Buena Data en La Prensa

Damas y caballeros


El lenguaje cotidiano va cambiando con el correr del tiempo. Esto, en parte, es bueno que suceda. Nuestra lengua está viva y en continua interacción con los hablantes y las circunstancias, para ejercer de mejor forma su función. Pero no por eso toda innovación o descarte de lo pasado significa una mejora en nuestro modo de comunicarnos.

Hay palabras que han desaparecido de nuestro medio. Términos que hoy en el lenguaje coloquial casi ya no se escuchan: caballerosidad, feminidad, honor, buen gusto, distinción, elegancia, son algunas de ellas.

No es solo que casi hayan caído en desuso, sino -lo más importante- es que lo que representaban ya no goza de la misma valoración. Parece no ser tan importante a una mujer ser femenina, o un varón caballeroso. Ser distinguido se asocia al aspecto externo de alguien adinerado, de salvaguardar el honor…ni hablemos. No es cuestión de quedarnos solo con las formas externas, la fachada o la careta, sino de ver que sucedió en el fondo para que aquello que en un tiempo fue valorado hoy ya no lo sea.

La pérdida de peso de estas palabras son en gran medida la expresión de la decadencia que venimos soportando desde hace bastante tiempo.

HOMBRES Y MUJERES

Actuar con caballerosidad, implica comportarse con distinción, nobleza y generosidad, pero parece ser que hablar de caballerosidad sería tan “demodé” como esta palabra.

Hoy el lugar del varón está siendo deconstruido por la ideología de género, poniéndolo como un opresor o un enemigo de la mujer, negando la complementariedad en su relación con el sexo opuesto. Incluso, los gestos de cortesía propios del caballero: ceder el paso, el asiento, pagar la cuenta, pueden ser tomados como una pequeña prueba de ostentación de su poderío de "macho”.

Del mismo modo, su contraparte, también cayó en decadencia. La feminidad también está en desuso. Más de una vez se atribuye “ser muy femenina” a una mujer apocada, pacata y sin mucho brillo. El feminismo radical, queriendo imponer la deconstrucción de la mujer, clausura la posibilidad de que exprese las cualidades que le son propias y que la distinguen.

EL HONOR

El diccionario de la RAE define al honor como la “Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo” En su segunda acepción se refiere a “gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las acciones heroicas, la cual trasciende a las familias, personas y acciones mismas de quien se las granjea”.

El honor se cimenta en una conciencia bien formada e implica coincidencia entre el deber y el hacer, por eso quien resguarda su buen nombre y honor ofrece a los demás su testimonio de rectitud y coherencia.

Así los trabajos ad honorem se realizan por la honra, el prestigio o la satisfacción personal de la tarea. Es una pena, que en muchos casos termine significando simplemente que no son remunerados.

BUEN GUSTO

La facultad de sentir o apreciar lo bello está relacionada con el buen gusto. Lo bello se vincula con cierta armonía del conjunto. Mientras que la distinción se eleva sobre lo vulgar especialmente en buenas maneras y en elegancia y ésta última también implica a la distinción y al buen gusto.

Otro término emparentado es el decoro (también en desuso). Aristóteles, refiriéndose al teatro griego, sostenía la necesidad de armonía entre los géneros literarios y la actuación que se realizaba: reir para la comedia, llorar para la tragedia, por lo tanto cada personaje debía usar el lenguaje adecuado a su representación y ser ubicado en cuanto a su expresión. Para el arte en general, la cualidad de congruencia entre cada elemento mostraba su decoro. Era algo que brotaba del interior para reflejarse luego en el exterior. Con el tiempo ese valor intrínseco fue desplazándose hacia el afuera. Hoy decimos que algo es meramente decorativo cuando simplemente luce bien.

NORMAS DE CORTESÍA

La vida actual está fuertemente influenciada por la informalidad. Ciertas reglas de cortesía y de buena educación que todavía algunos aplican, no están siendo transmitidas a las nuevas generaciones o no se valoran como en otros tiempos. Saludar al entrar a una reunión, pedir permiso para pasar, agradecer algún gesto recibido o pedir perdón son algunas de las falencias de la educación de estos tiempos. Se privilegia la espontaneidad y que cada uno lo haga a su modo. Hasta cierto punto, puede ser un aporte, pero la convención social hace que podamos entendernos y comprendernos más acertadamente. Es una cuestión elemental en la comunicación: tener un código común.

La pobreza de vocabulario y el uso de “malas palabras” como apelativos amistosos o elogiosos, en nuestra ciudad, dejaría desconcertados a más de un hispanohablante.

Las normas de cortesía, sinceramente brindadas, hacen más agradable la convivencia social. Romano Guardini lo expresaba claramente: “La cortesía se esfuerza por mantener a distancia lo desagradable, o al menos por superarlo, por evitar perplejidades, por quitar veneno a las situaciones difíciles, por suprimir fatigas. El más joven se ve llevado por ella a honrar al de más edad; el hombre, a la mujer; el más fuerte, al más débil.”

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