Constante depuración del poema

Migraciones, Poema 1976-2019

Por Gloria Gervitz

Editorial Cuneta. 278 páginas

 

Estamos ante una mirada del mundo. Una que brinda la poesía y que se expande por décadas. Una que constituye la obra de una vida.

Con el volumen Migraciones, la gran poeta Gloria Gervitz (1923-2022) hace honor a su legado judío -su padre lo era-, pero mete o cuela su identidad mexicana -nació en Ciudad de México de madre de Puebla- con la presencia de lo católico en cada momento.

El texto constituye toda la poesía de Gervitz, desde 1976. Se trata de un material que ella iba publicando con el mismo nombre: “En junio de 1979 apareció en un plaquette de 19 páginas editada por la Imprenta Madero, la primera parte de “Shajarit”, jamás imaginé que fuera el inicio de Migraciones”, recordaba en una entrevista antes de su muerte. La escritora fue ajustando, borrando, trasladando versos de un lugar a otro, y continuando.

Una lectura de las diversas ediciones de Migraciones podría mostrar las profundas diferencias que existen entre los poemas. Se trata de un constante proceso depurativo que comienza con reminiscencias de Walt Whitman y que hacia el final va experimentando un proceso de depuración con menos palabras que sustituyen los versos de descripción hasta llegar a la desintegración. Utilizando experimentos formales de poetas como Samuel Beckett o Susan Howe (a quienes tradujo), Gervitz llegó en 2019 a tan bellos pasajes que incluso le valieron el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda.

Temas como la religión, el sexo, la identidad y el fin atraviesan todo el material: “Y sólo en mí conozco y siento a los demás/ invención que comienza cada mañana/ monótono aprendizaje de despertar y volver a ser yo/ ¿y si despierto para siempre?”, dice en un momento.

Pueblan el texto referencias sexuales, más o menos explícitas, hechas incluso con cierto humor. En otro pasaje la autora se pregunta “¿a dónde iría si pudiera llegar?/ ¿qué sería si yo fuera?”. Se dice: “y mi vida más pensada que vivida/ ¿queda tiempo?/ ¿qué debo recordar?/ ¿qué miedo olvidado debo recordar?”.

Su ascendencia se pone de manifiesto todo el tiempo. En el texto, Gervitz dice: “Mis muertos son tan reales como yo y les hablo en ruso y en idish”. También recuerda a un amor -“la ropa impecable que todavía huele a ti”- y a su yo juvenil -”y la muchacha que lloraba abrazada a su madre muerta sigue llorándose dentro de mí”-.

El volumen finalmente reunido cuenta con un glosario que explica, entre otros, términos en idish o en náhuatel que aparecen en el poema. Quizá primero convendría dejarse llevar por el material y tal vez en una relectura incorporar ese preciado corpus.