La derecha que el país necesita para superar su decadencia

Conservadora, por ende liberal

En una serie de textos publicados en este medio a lo largo de más de tres años, expresamos nuestra intención de contribuir a la actualización de una cultura política conservadora, liberal y popular. 

Entendíamos, y entendemos, que tal caracterización definitoria, ayudaba a perfilar sin medias tintas la Derecha que el país necesita para cerrar el ciclo de su decadencia. 

Vamos a detenernos hoy en algunos de esos rasgos. Comencemos por decir que el carácter “popular” del orden que propiciamos se relaciona directamente con lo que ha sido uno de los rasgos dominantes de la Argentina ya desde el período hispánico, y que algún escritor ha denominado “democracia social”, en el sentido de un grado importante de permeabilidad entre los estratos que no alcanzó cotas similares en otros países de la región. Lo que tenga que ver este perfil con el tan llevado y traído “populismo” intentamos oportunamente esclarecerlo en una nota específica sobre el tema y a ella nos remitimos. 

En esta oportunidad, en cambio, procuramos echar luz sobre la relación entre los aspectos “conservadores”y “liberales” de nuestra perspectiva, aspectos que frecuentemente son utilizados como contradictorios y que en nuestra mirada, en cambio, no solo resultan complementarios sino que se complican. 

La actitud conservadora expresa el instinto de supervivencia de las sociedades. Mutatis mutandi, es lo mismo que la tendencia del individuo a su continuidad en el ser, que Santo Tomás ya registraba como uno de los factores elementales de la Ley Natural. 

El gran economista y sociólogo Vilfredo Pareto la traduce –en el plano comunitario- en aquello que llama persistencia de los agregados, aludiendo, precisamente, a la vocación de permanencia de las realidades sociales complejas. 

Pero en la historia humana hay más, mucho más, que la mera conservación biológica. No se trata solo del ser sino del cómo ser. Es decir, se trata de poder transmitir, por encima de las generaciones, una forma, un modo de vivir que perfila la propia identidad. 

Este depósito vehiculizado por la tradición no es el mismo en las diversas culturas. Y aquí entran en juego las instituciones y los principios que genéricamente suelen definirse como liberales. 

La civilización europea ha desarrollado en el tiempo un conjunto de valores fundantes que la distinguen del modo de vida de otras grandes culturas existentes o ya fenecidas.

Entre ellos la igualdad ante la ley, las libertades civiles, el debido proceso, la norma de no taxation without representation, etc. ya son partes integrantes de nuestra personalidad histórico-social en tanto y en cuanto somos hijos de aquella civilización. 

Por lo tanto, ser conservador aquí implica en alguna medida ser liberal. Esta conjunción de ninguna manera es igualmente vinculante para un chino, un indio o un musulmán. Lo es, en cambio, para nosotros. 

Y podremos obtener todos los frutos sociales de dicha suma en tanto y en cuanto no convirtamos esas dos grandes ideas rectoras en ideologías, es decir, en sistemas cerrados de pensamiento impermeables a los desafíos de la historia, que siempre son particulares e intransferibles. 

Consigna para argentinos comprometidos en la batalla cultural. 

 

* Profesor emérito de la Universidad Católica argentina. El señor Iribarne fue decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Católica de La Plata