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‘Crac house’: Crónicas de la pandemia de adicciones

“…viví 5 años en un ´crac house´ con 15 consumidores más”

Quedé sorprendido al escuchar a una paciente de alrededor de 25 años que narraba como vivía en una casa del sur de la Ciudad de Buenos Aires. Me dijo que hay muchas en todos los barrios. Luego sigue diciendo “…aquí me salve”. Hoy es casi profesora de Inglés y luego de un tratamiento arduo luego de pasar por terapia intensiva -por una sobredosis- empieza a vivir lo que ella llama “querer vivir”.

Tenía que llevar celulares robados para cambiarlos por “crac” que conseguía en robos callejeros. La vivienda era tomada y manejada por un “capanga”.

Las mujeres sufrían el “Síndrome de Estocolmo” con estos “Amos” y eran prácticamente esclavas y hasta ofrecidas sexualmente.

Otra compañera de tratamiento dentro de un clima de intimidad grupal me refiere que durante años en un barrio muy típico de clase media alta consumía en una Iglesia evangélica abandonada regenteada `por un “dealer”.

Los “feligreses” eran consumidores fieles al “dealer” mientras la madre trabajaba. Fue hundiéndose en un delirio paranoico y comenzó a desconfiar de todos hasta transformarse en la esclava de otro “dealer” para saciar su dependencia cada vez mayor. Hoy luego de dos años de tratamiento y de abstinencia está empezando a estudiar una carrera ligada a la salud.

NOVEDOSAS Y SINIESTRAS

La pandemia de consumo de drogas nos da estas noticias que, para los que trabajamos hace muchos años, nos resultan cada vez más novedosas y también siniestras. Desde el punto de vista psicopatológico el suicidio está ahí…esa parece ser la meta final de esos “nadies” que se entregan al mejor postor para satisfacer lo que los automatismos cerebrales le exigen; caída ya la corteza frontal (signo de autocontrol y seno de la libertad); de no encontrarse el suicidio aparece otra forma de muerte que es la dementización o sea la perdida de todas las capacidades cognitivas.

EL CRAC Y SU USO

El crac es una variante de cocaína que se caracteriza por sus efectos inmediatos y potencialmente mortales. Se elabora habitualmente hirviendo juntos clorhidrato de cocaína y bicarbonato sódico. Al irse el agua en forma de vapor queda un grupo de cristales (la llamada piedra).

Normalmente se forma una piedra y se crea un polvo a partir de ese material. En muchos casos esos polvos también poseen anfetaminas.

Se consume de forma inhalada, se lo puede fumar en una pipa. Es una variante de la cocaína y su ascenso al cerebro es más rápido que aquella. De ahí la fascinación del llamado “fogonazo” o “flash”.

El daño cerebral es grande y el “subidón” dura de 5 a 15 minutos con una euforia desmedida que captura al sujeto llevando a repetir la dósis y así va generándose una alienación progresiva. La “resaca” de no volver a consumir es un profundo estado de agotamiento y malestar. La repetición anuncia la esclavitud y la hipoteca de los sistemas de placer del sujeto.

QUE HACER ANTE ESTE DRAMA

Prevenir es la misión básica de una sociedad si quiere `proteger su capital humano´. En esto estamos fallando: escuela, familia y organizaciones barriales tienen la misión la proteger la prole. Repitiendo a Chesterton -maestro inglés en filosofía-: “El primer estado es la familia”.

Sobre esto el profesor Claude Olivenstein introductor del tema de las adicciones en Europa nos enseñaba: “…la mejor prevención que se pude hacer es en el seno de la familia; aquella familia que transmite ternura, valores genera naturalmente la prevención”.

El psiquiatra francés, maestro de varias generaciones, nos decía en su clínica Marmottan de Paris: hay que rehabilitar de alguna manera la Ley del Padre como modelo de vida. No estaba en sus pensamientos restaurar a un “Patriarca dominador” sino a un ser que porte transmisión simbólica de virtudes y de presencia y acompañamiento en las etapas del desarrollo.

Luego debemos tratar lo más precozmente posible ante los primeros contactos del joven con las drogas y el alcohol. Lamentablemente hoy en nuestro país el comienzo a los 12 años a consumir drogas y alcohol de miles de niños los hipoteca a muchos de por vida dada la inmadurez de la personalidad y la inmadurez del sistema nervioso.

Un terapeuta solo cualquiera sea su técnica no puede enfrentar las discontinuidades emocionales y kinésicas de un paciente de estas características. Es un equipo lo necesario.

Hoy son las instituciones como las comunidades terapéuticas que funcionan como “familia supletoria” o quizás la única familia que pudo tener en su vida. Es la ortopedia necesaria que reemplazara “al objeto droga” que se apoderó de su personalidad.

Una sociedad movilizada en la Prevención y la Asistencia son la base necesaria para enfrentar a este Suprapoder Supranacional en donde los Estados Nacionales parecen “meras marionetas” de ese mega-Poder.