EDGARDO SCOTT HABLA DE ‘YO SOY COMO EL REY DE UN PAIS LLUVIOSO’
“Cuando un texto se reduce al relato, no me atrae demasiado”
En su última novela el escritor oriundo de Lanús cruza el policial con el ensayo para reflexionar sobre la violencia. Un asesino múltiple es el eje de la historia.
Por estos días, Edgardo Scott vuelve al centro de la escena literaria con su nueva novela Yo soy como el rey de un país lluvioso, publicada por Interzona. El título, tomado de un verso de Charles Baudelaire, no solo sugiere un estado del alma melancólico y exiliado, sino que también condensa el espíritu de una obra que cruza el policial con el ensayo, la introspección poética con la reflexión sobre la violencia, y Buenos Aires con el mundo.
Nacido en Lanús en 1978, Scott es escritor, editor, psicoanalista y traductor. En la última década construyó una obra sólida y personal, con títulos como No basta que mires, no basta que creas (2008), El exceso (2012), Luto (2017) e Imaginario (2023), entre otros. También se desempeñó como editor en Orsai y fundó el Club de Traductores de Buenos Aires. Desde hace algunos años vive en Francia, en el campo, junto a su pareja, la reconocida escritora Ariana Harwicz, y Elliot, el hijo de ambos.
Como apuntan algunas de sus últimas publicaciones y puede verse en sus entrevistas, la vida en el exterior lo transformó en un observador más atento del país que dejó. “La distancia genera otra mirada”, dice. Y quizás eso explique por qué su nueva novela, escrita entre París y la Argentina, transcurre en Buenos Aires, entre Aeroparque, Ezeiza y el murmullo omnipresente del río.
FORMA ABIERTA
El protagonista, un personaje que ya había aparecido en uno de sus primeros libros, regresa años después, ligado a un tono elegíaco y oscuro. Esta vez, un asesino serial, figura poco habitual en la narrativa argentina, articula el eje de una historia que, sin embargo, escapa al género puro.
“Me interesa que la novela sea una forma abierta”, señala Scott. Es que en Yo soy como el rey de un país lluvioso hay citas, poemas, capas narrativas, datos históricos sobre asesinos reales, pero también una profunda meditación sobre la extranjería, los vínculos y esa violencia que nunca se describe del todo pero que late debajo de cada página.
En entrevista exclusiva con este diario, Scott habla de su nuevo libro, sus influencias literarias y audiovisuales, del exilio voluntario, de la vida en pareja con otra escritora y de cómo la literatura, a pesar de todo, sigue siendo el espacio privilegiado para experimentar con las formas, los sentidos y el lenguaje. Como si fuera, también él, un rey sin país, pero con un séquito interminable y fiel de palabras.
-¿Cómo surgió el libro ‘Yo soy como el rey de un país lluvioso’?
-El personaje principal ya estaba en lo primero que publiqué, que fue No basta que mires, no basta que creas, en el 2008. Y aunque pensé que ya ahí se había cerrado su destino de ficción, un par de años después reapareció ligado particularmente al espacio del río y los aeropuertos. Entonces escribí lo que es la parte más larga y central de esta novela. Tenía otro título, pero por distintos motivos, decidí no publicarla y esperar. Y ya viviendo en Francia, un día me topé con el verso de Baudelaire que terminó siendo el título de mi novela y me hizo retomar su escritura y completarla con la detective, los poemas y otras capas de sentido que se añadieron para terminar de armar su mundo.
-La figura del asesino serial no es muy utilizada en nuestra literatura.
