“De acá a octubre el objetivo del Gobierno es que no se desboque el dólar”

El electorado bonaerense castigó la mala performance de la economía, asegura el politólogo Gustavo Marangoni. La pérdida del poder adquisitivo jugó un papel clave. La Libertad Avanza, ensoberbecida, pagó caro sus errores políticos.

La sorpresa ya pasó. El resultado de las elecciones legislativas bonaerenses es parte de la historia pero su efecto perdurará en el tiempo. Lo sabe el Gobierno, que armó su mesa de arena con vistas a octubre pero dejó en claro también que no se moverá ni un ápice de su programa de equilibrio fiscal.

Entre lo que ocurrió y lo que vendrá hay un enorme espacio para el análisis. La Libertad Avanza, ensoberbecida por su victoria en el ámbito porteño, quiso imponer sus oropeles en la provincia -también en el resto del país- y eso la llevó a cometer un error político fatal. Lo muestran los resultados.

La gran pregunta por estas horas es cómo se reconstruirá políticamente desde los escombros, teniendo en cuenta que el próximo desafío tiene escala nacional. Y, también, qué ocurrirá con la economía no sólo en el lapso de tiempo hasta la contienda sino y sobre todo después y de cara a un segundo mandato presidencial.

“Tengo la impresión de que lo que ha primado en esta elección, como suele suceder casi siempre en la Argentina, es la economía. Diría que desde ese punto de vista ha sido una elección muy racional. No fue volátil en el sentido de cambio de preferencias -explica Gustavo Marangoni, politólogo y director de M&R Asociados-. En el 2023 se votó con la idea de buscar una estabilidad pero al mismo tiempo buscar una mejora en la situación personal. La sociedad busca la estabilidad porque la asocia con una mejora no sólo colectiva o teórica sino para su propia vida personal, y ahora en el 2025, habiéndose registrado un descenso importante de la inflación, hay un mensaje de parte de la ciudadanía que dice: ‘Esta estabilidad tiene una parte buena pero también otra que se traduce en que no llego fácilmente a fin de mes’. Los economistas lo llaman el consumo disponible: es el dinero que queda luego de pagar lo que es indispensable pagar como el alquiler y los servicios. Eso se ha reducido mucho, está muy medido. Eso supone cuestiones muy concretas y específicas para los hogares. En algunos casos es pasar de primeras a segundas marcas; en otras, pasar de segundas marcas a supresión de algunas compras; en otras, menos recambio de vestimenta; en otras, el cambio de colegio; en otras, la baja a un plan menor de la prepaga”.

Y agrega: “Creo que esto que los indicadores macro venían reflejando en los últimos meses, que la economía estaba enfriándose, es así. De hecho, cuando termine septiembre los indicadores van a dar negativos. En el segundo trimestre también estuvimos mal. Desde febrero los salarios vienen detrás de la inflación. La inflación es más baja pero los salarios aumentan menos que la inflación. Entonces creo que el famoso lema de Bill Clinton durante su campaña presidencial, que decía ‘Es la economía, estúpido’, es así, es la economía. Este fue un voto económico.

-¿Pudieron haber pesado otros factores como la denuncia de hechos de corrupción?

-Están otros elementos como los audios de Spagnuolo, desde luego que sí. Pero ese tipo de temas se toman de una manera cuando la situación económica está apalancada por el consumo y por un mayor nivel de actividad. De otro modo ocurre cuando se da en el contexto que estoy describiendo, el actual.

ARTE POLITICO

-¿Cómo jugó el rol de los intendentes en el resultado electoral?

-Esta fue una elección territorial y provincial que el gobierno nacional pretendió nacionalizar. Le salió mal. ¿Qué sería la nacionalización desde el punto de vista narrativo? Votar, de acuerdo al slogan del gobierno, kirchnerismo o libertad. Pero le están diciendo eso a un electorado que estaba siendo movilizado por intendentes y por aparatos territoriales que estaban en convocatorias mucho más personalizadas. Entonces, evidentemente si el éxito de Kicillof fue provincializar la elección, la derrota del gobierno nacional fue el intento de nacionalizarla. Evidentemente no le salió. ¿Por qué? Porque no sólo estaba territorializada por Fuerza Patria sino también por los desprendimientos del PRO, por los radicales. Es claro que La Libertad Avanza no tuvo la capacidad de desarrollar un núcleo territorial en este tiempo previo.

-Al comienzo de la gestión el Gobierno logró algunas victorias importantes en materia de acuerdos políticos, pese a su escaso peso en el Congreso. Muchos elogiaban entonces la muñeca política libertaria. ¿Qué cambió?

-Yo tengo una interpretación que tiene que ver con cierta euforia de los meses previos, explicada por algunas encuestas y por el resultado en la Ciudad de Buenos Aires. Cuando el Gobierno tuvo la pulseada con Jorge Macri, la ruptura, y le ganó al PRO en la ciudad y al kirchnerismo, entendió que esa victoria sumada a lo que mostraban las encuestas le daba aire como para sentarse frente a los distintos gobernadores del interior y a los intendentes bonaerenses del PRO y otras fuerzas aliadas y decirles: ‘Bueno, hay un nuevo comisario en el pueblo. Ahora las condiciones las ponemos nosotros’. De hecho, hubo intendentes del PRO que contaron en entrevistas que les pedían la mitad de las listas, de la parte entrable, y además intervenirle la gestión en el municipio. Algunos no lo aceptaron, como intendentes de la Segunda o la Cuarta Sección Electoral. En las provincias ocurrió lo mismo. Una escena similar contaban en Corrientes. En el acuerdo con el radicalismo chaqueño, que fue anterior a la euforia, ahí compartieron marquesina. El ingenio de La Libertad Avanza fue aparecer en el lote de los ganadores. Después cambió la perspectiva y quisieron dominar la marquesina. Acá vamos todos de violeta y los lugares más expectantes son para nosotros, y ustedes tienen para renovar lo justo y necesario. Una parte del PRO aceptó y la otra no. La mayor parte de los gobiernos provinciales no aceptó. Además, cambiaron el discurso, como ocurrió con los gobernadores de Salta y Tucumán. Eso tiene que ver con la percepción de que el Gobierno nacional estaba pidiendo demasiado.

-¿Eso explica también el voto rural que le jugó en contra?

-Creo que ese voto rural le juega en contra por una cuestión económica. Las retenciones son sólo un capítulo del complejo agroalimentario. Es algo que está vinculado a la crema del negocio agropecuario. En los pueblos agropecuarios la población vive alrededor de esa actividad. Si la rentabilidad cae, se nota. Porque el productor no exporta, los que exportan son las cerealeras. Si los insumos aumentan de manera importante y la rentabilidad cae, si el consumo de tus vecinos baja, todos se ven afectados. Por eso creo que lo que explica el desempeño del peronismo es la situación económica. Porque si fuese por cuestiones político culturales, el peronismo no hubiese ganado donde hacía 20 años que no ganaba. ¿Por qué ganó? ¿Porque ahora Kicillof se vistió de gaucho, se puso la boina negra? No, no hizo eso. De hecho, Kicillof no cambió la esencia de su mensaje, que muchas veces no le cae simpático a lo que se denomina ‘el campo’. Acá hubo voto económico, voto castigo y voto bolsillo.

-Sería como pensar que luego del triunfo de Milei en 2023 los argentinos se convirtieron súbitamente en libertarios.

-Exacto. Hay dos variables muy importantes en la política: las elecciones las pierden los oficialismos, las ganan los oficialismos, y la gente vota más para castigar que para premiar. Creo que acá se dio el hecho del voto castigo. Ganar una elección no convierte automáticamente a toda la población al credo que el ganador profesa. Milei supo condensar el hartazgo con las dos coaliciones que habían gobernado la Argentina, la de Alberto Fernández y la de Mauricio Macri. Listo, fuera las coaliciones. Pero no es que el ciudadano común se volvió libertario. Se identificó con la idea de que no había plata, que el Estado tenía que tener un rol mucho menos activo que el que tenía antes, menos expansivo. Pero estaba buscando una mejora. Y había mucha expectativa, sobre todo en la población joven. En el 2023 lo habían apoyado básicamente los menores de 35 años, y sobre todo los varones. Y más aún en el interior los que tenían trabajos no registrados, que identificaron su condición con las ideas de la libertad que predicaba Milei. Ahora, 1 año y 8 meses después pasás de ser promesa a ser realidad. Es como pasar del noviazgo al matrimonio. Hay convivencia cotidiana, roces, ya no está tanto el ideal. Eso, combinado que en términos de ingresos, en términos de empleo no sólo no hubo cambios sustantivos sino que hubo deterioro. Me parece que es lo que explica este resultado electoral. Tampoco es que el peronismo se reconvirtió, mostró figuras nuevas. De hecho no lo hizo.

