¿Cuándo comenzó la crisis de los partidos políticos?

Ocurre dentro del espacio de pensadores, cientistas sociales, periodistas, historiadores, estudiosos de la política argentina y también políticos del mercadeo una extraña coincidencia acerca de que la crisis del año 2001 motivó el estallido de los partidos políticos tradicionales, peronismo y radicalismo, llevándolos a la situación de extrema fragilidad en la cual se encuentran ahora. Adicionando la idea de que el PRO es una de las consecuencias de ese hundimiento. No hace a este artículo nombrarlos pero casi sin excepción se hallan en esta tesis la mayoría de los intelectuales criollos.

¿Cambia en algo sostener una disidencia? ¿Tiene importancia ubicar las causas del estallido en otro momento histórico? En tal caso ¿para qué sirve este debate intelectual? ¿Contribuye en algo a la praxis política?

En principio reconozco que se torna complejo enfrentar este entramado intelectual dado que prácticamente ha ganado a la mayoría de la intelligenzia criolla; entiendo que tener una mirada disruptiva del asunto hace complejo abordar el problema, y más aún en pocas palabras.
Simplificando, para los pensadores observados ¡Un antes y un después del 2001 explicaría todo, si de política hablamos! En el barro de esa crisis se hundieron los partidos políticos tradicionales, afirman. Sin embargo tanta coincidencia abruma.

Crisis económicas hubo a lo largo de toda nuestra historia sin embargo no han sido ellas las determinantes de implosiones partidarias, como ya se verá. De modo que no tiene porque serlo ahora.

Las más controvertidas, la de 1889 y 1929 en las que podría observarse una severa crisis partidaria, la economía no generó la quiebra, profundizó lo que ya estaba roto. Las desavenencias entre Julio Argentino Roca y Miguel Juárez Celman, que quebraron al PAN, venían de antes, la crisis de 1889 la agudizó, y las desinteligencias entre Hipólito Yrigoyen y Marcelo T. de Alvear que fracturaron al partido en 1924, ocurrieron mucho antes de la catástrofe del 29.

El resto de las crisis no movieron el manómetro político, me refiero a la disolución, quiebre o irrupción de nuevas formaciones políticas, las crisis de 1873, 1915, 1951/52, 1959, 1962, 1975, 1981, 1989, 2008 son algunos ejemplos de que la política partidaria, estos es los partidos políticos, no murieron en el intento.

SIN IDENTIDAD

Las crisis partidarias acontecen cuando la identidad y los valores que le dieron origen pierden peso o sentido frente a los grandes cambios de la historia.

Son estos acontecimientos desarrollados a escala mundial los que mandan a la hora de entender y actuar en política. Uno de los graves problemas de la historiografía y la política del poroteo es la de explicar y actuar en función de las cuestiones menudas del barrio, esto es el país, sin enmarcarlas en las grandes corrientes mundiales.

Esto no es nuevo, ya Juan Bautista Alberdi, al abordar los acontecimientos de Mayo de 1810, lo hacía en el marco de los trastornos mundiales ocasionados por la Revolución Francesa. Y solo desde ella debía ser entendida la conducta de aquellos hombres. "La Revolución Argentina, es un detalle de la Revolución de América, como esta es un detalle de la España, como esta es un detalle de la Revolución Francesa y Europea". (Alberdi, Juan Bautista, Obras Completas).

Aprovechando al mismo tiempo en realizar una severa crítica a la mirada historiográfica de Bartolomé Mitre que centraba la explicación en los conflictos propios y menores de la Ciudad de Buenos Aires. "Mitre cree que la idea de la revolución, la idea de la independencia, ha germinado y surgido en Buenos Aires, desde mucho antes de su explosión, en 1810, y que la revolución es hija de esa idea así formada en los porteños". (Alberdi, Juan Bautista. Obras Completas).

La moderna explicación de la crisis partidaria pareciera incurrir en los mismos defectos en los que cayó el general Mitre. Esto es, interpretar desde el barrio. Si eleváramos la mirada podríamos ver que la fractura del peronismo y el radicalismo es anterior a la crisis del 2001 lo que obliga a mirar el problema desde otro ángulo.

Detengámonos un instante en otro momento de la historia. La crisis de 1929, con su carga de estatismo e intervencionismo económico vino precedida por la pérdida de confianza de los pueblos, luego de la Primera Guerra Mundial, en los valores de la democracia y los políticos tradicionales a quienes responsabilizaron por la matanza de millones de hombres.

NUEVAS REALIDADES

Intervencionismo y caudillismo plebeyo fueron los colores y sonidos de un extenso período del siglo XX. El radicalismo en el gobierno no hallaba forma de encontrar una solución política a las nuevas realidades mundiales.

