Confesión libertaria

La confirmación del superficial análisis previo para impulsar un ajuste doloroso sin preocuparse por las formas ni de la justicia en su aplicación en nombre de la urgencia.

La diputada libertaria Lidia Lemoine se despachó a voluntad en la semana sobre los reclamos de los médicos del Hospital Garrahan. Sus posteos fueron groseros, primitivos y descalificantes para quienes en definitiva son representados por ellas y sus colegas, lo que ameritaría al menos un cierto respeto en la forma de dirigirse a ellos y en la forma de argumentar o discrepar. 

En uno de esos posteos magistrales la emblemática representante de la LLA explicó lo que a su criterio deberían hacer para ganarse la vida los profesionales de la salud, que según su criterio deberían competir en el mercado laboral y renunciar si no les convenía su paga. También se puso como ejemplo para demostrar que ella felizmente había sabido elegir muy bien su formación académica al elegir una disciplina que le había permitido vivir con tranquilidad. 

En homenaje a quienes se sintieron ofendidos y hasta avergonzados por esas comunicaciones, y en especial al personal del Garrahan, que a lo largo de su trayectoria ha sabido ganarse el agradecimiento y el respeto de la sociedad, tiene sentido analizar sus afirmaciones, aunque pareciera innecesario descender a hacerlo. 

Desprecio por el conocimiento

Lo primero que se desprende de esos textos, es el desprecio por la formación académica y profesional del sistema educativo nacional, la desvalorización de la educación misma como concepto central del progreso de los individuos y el desestímulo que implicaría para los jóvenes si decidieran tomar en serio sus argumentos. 

Nadie de su movimiento lo desmintió, el Presidente tampoco. Ni en la validez técnica, ni en la interpretación errónea del funcionamiento del mercado laboral, ni en el problema de salud que se ocasionaría si todos los profesionales de la salud hicieran lo que ella recomienda. 

Su ejemplo sobre la opción de abrazar el respetable oficio de peluquero, comparándolo con una carrera que tiene importantes responsabilidades públicas y tiene exigencias universitarias y luego una práctica previa de dos años trabajando como interno (aprendiz) en un hospital es directamente despectiva, descalificante y hasta ofensiva, típica de quienes no han tenido ni la constancia ni la voluntad y el talento para cursar una carrera de grado y aprobar todas sus materias y exigencias. Alguien más que piensa que los diplomas se pueden comprar.

Si hubiera alguien de su entorno político dispuesto, capacitado y conocedor de la realidad cotidiana, debería acercarle algunas reflexiones de modo urgente, para evitar que se pensase que todos sus colegas del Congreso y los funcionarios del gobierno de su partido comparten los criterios, la orgullosa, desenfadada e impune ignorancia y la precariedad de pensamiento, de la diputada. 

Al hablar del mercado laboral, omite o desconoce que ese mercado funciona en la práctica por submercados, no sólo por tipo de tarea y formación, sino que hasta por el tipo y tamaño de las empresas. Que se distorsiona en el caso del Estado, en todo sentido, (por ejemplo un diputado gana varias veces lo que un médico de hospital, un espía de la SIDE también), mercado que es influido por la escasez de oferta o demanda, que además la demanda pone siempre condiciones de formación y antecedentes que en el caso del ejemplo de empleados públicos y funcionarios, espías -y legisladores- no se requieren, lo que debe ser la mayor injusticia y arbitrariedad. 

Y sólo en casos de desaparición o fuerte reducción de una actividad motiva la adopción masiva de una nueva profesión u oficio, lo que obliga de todos modos a un nuevo proceso previo de formación, aunque eso suene a demasiado sacrificio para la representante. 

Aún cuando los argumentos de la conspicua, espontánea  y verborrágica legisladora adlátere presidencial tuvieran alguna cuota de sentido técnico o práctico, no sólo la de los médicos y demás agentes de la salud, no es una actividad que esté en desaparición, al contrario, sino que si los profesionales tomaran en serio el consejo y dejasen de trabajar en los hospitales, prepagas y obras sociales masivamente, el efecto sobre la salud y aún sobre la gobernabilidad sería simplemente mortal, social y políticamente. 

Por otra parte, es lo que han venido haciendo muchos profesionales destacados, que han desaparecido de las cartillas aún de las prepagas más caras.  

Se trata de una forma barata y cómoda de atender la salud pública: se les paga una miseria a los profesionales y se pretende así cubrir a bajo costo una necesidad básica de cualquier sociedad. Lo describió muy bien A.J.Cronin novelando los efectos del sistema de salud pública británico en sus libros The Green Years y Shannon’s way en la década de 1910.

Migajas para los médicos

Al controlar los precios de las empresas privadas de medicina privada, estas se vieron forzadas a pagar migajas a sus médicos para sostener la actividad, lo que no es diferente a la salud pública, a las Obras Sociales obsequiadas a los sindicatos y a las prepagas y sanatorios, indirectamente. Las Obras Sociales fueron regaladas a los sindicatos en la dictadura de Onganía y son otro mecanismo corrupto que termina afectando seriamente a los médicos. ¿A qué mercado y a qué competencia se refiere Lemoine? 

En otras palabras: justamente en el caso de los profesionales más que ningún otro, el Estado obstruye la acción del mercado, como lo hacen los sindicatos. 

Este caso particular y específico sirve para entender que cualquier reducción en el gasto estatal requiere un meduloso análisis, practicado por quienes tengan la capacidad, la formación, y el conocimiento en cada área y de gestión, lo que no es el caso de este gobierno, sin excluir a cualquier otro gobierno de las últimas décadas. 

Los posteos de Lemoine corren el riesgo de considerarse el símbolo de un modo habitual de comunicación, y peor todavía, de una metodología y un criterio que parecen acompañar a todos los integrantes de su partido, fanáticos ideologizados furiosos y agresivos y participantes de su gobierno. 

De todos modos, si alguien quiere seguir los consejos de cambio de profesión de los que pone como ejemplo la reciente inaugurada especialista en mercados es libre de hacerlo a su riesgo. Tal vez el paso siguiente de la elegida con la lista sábana es la apertura de una consultora para asesorarlos. 

La ignorancia técnica o de las funciones específicas de cada área y las técnicas de administración que permiten evaluar la calidad y eficiencia de cualquier sector de cualquier burocracia, garantizan que todo ajuste o reducción de personal o gastos en cualquier área será necesariamente mal realizada. Un ajuste injusto. Para usar un juego de palabras. 

Requisito fundamental

La columna planteó, ya antes de las últimas elecciones presidenciales, la necesidad imperiosa de recurrir a quienes tuvieran experiencia exitosa previa en la gestión para analizar e implementar cualquier ajuste, sin importar su partido político. Como si fuera algo deliberado, se omitió ese requisito, para designar en cambio funcionarios que no respondían a esos lineamientos, utilizando criterios que no se dieron a conocer.  

Esa omisión, unido al evidente hecho de que la discursivamente vapuleada casta fue preservada del esfuerzo del ajuste, por la razón o excusa que fuera, hacen que su aplicación sea necesariamente injusta. La sensación empeora cuando se trata de explicar lo inexplicable con argumentos mal fundamentados esgrimidos por incompetentes.

Es una lástima que doña Lidia no haya tenido que usar igual nivel de argumentos para endilgárselos a la casta, suponiendo que la casta hubiera sufrido alguna clase de ajuste, como era justo que ocurriese. 

Si bien el FMI acompaña cualquier ajuste -con el modo que fuere- casi solidariamente, (no en la definición del término en el derecho comercial y la economía) es de esperar que las improvisaciones de la diputada Lemoine no hayan sido leídas por potenciales inversores. Porque como sostiene el respetado inversor Warren Buffet, el principal dato para definir una inversión es “la calidad del management de una empresa”. O de un país, por caso. 

En vez de un bozal legal, se podría pensar en un bozal político. Sería poco liberal -dirán- pero muchos de los mecanismos y prácticas -y aún criterios- que se están usando, tampoco lo son. Y el llamado libertarismo y el anarcocapitalismo no son una evolución positiva del liberalismo. Son desviaciones de sus bases filosóficas.