LO QUE VIENE

-¿Habrá algún cambio profundo de acá a las elecciones de octubre? ¿Hay margen para ensayar modificaciones en el programa económico?

-El mensaje del presidente el domingo por la noche fue que iban a corregir dos errores, aunque no especificó cuáles. Y luego dijo que van a mantener la actual política económica. La política fiscal no se negocia. De acuerdo a este diagnóstico, que es mío, es subjetivo, el tema precisamente pasa por una política que al comienzo tuvo una necesaria austeridad pero luego extendida en el tiempo genera una retracción. Inclusive puede producir la posibilidad cierta de una recesión. Para entrar técnicamente en recesión hay que hablar de dos trimestres consecutivos con números negativos. Todavía no los tenemos pero todo indica que ocurrirá, que vamos camino a eso, sobre todo luego del último salto devaluatorio. En ese sentido es desafiante el panorama para el Gobierno. Quizás camino al 26 de octubre el objetivo prioritario del Gobierno es que no se le desboque la relación peso-dólar. Eso es fundamental. Después viene lo demás. Si no se le desboca, tiene la posibilidad de llegar a las elecciones con un índice de inflación que lo ayude. El dato de septiembre se dará a conocer diez días antes de las elecciones. Podría llegar con algo que no le arruine el relato de que la inflación viene bajando. Una cosa es que venga 2,5%, que no está bueno pero es manejable, y otra es que le venga una inflación más alta. O que la población tenga la percepción de que la inflación, en lugar de continuar su sendero descendente, recobra un ritmo ascendente. El Gobierno ha dicho a lo largo de este tiempo que heredó tres dígitos y ahora está en 25% anual.

-Es su mayor logro.

-Ese sería su mayor logro hasta el momento. Imaginemos si el mayor logro se ve comprometido porque la situación de las variables económicas se espiraliza. Ahí nos encontraríamos con un problema.

-¿Qué país imagina después de octubre en términos de gobernabilidad? El Gobierno necesita sumar legisladores para impulsar las famosas reformas estructurales.

-Eso dependerá del resultado electoral del 26 de octubre, lo cual es una verdad de Perogrullo, y dependerá del tema de las variables financieras y del dólar. Diría entonces que si la situación económica de aquí a las elecciones es de turbulencia e inestabilidad, y eso se traduce en un mal resultado para La Libertad Avanza, es decir que saque un porcentaje más cerca del 30 que del 40% a nivel nacional, y sin poder llegar al tercio de diputados propios, ahí tendríamos un gobierno que indudablemente debería resetear su política y su economía de una manera importante para enfrentar la segunda mitad del mandato. ¿Por qué? Porque vemos los movimientos que están haciendo los gobernadores y el Congreso, que justamente está proponiendo la modificación de lo que regula los decretos de necesidad y urgencia, para hacerlos mucho más restrictivos de lo que ha gozado Milei. Si prospera, Milei ya no va a poder acudir a los decretos vía urgencia con la misma eficacia con que lo hizo en la primera parte de su mandato. Entonces, un presidente que esté en minoría en el Congreso, con gobernadores empoderados y con menos instrumentos para tomar decisiones, indudablemente tendría que hacer una especie de rediseño bastante importante.

-¿Y si le va bien?

-Supongamos que al Gobierno le va mejor por imperio de lo que fuere y consigue un resultado más cercano al 40%, no resolvería algunos de estos problemas estructurales pero tendría un envión de opinión pública como para hacer los cambios desde una posición de mayor entereza y no de tanta debilidad.