Desalojado del poder por el golpe del 30, que en Uriburu guardaba una matriz nazi-fascista, el poder finalmente quedó en manos de los liberales que rodeaban al general Agustín P. Justo, casualmente para realizar y actuar en contra de los principios liberales en los cuales habían sido educados.

Intervinieron e industrializaron. Este giro de la política mundial trastornó a todos los partidos políticos de la época, conservadores, socialistas, radicales, demócratas progresistas. Un abismo se abrió al interior de estas formaciones políticas. Algunos se aggiornaron y otros siguieron pensando en antiguo. Como por ejemplo el sector radical que en el Congreso Nacional se negó a votar afirmativamente el proyecto industrialista e intervencionista de Federico Pinedo con el argumento que en el país de las vacas las fábricas no eran necesarias. Recién en 1947 con el programa de Avellaneda comenzaron a pensar en moderno.

GRANDES CAMBIOS

A los efectos de las identidades partidarias tradicionales la Caída del Muro de Berlín, el fin del comunismo, el arrollador triunfo del capitalismo y la Revolución tecnológica, fue fatal a su constitución cultural. Ingresaron en un tiempo de tensión que los quebró. La década del 90" los dividió y el 2001 los encontró peleados.

Un sector del peronismo se hizo cargo de la novedosa situación mundial. El doctor Carlos Menem, con sus errores y sus logros puso en crisis identitaria al peronismo. Surgió entonces al interior del partido una resistencia ideológico-política representada por el Grupo de los 8, luego el Frente Grande, para culminar en 1995 con el Frepaso y la candidatura presidencial de Octavio Bordón y Chacho Alvarez, que en aquellas elecciones salieron segundos postergando al tercer lugar al radicalismo, a los que debe sumarse sectores sindicales como Saúl Ubaldini y luego Hugo Moyano y su MTA.

Luego el doctor Eduardo Duhalde al consolidar un polo anti noventista buscó un perfil progresista dando origen el grupo Calafate. Acusó a Menem de ser la cara criolla de Margaret Thatcher y Ronald Reagan y abrió el camino al kirchnerismo. En esos tejes y manejes estuvo asociado al sector progresista del radicalismo, liderado por Raúl Alfonsín. Pero todo había comenzado antes, incluso en el radicalismo. Mientras Eduardo Angeloz prometía una política de lápiz rojo, esto es achicar el Estado, Raúl Alfonsín criticaba a Menem por vender las joyas de la abuela y Fernando De la Rúa convocaba al Ministerio de Economía a López Murphy y Domingo Cavallo.

APENDICE

¿Por qué la caída del Muro de Berlín y la implosión del comunismo afectó a los partidos tradicionales? Porque su imaginario ideológico-cultural se había forjado en el contexto de la Guerra Fría, adscribiendo a la teoría del Tercer Mundo, que al final más que tercero fue un apéndice del segundo, esto es el comunismo y el socialismo light. La caída del comunismo los sorprendió sin saber dónde ubicarse. Estatismo, intervencionismo, anticapitalismo, antiimperialismo y autarquía (vivir con lo nuestro) valores que habían tenido su relevancia política en el ciclo anterior y ahora parecían carecer de sentido, este sector pensaba en antiguo, cuando justamente había que pensar de nuevo.

Hoy las cosas siguen igual. Los llamados peronismos ya no se juntarán. Son el agua y el aceite. En las elecciones del 2019 habrá dos fórmulas de origen peronista. Incluso quizás tres. Una más apegada a valores pro mercado y la economía mundial sin desentenderse de las funciones específicas del Estado y los sectores populares y la otra aferrada al socialismo del siglo XXI aliada con la izquierda y representada por lo que fue el kirchnerismo. El PRO si logra llegar unido presentará batalla aunque es posible que desprendimientos radicales se unan al socialismo santafesino y la progresía antiperonista. Antigua en lo económico y moderna en lo político.

El panorama no será distinto a lo que ha ocurrido en las elecciones del resto de los países de occidente. Tres o cuatro fuerzas, desprendimientos de los partidos tradicionales, que definen en ballotage o realizan acuerdos políticos post electorales.

Todo esto será más o menos así, excepto que el pueblo argentino cansado de los políticos optase por un outsider. La moral pública y privada de muchos de ellos, sus valores sesgados a un occidentalismo en crisis puede sino ahora más adelante traer sorpresas. Novedosa realidad política de los tiempos que corren que no ha sido analizada en el presente artículo. Será fruto de otro.