Cuba se acerca a una nueva Constitución

En el fallido modelo socialista, los militares son los verdaderos dueños de los resortes de poder

 

La larga experiencia socialista de Cuba es hoy un sonoro fracaso. Medida en términos de nivel de vida de su pueblo, los cubanos están apenas al nivel de los nicaragüenses, que son los que peor están en toda América latina. El socialismo, estaba cantado, no funciona cuando de crear bienestar social para todos se trata. Es una rémora, entonces. Un camino al fracaso.

Pero la elite política, que siempre es la única beneficiaria privilegiada en los regímenes comunistas, desde que somete a sus designios a todos los demás, conserva el poder y sus fuertes privilegios en la isla caribeña.

En Cuba, esa elite los comparte estratégicamente con los mandos militares, que en rigor son los verdaderos y reales dueños del país. Los que lo ordeñan constantemente, en beneficio propio. Y viven a cuerpo de rey, comparados con los demás.

El 24 de febrero próximo en Cuba habrá un referendo sobre la nueva Carta Magna, luego del cual la nueva Constitución local entrará presumiblemente en vigencia. Hablamos de una formalidad. No habrá votos en contra. No servirían para nada. Y serían harto peligrosos para quienes se animen a emprender esa estéril aventura.

CURIOSIDADES
Veamos algunas de las curiosidades de la nueva Carta Magna elaborada por el comunismo local, que obviamente sabe muy bien de su fracaso socioeconómico. Y que se apresta a transitar una presunta nueva etapa política sin los Castro.
Primero, se reconocerá expresamente la propiedad privada. De la que ya goza el 13% de la fuerza cubana de trabajo. Son los llamados cuentapropistas. Unas 591.000 personas, nada menos, que conforman un grupo dinámico, aunque sin horizontes claros y viven en la inestabilidad.
Además, la Carta Magna cubana ya no soñará más con la "construcción" de una futura "sociedad comunista", que es la presunta "última etapa" del confuso modelo socialista. La referencia a ese futuro ideal será eliminada del nuevo texto. Esto es obviamente un "abrir el paraguas" ante un porvenir que será bien distinto. La alegre noción de la "sociedad comunista" ha sido finalmente reconocida como lo que efectivamente es: una quimera irrealizable. Ya no forma parte, entonces, del pretendido "objetivo constitucional" cubano.

En más se desconcentrará bastante más el poder. Habrá un presidente, más bien formal, y un primer ministro que tendrá a su cargo la gestión diaria de la administración pública. Hacer el poder algo más difuso es también un cambio bastante acertado. Los mandatos durarán sólo cinco años y serán renovables una sola vez. No eternamente. La idea de dejar pasar es, aparentemente, otro buen cambio.

RAREZA
Como rareza, ahora se define constitucionalmente al matrimonio, genéricamente, como "la unión de dos personas", sin precisar que se trata de un hombre y una mujer, razón por la cual se admitirán los "matrimonios" de un solo sexo. La concepción de los seres humanos, obviamente, requerirá de la participación de los dos sexos. No hay otra manera natural, pese a todo.
Lo que es grave es que nada se ha hecho, ni avanzado, en dirección a la posibilidad de elegir libremente a las autoridades cubanas. Sin que su selección sea hecha ex ante dentro del Partido Comunista. A dedo. Caprichosamente. 
Es obvio, los que tienen efectivamente el poder en sus manos, no lo largan, sino que se aferran como sea a él, para mantenerlo todo el tiempo que puedan. Como en muchos otros lados, si es que este notorio fraude a la democracia de pronto se logra mantener en el tiempo.

MODELO FALLIDO
Por el momento al menos, Cuba es un experimento socioeconómico claramente fallido, como hemos dicho más arriba. Su influencia en la región es cada vez menor y el estado de su economía no le permite asumir el rol de modelo, desde que el nivel de vida de los cubanos, por bajo, no puede generar envidias.
No obstante, en las dos más importantes economías de la región están produciéndose cambios políticos de magnitud. Me refiero a la situación en Brasil y México. El presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, no siente simpatía alguna por el autoritarismo, lo que naturalmente supone una mirada crítica sobre Cuba. 
Por su parte, el presidente que acaba de asumir la primera magistratura de México, Andrés Manuel López Obrador, conducirá a su país por los próximos 6 años desde una visión con fuertes caracteres marxistas que -en cambio- preanuncian alguna simpatía respecto del actual régimen cubano. 

Ambos nuevos líderes tienen personalidades fuertes. Brasil luce débil, luego de 16 años de hegemonía del Partido de los Trabajadores, cuyos líderes o están presos o enfrentan acciones judiciales complejas, vinculadas con episodios de corrupción. López Obrador domina el Congreso de su país. Jair Bolsonaro, en cambio, no. López Obrador apunta a centralizar el poder. Jair Bolsonaro, por su parte, parece querer desprenderse de los tecnócratas, pero no controla al Poder Legislativo. López Obrador hereda una economía ordenada. Jair Bolsonaro, una más bien recesiva, que necesita adquirir dinamismo. López Obrador y Jair Bolsonaro deberán esforzarse por mejorar el nivel de seguridad de sus respectivos países. 

Curiosamente, tanto en Brasil como en México, los cristianos evangélicos tienen una influencia importante en los grupos políticos y económicos de poder de sus respectivos países. Ambos también coinciden en promover algunos proyectos progresistas, como el matrimonio entre personas del mismo sexo y la legalización del aborto, sin demasiada oposición doméstica.

MARGINAL
Por todo lo antedicho, ni para Jair Bolsonaro ni para López Obrador la situación en Cuba tiene, en materia de política exterior, gravitación decisiva. Es previsible entonces que ambos nuevos gobiernos mantengan un interés bastante marginal respecto de Cuba. Salvo el caso improbable en que la dirigencia cubana, como lo hiciera en la década de los 70, mantuviera una actitud desestabilizadora financiando a grupos extremistas que perturben la paz social en otros países de la región. Cuba, con su fragilidad económica, difícilmente adopte el mismo camino que en los 70.

Por ello Cuba se mantendrá, en líneas generales, en la marginalidad, procurando no llamar la atención. Ocurre que tiene poco y nada que mostrar y mucho en que ocuparse en una situación doméstica que, como consecuencia de las décadas de gobierno comunistas, mantiene a su población empantanada en la precariedad. Pocos, muy pocos, ven en Cuba un "paraíso". Sucede que es evidente que está muy lejos de serlo. Es mucho más un desastre social, que un "modelo" a imitar.
Cualquiera sea el diseño de las reformas constitucionales en cuya dirección los cubanos avanzan. La realidad es socialmente catastrófica y no se corregirá con distracciones, ni con discursos. Lo que Cuba necesita para avanzar socialmente es muy sencillo: cambiar un modelo retrógrado e incapaz de generar riqueza. Difícilmente ocurra en el corto plazo. 

* Ex embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas