De Corrientes a Buenos Aires: reafirmar la política para el futuro

Por Jorge Giorno *

Corrientes votó el 31 de agosto y mandó una señal nítida: la sociedad premió la estabilidad y castigó la improvisación. Juan Pablo Valdés, de Vamos Corrientes, se impuso con más de la mitad de los votos y el espacio libertario quedó relegado a un cuarto puesto en torno al 10%. El mensaje no es solo numérico: allí donde los oficialismos provinciales sostienen una trama de gestión y alianzas, el voto se vuelve menos volátil y más refractario al marketing de la antipolítica.

Esa combinación de continuidad y moderación, lejos de “la motosierra”, opera como un dique frente a los sobresaltos nacionales.

La próxima estación electoral es la Provincia de Buenos Aires, que desdobló sus comicios y votará el 7 de septiembre para renovar su Legislatura. La decisión de Axel Kicillof respondió a razones operativas, conviven la nueva Boleta Única de Papel en la elección nacional de octubre y la boleta partidaria en la provincial, pero también dibuja un tablero propio, menos contaminado por el clima nacional.

Allí, el oficialismo buscará retener la primera minoría, el PRO defenderá territorios y La Libertad Avanza intentará transformar su caudal presidencial en presencia territorial. La experiencia correntina sugiere que, si el peronismo bonaerense logra unificar intendencias y lista, el voto de cercanía pesará más que el enojo y la bronca. Si, en cambio, la oposición fragmenta el voto y LLA capitaliza el malestar económico, la legislatura puede volverse un ajedrez de minorías que obligue a pactos puntuales. En ambos escenarios, la agenda social, salarios, educación, transporte, seguridad, dependerá de la capacidad de tejer mayorías estables y de moderar los extremos.

En la Ciudad de Buenos Aires el capítulo de octubre es nacional: el 26 se eligen diputados y también senadores, con el debut de la Boleta Única de Papel. La foto de mayo, cuando LLA y aliados sorprendieron y el PRO sufrió una derrota histórica, no garantiza una réplica calcada, porque la boleta nacional ordena preferencias y las alianzas se reacomodaron. La lista de LLA-PRO podría retener parte del voto opositor al peronismo, o no; un peronismo con mensaje urbano, por su parte, puede crecer en segmentos desencantados con el ajuste, o no. Lo cierto es que, con nuevas propuestas electorales, el resultado porteño incidirá directamente en la aritmética del Congreso y, por lo tanto, en la gobernabilidad económica: tarifas, presupuesto, endeudamiento y marcos regulatorios que definen inversiones y empleo.

El hilo conductor entre Corrientes, la Provincia y la Ciudad es el mismo: cuánto margen político tendrá el Gobierno nacional para convertir consignas en políticas. La Libertad Avanza llega a estas instancias con una debilidad estructural: baja implantación territorial, necesidad de socios legislativos y una relación tensa con gobernadores e intendentes.

El desgaste se ve en hechos: choques con los mandatarios provinciales, vacilaciones en el armado de alianzas y episodios de campaña que exponen una conducción atrincherada. La precariedad se vuelve más visible cuando los conflictos se acumulan: desde la rebelión de gobernadores por fondos y leyes hasta incidentes en caravanas y denuncias que erosionan el discurso de pureza. Incluso si LLA mejora su bloque en octubre, no alcanza para una mayoría propia y tendrá que negociar, otra vez, con el sistema que dice despreciar.

El impacto social de los posibles resultados será inmediato. Un oficialismo acotado por minorías y por derrotas en plazas simbólicas tenderá a profundizar el ajuste como identidad y a tensar con los actores territoriales; eso amplifica la conflictividad en aulas, hospitales y calles. Un Congreso más equilibrado, en cambio, obligará a una economía política de acuerdos: segmentar el gasto, priorizar la inversión productiva, recomponer ingresos bajos y dar previsibilidad regulatoria.

En la Provincia, un resultado que fortalezca a la gestión bonaerense puede sostener programas de empleo local y obra pública municipal; si domina la dispersión, crecerá la tentación de la motosierra horizontal. En CABA, un reparto de bancas que premie la moderación abrirá espacio para una agenda urbana de largo plazo (vivienda, movilidad, innovación) y limitará el uso del “shock” como atajo.

Desde 1983, la política argentina se reconstruye, con aciertos y errores, sobre una ética del pacto democrático. Creer que puede ser “pisoteada” sin costo es desconocer esa memoria. Corrientes mostró que la ciudadanía distingue entre furia y gobierno; la Provincia dirá si esa lección se extiende al mayor distrito del país; la Ciudad dirá si la derecha opta por la soberbia o por la convivencia. La democracia no es un trámite ni una red social: es una ingeniería paciente de acuerdos. Si el oficialismo insiste en gobernar contra la política, los votos pueden recordarle que la política es, todavía, el único camino para cambiar la realidad.

 

* Preside el Partido de las Ciudades en Acción y es candidato a Diputado Nacional por la alianza Hagamos Futuro.