La elección bonaerense del primer domingo de septiembre tiene un cierto parecido con el comicio porteño que en mayo determinó la victoria del vocero de Javier Milei y la derrota de la candidata de Mauricio Macri; como en aquel caso, aunque la competencia parece tener alcances exclusivamente locales -concejales y consejeros escolares por municipios y legisladores provinciales (46 diputados y 23 senadores) por sección electoral del distrito- todas las fuerzas le asignan trascendencia nacional. No solo porque son un aperitivo de la elección nacional que tendrá lugar un mes más tarde, sino porque la provincia de Buenos Aires congrega a cuatro de cada diez votantes potenciales del país, ha sido siempre, por su fortaleza en el conurbano, un bastión del peronismo y esta vez, si se atiende a los pronósticos de la mayoría de las consultoras de opinión pública, podría consagrar el triunfo de los libertarios que responden a la Casa Rosada.
OPTIMISMO Y RIESGO
Ni siquiera en 2023, el año de la gran irrupción de Javier Milei, cuando un aluvión de votos los transformó en Presidente, el justicialismo cedió la plaza. Esta vez, los libertarios confían en ganar en la mayoría de las ocho secciones electorales bonaerenses para sitiar a la gobernación de Axel Kicillof a quien, por otra parte, visualizan como un probable desafiante por la presidencia en 2027. De yapa, piensan terminar de digerir a la porción amigable del macrismo.
Para el vértice libertario derrotar al peronismo en la provincia es importante porque, en sus análisis, uno de los factores principales de la deficiente calificación de las instituciones que miden el riesgo país y las condiciones de inversión, reside en la baja sustentabilidad política e institucional que estas atribuyen al Gobierno.
El optimismo del oficialismo nacional no carece de sustento. El peronismo bonaerense atraviesa una situación crítica que tiene ya muchos meses de maduración y se complicó a partir de la prisión domiciliaria y la inhabilitación electoral de Cristina Kirchner.
Kicillof no pudo completar el distanciamiento que venía ensayando en relación a ella, obligado por la victimización con la que la expresidenta afrontó su cautiverio, una jugada política que la devolvió momentáneamente a la centralidad, disparó una multitudinaria manifestación de solidaridad y condicionó a sus críticos internos al acompañamiento o al silencio. Ella empleó su condena para, como indicaba Napoleón, cortar la retirada de sus propias tropas.
LA GRAN ORGANIZADORA
De hecho, esa práctica y la larga continuidad de su conducción están inextricablemente conectadas con la paulatina declinación y las derrotas que ha padecido el justicialismo. La inhabilitación determinada ahora por la sentencia podría ser una nueva oportunidad para la renovación, como lo fueron la derrota electoral de 2015, la imposibilidad de ser candidata presidencial en 2019 (bloqueada por la resistencia interna) y el fracaso a cuatro manos de la presidencia de Alberto Fernández, que abriría las puertas a la presidencia de Javier Milei.
La recuperada centralidad de Cristina Kirchner le ha permitido a ella mejorar en dos o tres puntos su imagen positiva, pero no ha conmovido la imagen negativa de 60 por ciento o más que la viene acompañando desde hace años. La contraofensiva que ella conduce desde su departamento del barrio de Monserrat diagnostica el fin (el “vencimiento”) del gobierno de Milei pero no propone ninguna alternativa, solo “volver”, mientras su cohorte, La Cámpora, conducida por su hijo Máximo, levanta como programa para 2027 el indulto de ella. Hay vida fuera de esa burbuja.
No es extraño, entonces, que amplios sectores del justicialismo, mantengan un discreto silencio sobre esa perspectiva y esas propuestas: muchos intendentes del Gran Buenos Aires, el peronismo del interior (la mayoría de los gobernadores), la CGT, siembran por el momento en sus propios terrenos. Buscan operar sobre el presente mientras se preparan para una nueva etapa.
MIRAR LOS TERRITORIOS
Los gobernadores, junto a sus colegas de otras fuerzas, se reunieron el último lunes en el Consejo Federal de Inversiones y acordaron impulsar un proyecto de ley conjunto destinado a eliminar “todos los fondos fiduciarios que se financian con el Impuesto a los Combustibles Líquidos (Ley 23.966)”, para que las provincias destinen esos fondos “según las prioridades que cada una defina”. También plantearon que el Fondo de Aportes del Tesoro Nacional, que el Gobierno actualmente reparte selectivamente, favoreciendo a “los amigos” se distribuya en adelante de acuerdo con los criterios de la “coparticipación primaria y secundaria de la Ley 23.548”.
Los gobernadores no quieren impactar negativamente sobre la lógica del equilibrio fiscal, que comparten; tienen la certeza de que la sanción de esta iniciativa “no afectará la sustentabilidad de las finanzas públicas nacionales y que, complementariamente, generará más federalismo”. Osvaldo Jaldo, gobernador de Tucumán que ha sido de los más cooperativos con el gobierno de Milei, apuntó: “A la Nación tiene que irle bien, pero con las provincias incluidas”.
Kicillof fue uno de los gobernadores que acordó la propuesta conjunta. Entretanto, mientras acuerda con otros jefes territoriales y contiene su diferenciación explícita del cristinismo para no dañar una unidad electoral que necesita, mantiene una intensa pulseada con las fuerzas de La Cámpora, apuntaladas en la detenida de la calle San José 1111. La integración de las boletas electorales evidenciará quién prevaleció y también si han sido capaces de encontrar consensos eficaces. Un signo claro será el nombre que reemplace al de Cristina Kirchner, que iba a encabezar la boleta de la Tercera Sección Electoral. Desde el cristinismo se impulsa el nombre de Máximo K., una oferta que Kicillof difícilmente acepte (y quizás una movida “de máxima” de La Cámpora para negociar un apellido menos controversial). Del lado del gobernador se piensa en Verónica Magario, vicegobernadora, exintendente de La Matanza: una victoria en la Tercera la colocaría en la pole position para pelear por la sucesión de Kicillof en 2027.
LA PROVINCIA Y EL MUNDO
La elección de septiembre en la provincia es una importante pelea de semifondo. Es una disputa local, pero su resultado estará influido por hechos nacionales y mundiales: la carga interna de la figura de Cristina Kirchner, con sus luces y sus sombras. La capacidad de Javier Milei para sostener hasta las urnas un programa que ha sido exitoso en la lucha contra la inflación pero que todavía no consigue afianzarse en el terreno de la producción, el empleo y la equidad social.
Y, último pero no menos importante, la atmósfera mundial, en la que se destaca abrumadoramente el peso determinante del gobierno de Donald Trump; un cuadro en el que Javier Milei aparece inmejorablemente ubicado. Recordar a Lewis Carroll: “La cuestión -dijo Alicia- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes”.
“La cuestión -dijo Humpty Dumpty- es saber quién manda, eso es todo”.