Historias del Conurbano

Conurbano: la otra tierra rara que mira Estados Unidos


Las múltiples interpretaciones que giraron a los dichos de Donald Trump en la recepción que hizo a la delegación argentina encabezada por el presidente Javier Milei no deberían oscurecer el fondo de la cuestión. Al decir que quitaría su respaldo al país en caso que el actual oficialismo perdiera las elecciones no tiene nada de novedoso y mucho menos en alguien como el propio presidente de Estados Unidos, cuyas características en el mundo de las relaciones son bien particulares.

Los expertos en diplomacia se agarran los pelos, pero lo cierto es que era bien factible que al responder a la pregunta sobre los condicionamientos del “rescate” jugara un rol fundamental el resultado de las próximas elecciones. Más tarde, fue el propio Trump el que aclaró que se trataban de comicios legislativos, pero para ese momento los mercados habían reaccionado y la interna -una más- en el gabinete había estallado. A 10 días de las elecciones, desde la Casa Blanca tomaron el mismo camino que tomó Milei en septiembre: plantear el resultado a todo o nada. El problema no es si Trump se confundió sobre si son legislativas o ejecutivas las elecciones, el tema es que siempre desde Argentina se consideró al comicio como una bisagra entre la vida y la muerte.

PUJAS INTERNAS

El rasgo histórico del acompañamiento del gobierno de los Estados Unidos tiene una dimensión que las peleas pequeñas locales se empecinan en nublar. Los antiguos apotegmas como “Patria sí, colonia no”, o “Ni yanquis ni marxistas, peronistas” vuelven a escena como un loop permanente que, extrañamente, perfora en el público que se mantiene por fuera de los extremos ahora denominados núcleo duro. Son los que, en definitiva, ganan o pierden las elecciones. Es allí donde el gobierno libertario debe recuperar el terreno perdido con números amargos de una economía que, más allá de los datos macro, se resiste a dejar el frío del invierno. Para esos sectores, el apoyo de Trump puede no ser suficiente, pero sí importante en los términos que se lo plantea y es la zozobra cambiaria. La duración del proceso es otra historia. La Argentina está acostumbrada a los plazos cortos. Al día a día. A pensar siempre en la próxima elección y no en la próxima generación, característica que diferencia a un político tradicional de un estadista.

Vale la pena mirar las pujas internas que se expusieron tras la visita a la Casa Blanca. El hecho de que Trump interpretara las elecciones como si fueran ejecutivas y no legislativas, además de la falta de reunión en el mítico Salón Oval, dispararon dardos a la gestión del canciller Gerardo Werthein por parte del ala que se apoya en Santiago Caputo y conforma las “Fuerzas del Cielo”. De todas maneras, es genuino que Trump pudiese estar equivocado y sus dichos hayan sido producto de sus propias formas. En su reciente libro La hora de los depredadores, el sociólogo Giuliano da Empoli, autor del “Mago del Kremlin” y “Los ingenieros del caos”, cuenta sobre Trump que “lo que realmente le preocupa a sus consejeros, cuando debería regocijarse, es que Trump ni siquiera lee las notas de una página o de media página que le pasan con antelación para preparar una entrevista, en donde resumen los puntos esenciales del asunto que debe tratar. Trump ni siquiera mira esas notas. Ya sea de una página o media, o apenas una línea. El sólo funciona verbalmente, lo cual representa un considerable desafío para cualquiera que desee transmitirle el más mínimo conocimiento estructurado”. Y remata: “Pero qué más da, lo que cuenta sobre todo es la acción, de la cual, como sabemos, el conocimiento es uno de sus peores enemigos”.

DE WASHINGTON AL GBA

Las dudas sobre el resultado electoral persisten. El esfuerzo del gobierno americano no necesariamente tendrá traducción electoral. Si la expectativa es, por ejemplo, acaparar la extracción de los minerales producto de las tierras raras, hay una conquista más compleja de realizar que se da en un territorio raro: el conurbano bonaerense. Su propia dinámica y lógicas aún son materia de difícil compresión para burócratas porteños, y lo son mucho más para un extranjero. Es que allí se concentran tantas características juntas que definen a la Argentina en sí misma. Conectar Washington con el Gran Buenos Aires no es tarea sencilla. Para alivio de La Libertad Avanza, no parece haber una actividad demasiado manifiesta de los jefes territoriales para empujar la boleta de Fuerza Patria. Haber clausurado sus discusión en septiembre les permite a los intendentes moverse más lentamente. No le sacan el cuerpo, pero no se inmolan. Las encuestas, cualquiera que se tome, marcan que la diferencia en territorio bonaerense es amplia a favor del peronismo.