-El policial en sí es un género que me atrae, y la violencia en sí es un tema que vuelve siempre como un motivo de escritura. Es cierto, es curioso que se haya escrito poco sobre asesinos seriales, porque a su vez en las últimas décadas hemos consumido muchas ficciones, tanto en la literatura como en el cine y las series. En la literatura hay mucha violencia, muchos crímenes, pero no tantos asesinos así, como si lo social y político siempre pesara más que lo psicológico, el desvío individual. Pero en realidad también planteando un cierto sujeto, un cierto lenguaje, también eso construye un imaginario social. No tuve presente ningún clásico del género para mi personaje, pero sí quería que en el texto no hubiera sangre y que el tratamiento de los crímenes siempre quedara en el umbral.
AJUSTAR DESVIOS
-El libro transcurre en diversos momentos y formatos. ¿Por qué esa elección fragmentaria de narrar la historia?
-Cuando escribo una novela, siempre tengo presente las posibilidades de experimentación que exceden al relato y la historia. Cuando un texto se reduce al relato, a mí, por lo menos, no me atrae demasiado. Por supuesto que una novela puede incluir el relato, porque siempre tiene algo emocional que es insustituible, pero creo que la novela posibilita que se puedan incluir ciertas referencias que hacen al mundo imaginario que ese relato genera. De hecho, eso es lo que hace que todavía la literatura tenga su propio lenguaje y no sirva meramente como una suerte de guión para lo audiovisual. En mi caso, siempre hay algo que me lleva cerca del ensayo y también de la música, entonces la cuestión es cómo tomar esos desvíos y ajustarlos a la forma de lo que quiero contar.
-Está en pareja con Ariana Harwicz, reconocida escritora. A la hora de pensar, escribir y finalizar su libro, ¿es una fuente de consulta?
-No, en términos de escritura cada uno hace lo suyo, aunque por supuesto hay muchas cosas en común respecto de la literatura y del arte en sí, pero sabemos distanciarnos en lo profesional como para que no todo nuestro mundo gire en torno a lo mismo. Debo reconocer que soy distinto al común denominador de los escritores y por ello se explican muchas situaciones. Por ejemplo, soy bastante sociable y no tengo ninguna superstición para escribir. En cuanto a mis formas y métodos, no necesito aislarme, no necesito un lugar o tiempo determinado, escribo en cualquier lado, de hecho, en el último tiempo, donde más escribí fue en el teléfono.
-Desde hace años vive con su familia en París, Francia. ¿Cómo y por qué fue la elección de irse a vivir al exterior?
-Como sucede muchas veces en la vida, se dieron condiciones previas y circunstanciales para que eso suceda. Yo venía pensando en irme a Londres y al final terminé en Francia, París. Respecto de los franceses, cada cultura tiene sus tensiones y siempre para un extranjero las diferencias están ahí, lo más duro fueron los años del aprendizaje del idioma, porque eso es clave en Francia, y creo que lo menos hospitalario de ellos viene por ahí. Después, también hay mucha gente en Francia que tiene una excelente predisposición o simpatía hacia los latinoamericanos y eso nos facilitó mucho la vida cotidiana.
DOS CULTURAS
-Como dijo, los franceses son muy conservadores de su idioma y cultura. ¿Cómo es para un escritor argentino vivir entre ellos?
-Siempre digo que por un lado está la cultura francesa “for export” que muchos conocemos desde chicos, y después está la vida hoy que, si bien tiene sus marcas particulares, también tiene un montón de cosas en común con Buenos Aires u otras ciudades del mundo. Por lo pronto ya pude adoptar el punto de la carne francesa, y estoy más acostumbrado a la puntualidad y a la previsión, características que los argentinos no solemos tener.
-En los últimos años Argentina y Francia se convirtieron en un clásico del fútbol mundial. ¿Esta rivalidad lo complicó en algo o son puntos que no llegan a tocarse en su profesión?
-En Francia el fútbol no es como en Argentina. No es una pasión o fanatismo, de manera que no hay equivalencia, no hay tal rivalidad. Es algo más argentino que de ellos. Yo en cambio sigo los partidos de la selección argentina y de mi club, Independiente, lo cual a veces me trae complicaciones de sueño porque juegan en la madrugada, pero bueno, la pasión es así.