La ventana indiscreta

Cualquier cacatúa

Sin duda, el tango no sólo ha contado el espíritu argentino de su tiempo sino también predicho un futuro que vamos viviendo. Más de lo supuesto en una primera mirada.­

¿Quién, si no, iba a adivinar que una muchacha con nombre de tango iba a reproducir tan claramente en política aquellos afanes pintados con y por culpa de ese trato abacanado, ser niña bien fue tu única ilusión?

Afanes que, según insinúan con firmeza y por escrito importantes periodistas, empujaron a su marido a comprar campo con agua. Marido, asociado hoy no sin tibieza a la tropa de espontáneos defensores de Cristina Kirchner, cuya comodidad como miembro privilegiado de la oposición invitado y promovido en Davos por Macri (una comodidad especialmente relajada cuando otros mejor educados le traducían sus intervenciones ante terceros, expresadas en un más que duro Tarzan English, me consta).

Extrapolando los aciertos del descriptivo Cambalache a un momento “tan cruel como el de hoy” hay que ver en qué se han transformado las instituciones en aquella época todavía parcialmente respetadas. ­

Empezando por la Educación que, más allá de los números deprimentes, ha caído en calidad mucho antes de la siempre excusadora pandemia. Pero, ¿qué esperar en medio de la farsa de una Presidencia cuyo titular (de no muy aplicada Carrera Docente) exhibe reiteradamente como diploma de sabiduría jurídica haber sido criado en el hogar de un juez, su padre del corazón? ¿Autorizará eso a construir puentes si uno es hijo de ingeniero, o a operar por convivir con un cirujano? Difícil que corrija así la decadencia ya secular debida a la Reforma Universitaria, y después a los Risieri Frondizi, a los Shuberoff.­

El ejercicio de la Justicia se ha transformado en manipulación procesal, esa suerte de fariseísmo que soslaya la persecución del delito amparándose en vericuetos de la metodología abogadil. Hacer justicia es lo de menos y, en ese sentido, los letrados de la vicepresidente son maestros. Al punto de haberla puesto en el triste papel de acusar a otros de delinquir, como si la abundancia de ladrones pudiera absolver de los latrocinios propios

­UN PUEBLO HARTO­

A la Economía así le va. Un pueblo harto de escuchar por los medios, diariamente desde hace más de medio siglo, a economistas de toda laya arreglar y desarreglar cuentas que empeoran cada vez, recibe ahora un Ministro que ignora el tema pero adjunta a un viceministro vacío de dignidad que desdice de rodillas sus afirmaciones para servir a sus nuevos amos antes denostados.

¿Y qué decir de los llamados dirigentes sociales que, como el llameante defensor de pobres Luis D'Elía, ponderan la fortuna de la familia real porque proviene del gran prestamista (obvio campeón de la usura), padre del aventajado discípulo Néstor?­

Nadie gobierna esta patria en riesgo. Unos y otros, aparte de sus negocios, no son sino comentaristas políticos absolutamente vacíos de responsabilidad. Pero lo peor es que por este camino de falsa democracia consolidada desde la última reforma constitucional en el más férreo centralismo, nada va a cambiar gane quien gane las próximas elecciones. Porque, aunque puedan mejorar los modales, aun los más independientes y los más libertarios corren altísimo riesgo de convertirse en parte de la casta que denostan.

Sólo un absoluto replanteo del sistema electoral, organizado de modo que permita a los ciudadanos elegir entre quienes conozcan de cerca y tengan a su vez el control de su permanencia y eventual reelección, dará vida a una república genuina.­

La esperanza estriba en comprobar que cada vez son más los miembros de las nuevas generaciones que han entendido esto y buscan una señal para ponerlo en práctica. Mientras, los apoltronados políticos de todos colores siguen haciendo lo suyo como para que nadie los tolere. Golpean con fuerza la puerta de salida.­

¿Hace falta prueba? Véase apenas cómo un monarca de la carne vacuna, mentado por demás como experto en abigeato, invitó a un enorme asado para postular su candidatura presidencial. Y para, de paso, hacer actual aquel acierto tanguero: “En tu esquina rea, cualquier cacatúa sueña con la pinta de Carlos Gardel”