En las “Fuerzas del Cielo”, de todas maneras, aspiran a recortar distancias. Tienen elementos en los cuales apalancarse a partir de un escenario muy polarizado. Aquellos votantes que optaron por terceras listas empujadas desde el territorio, sobre todo en el interior, ahora no están planteadas de la misma forma y con el mismo empuje. Provincias Unidas que lleva a Florencio Randazzo o Potencia que propone a María Eugenia Talerico buscan captar a los desencantados de uno y otro lado de la grieta. En qué medida podrán hacerlo es una incógnita. Sí existe una certeza y es que no será masivo. La expectativa de recortar en los territorios para Javier Milei se puede observar en un ejemplo muy concreto en el Conurbano bonaerense. En San Miguel, el oficialismo local participó en las elecciones de septiembre con una lista vecinal sin candidatos provinciales. Ahora, el distrito está plagado de carteles con la leyenda “La Libertad Avanza o Argentina Retrocede”. Se supone que los votantes que acompañaron la boleta auspiciada por el intendente Jaime Méndez ahora podrían volcarse masivamente al color violeta. ¿La orden de hacer campaña a favor de Milei fue de Méndez o del jefe político del oficialismo Joaquín de La Torre? ¿Pero cómo, no son lo mismo? Fuentes bien informadas del distrito aseguran que hay distancias evidentes. Es solo un ejemplo de la distinta manera en que se configura la elección de octubre.

AVANCE CHINO

La preocupación de Estados Unidos por el avance de China en el continente es genuina y se observa no solo en la puja por el control de las tierras raras. También se traslada al ámbito de la seguridad regional. Ya lo advirtió el jefe del Comando Sur de Estados Unidos, Alvin Holsey, cuando visitó Argentina en agosto pasado. Las miradas sobre el futuro del Ministerio de Defensa también se mezclan en las propias internas libertarias. La sucesión de Luis Petri (quien podría tener pronto dolores de cabeza judiciales) es de la apetencia de actores importantes dentro del gobierno de Javier Milei. Aunque suele mirarse con mayor apetito la cartera de Seguridad, el área de Defensa podría iluminar alguna sorpresa luego del 26 de octubre. Estados Unidos cree que las filtraciones en materia de seguridad son un tema a atender con urgencia. Por estas horas, circulan en diversos ámbitos gubernamentales informes que detallan una problemática de vieja data pero con revelaciones nuevas: la posesión de armamento del Ejército Argentino en manos del peligroso Primer Comando Capital de Brasil. Si bien el caso se desató en 2011 con epicentro en el Batallón 603 de Luis Beltrán, ahora recobra impulso porque el juez argentino que investigó aquello, Marcelo Bailaque hoy está procesado por corrupción y vínculos con el narco. En septiembre de 2024, la policía de Brasil detuvo a Marcelo “China” de Moura, un jefe del PCC que planeaba asesinar al secretario de Seguridad de San Pablo con una ametralladora MAG robada en Argentina y grabada con la inscripción “Armada Argentina”.

Cercar la influencia de China no será una tarea tan sencilla para los intereses americanos. Además de los temas macro como la puesta en marcha de bases o la construcción de puertos, el gobierno chino ha logrado infiltrarse en la política misma de las bases territoriales. Son cada vez más los intendentes que viajan al gigante asiático a firmar convenios con provincias o municipios de aquel país. Se tratan de acuerdos comerciales y hasta culturales. Uno de los emblemas de esa inserción es el intendente de José C. Paz, Mario Ishii, que ha sido de los que primero inauguró la ruta Conurbano-Pekín. Hace una semana volvió de su enésimo viaje a las tierras del Partido Comunista Chino. Pero no es el único. Desde hace años, Gustavo Menéndez, intendente de Merlo, ha cosechado un vínculo muy prolífero con las gobernaciones chinas. Son sólo dos ejemplos de otros varios. ¿Cuánto de esto preocupa a Estados Unidos? Es difícil saberlo con exactitud aunque la presencia de China está mucho más desplegada de lo que se imaginan. La última vez que un embajador de Estados Unidos se puso en contacto directo con el territorio del Gran Buenos Aires fue en julio de 2022 cuando Marc Stanley viajó a Lomas de Zamora para verse con varios alcaldes de ese momento. Algunos de ellos aún perduran en sus cargos.

ENIGMAS

El enigma sobre la tierra rara que es el conurbano, llevó por ejemplo, a que Estados Unidos viera con buenos ojos la llegada de Sergio Neiffert -un hombre con conocimiento y contactos con esa idiosincrasia bonaerense- a la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) a mediados del año pasado. Ese vínculo ha quedado plasmado en una serie de acciones que no tuvieron exposición pública pero que han construido un camino. Desde una visita a la sede de la CIA hasta la puesta en marcha de una oficina antiterrorista anunciada la semana pasada junto a Patricia Bullrich. Por estas horas se sumaría otro dato importante desde Washington, puntualmente desde un marco de colaboración con el FBI. Título para una película: “Un hombre del conurbano suelto en Washington”. Ironías aparte, la serie de elementos concluyen que la mirada de Estados Unidos no se agota en los 40 mil millones de dólares que prometió Scott Bessent.

Claro que, para todo, es necesaria la sustentabilidad política. Y en eso, Trump se parece a Milei. Apostar a todo o nada. Llevar al resultado de la próxima elección como decisivo para la vida política de Argentina o la continuidad del propio gobierno es jugar con fuego. En las horas febriles de idas y vueltas entre Buenos Aires y la capital norteamericana alguien recordó aquella frase que se atribuyó a Henry Kissinger. “Ser enemigo de Estados Unidos puede ser peligroso, ser amigo es fatal”.