España, donde estuvimos tres años. Había proyectos para seguir pero tuvimos la pandemia. Campanella (Juan José, el director) mientras tanto construía este teatro y el año pasado nos propuso volver a hacerla. Estamos desde enero con mucho éxito y satisfacción porque es una obra que tiene una comunicación con el público maravillosa, mágica. La verdad es que hace que uno todas las noches se pueda comunicar con gente distinta y transitar un camino de emociones, aventura, risas. La mayoría de la gente que ya la vio vuelve a verla y, curiosamente, dice que está mucho mejor.

En ‘El vasco’, Blanco interpreta a Chelo, “un hombre en crisis, con una imposibilidad tremenda de conectarse con aquello que lo hace sufrir”. 

-La amistad, las relaciones humanas y el paso del tiempo son algunos de los temas de ‘Parque Lezama’. ¿En qué radica la vigencia?

-Los personajes son dos señores de ochenta y pico de años y yo esta obra la estrené con cincuenta y cinco. Cuando Campanella la vio a sus veintipico en Nueva York (el título original de la pieza es ‘I’m not Rapapport’ y su dramaturgo es Herb Gardner) quedó fascinado. La obra es universal, o al menos del mundo occidental, y sobre todo, de las grandes ciudades. Cuesta mucho resumir sobre qué trata. Lo primero que la gente dice es “sobre la vejez”, y no es así, la vejez es una herramienta que toma la obra para tratar una diversidad de temas a lo largo de una comedia muy divertida y también emotiva. La obra habla de los vínculos de padres e hijos, de cómo trata la sociedad y la época actual a los ancianos en las grandes ciudades. Cualquier tema que te diga queda chico, porque además no están subrayados. De lo que se habla es de la vida, de los vínculos, de cómo nos comunicamos con el otro, de quién es el otro, de que de repente uno se encuentra en una plaza con alguien de una determinada edad y se hacen seres complementarios.

LA GENESIS

-Sus padres tenían origen gallego pero en la película que este jueves estrena interpreta a un hijo de vascos. ¿Cómo le llegó la propuesta del filme ‘El vasco’ y qué puede contar de Chelo, su personaje?

-Soy el primer argentino nacido acá, tanto por mi familia materna como paterna; tengo gallegos por todos lados (risas). La propuesta de esta película me llegó en 2018. Estaba trabajando en España, no me podía mover de Madrid porque estaba haciendo ‘El precio’, de Arthur Miller. En un almuerzo vino el director de la película y los productores, y charlamos sobre el proyecto, pero después pasaron doscientos millones de cosas. El rodaje comenzó después de la pandemia, cuando ya se podía trabajar. Chelo, mi personaje, es el hijo mayor de Dolores, una mujer de edad avanzada cuya realidad se modifica cuando llega Mikkel, el hijo de su hermano Juanito. Chelo es un tipo medio chanta que tiene una contradicción emocional muy grande y se conecta con esa realidad cómo puede.

Blanco y Luis Brandoni en ‘Parque Lezama’, que este año regresó a escena, a una década de su estreno en el Liceo.

-¿Se basó en alguna experiencia personal para componerlo?

-Siempre recuerdo una cosa que me pasó hace muchos años. A mi abuela materna no la conocí porque murió antes que mi madre se viniera para la Argentina; en verdad la conocí a través de los cuentos de mi madre. La primera vez que viajé a Galicia estuve en una capillita de un pueblo donde está enterrada mi abuela. Me paré frente a su tumba y me empezaron a brotar las lágrimas. Uno presupone que si no conocés a una persona, ¿por qué te movilizaría esa situación? A mí me pasó, y desde ese lugar trabajé a Chelo. Es un hombre en crisis, con una imposibilidad tremenda de conectarse con aquello que lo hace sufrir. La vida a cada persona la atraviesa de una manera distinta, ¿verdad?

-¿Cómo se construyó esa tradición vasca que la película retrata en el pueblo y entre sus habitantes?

-Me acuerdo que hace diecisiete años, cuando conocí a mi actual mujer y su madre vivía, íbamos a visitarla al pueblo. Me levantaba los domingos al mediodía, caminaba hasta la plaza central a comprar el diario y volvía. En esas cuadras no te cruzabas con nadie. Eso es muy de pueblo y me sorprendía porque yo soy de ciudad. Cuando leí el guion dije “acá hay un pensamiento, una intención” . Hay algo de los pueblos que tiene que ver con mantener las tradiciones. En la película muchos personajes son descendientes de vascos, algunos nacidos allá y otros acá. Hay una fusión de culturas. ‘Luna de Avellaneda’ es una película que habla un poco de eso también. Muchos lugares de encuentro de inmigrantes fueron creados por ellos mismos, para juntarse con los propios. Hay una necesidad de no perder ciertas costumbres y raíces. Claro que después están los hijos, los nietos, y eso se va transformando, pero la idea de recordar la tradición es importante y en la película se trabajó eso también.

“Hay algo de los pueblos que tiene que ver con mantener las tradiciones.”

EMIGRAR

-’El vasco’ relata, entre otros aspectos, lo que implica irse de un lugar a otro para encontrar posibilidades laborales o personales que no se dan en el lugar de origen. Ahí empiezan a jugar los vínculos familiares, el sentido de pertenencia. ¿Qué aspectos de la película dialogan con la realidad de una Argentina en la cual muchas personas, incluso actores, deciden emigrar por diferentes motivos?

-No tiene ninguna diferencia con otras historias de inmigración. En ‘Vientos de agua’ también lo podemos ver. A mí me pasa en mi propia familia. Es una decisión muy difícil, incluso cuando te vas por decisión propia. En la mayoría de las historias vos no decidís: cuando es por cuestiones económicas, te empujan a irte y a buscar la comida en otro lado porque en tu propio sitio no la tenés. Por cuestiones políticas ni hablar, porque corre riesgo tu vida. Lo que quiero decir es que en esos casos emigrar, en principio, siempre es desgraciado, lo cual no implica que las personas luego lleguen a un determinado lugar y puedan desarrollarse y dejar atrás todo aquello padecido y darle la bienvenida a lo nuevo, a la construcción de una vida.

-Es un tema que lo interpela.

-Me apasiona porque lo vivo de cerca. Mi hijo vive hace seis años y pico en Madrid, mi único hijo. Conozco bastante desde la experiencia el asunto, porque además trabajé mucho afuera. Las historias de inmigración son dolorosas a pesar de que después puedan ser transformadoras y positivas. Todo depende de cada persona y sus circunstancias, el lugar adonde vaya, quiénes lo rodean, los vecinos, el entorno, las posibilidades que surjan, si está acompañado o solo, una infinidad de cuestiones.

Reflexivo, Eduardo Blanco termina de contestar la última pregunta. Su alarma suena inmediatamente después: tiene que prepararse para la función. Se despide con una sonrisa y un cálido apretón de manos hacia los camarines.

‘Parque Lezama’ sigue con funciones en el Politeama. ‘El vasco’, dirigida por el español Jabi Elortegi y con las actuaciones de Joseba Usabiaga, Inés Efron, Itziar Ituño y Laura Oliva, entre otros, se estrena este jueves en salas de todo el país.