Condensada recreación de una vida

 

Mañana y tarde

Por Jon Fosse

Nórdica y De Conatus. 102 páginas

La concesión del último Premio Nobel de Literatura al noruego Jon Fosse aceleró la circulación de una obra que, si bien había sido editada en español, era poco conocida para el común de los lectores y buena parte de la crítica especializada.

Uno de los primeros libros en llegar a las librerías luego del otorgamiento del galardón fue Mañana y tarde, cuya edición original noruega es del año 2000. Se trata de una novela brevísima y apretada, que parece condensar buena parte de los temas y las formas a las que es afecto el flamante Nobel.

Su historia es la duración de una vida entre los límites del nacimiento y la muerte, que figuran resumidos en la metáfora del título. El protagonista es Johannes, cuyo nacimiento domina el primero y más corto de los dos capítulos numerados del libro. Este parto se relata desde el punto de vista del padre, Olai, pero hacia el final también se registra la perspectiva de asombro y desconcierto del recién nacido al llegar al mundo.

El segundo capítulo encuentra a un Johannes ya anciano, padre viudo de siete hijos y abuelo de varios nietos. Es un pescador jubilado y vive en un pueblo costero. Cada tanto una de sus hijas pasa a visitarlo y lo ayuda a llevar la antigua casa familiar.

La narración lo acompaña desde el comienzo de una jornada que se inicia como cualquier otra, con sus rutinas domésticas y sus hábitos de hombre solo, pero que a lo largo de las páginas va entreverando diferentes planos de realidad. El presente se cruza con el pasado y lo que parece concreto se esfuma en lo que, en principio, semejan ensoñaciones o alucinaciones. La pericia del narrador radica en cómo maneja esa transición que está en el centro de la novela y es la que le confiere sentido.

Más que Johannes el verdadero protagonista del libro es el narrador. Su presencia es insoslayable puesto que todo el tiempo entra y sale de la conciencia del personaje apelando a una mezcla de monólogos interiores y estilo indirecto libre. Los recuerdos se mezclan con diálogos reales o imaginados, del supuesto presente y del pasado remoto. También hay espacio para la reflexión existencial y más de una apelación al vínculo con un Dios que algunos de los personajes ven demasiado lejano.

El relato es un torrente de palabras que prescinde casi por completo del punto seguido y emplea muy pocos puntos y aparte. A la manera de ciertos pasajes bíblicos, las frases se acumulan en cascadas unidas por la conjunción “y”. En los mejores momentos el procedimiento logra una rara intensidad poética, como éste en el que aparece Peter, el gran amigo pescador de Johannes:

“(…) y Peter va y arranca el motor con la manivela y suenan golpes y explosiones y burbujeos y luego sale mucho humo y los golpes empiezan a sonar más regulares y entonces Peter va a proa y desamarra y mete la marcha atrás y lentamente empiezan a salir de la Ensenada y Johannes se queda parado mirando los montes y las cuestas y los peñascos y las casas en tierra, y mira el muelle y su propia barca de remo que está ahí amarrada a una boya y con fijación a tierra, y mira los cobertizos de las barcas y ve las casas y los hogares a lo largo del camino y le invade un hondo sentir por todo aquello, por el brezo, por todo, todo esto lo conoce, todo esto es su lugar en el mundo, es suyo, todo, las cuestas, los cobertizos, las piedras de la orilla, y entonces lo embarga la sensación de que nunca volverá a ver todo esto igual, a pesar de que permanecerá en su interior, como lo que él es, como un sonido…”.

PROSA Y TEATRO

Consagrado como dramaturgo, Jon Olav Fosse (Haugesund, Noruega, 1959) volvió a la narrativa tras 15 años dedicado a escribir piezas teatrales.

El teatro, expresó días atrás en Estocolmo al recibir el Premio Nobel, le dio en su momento “un gran sentido de felicidad y seguridad”: la posibilidad de ver sus obras representadas era lo opuesto a la soledad del escritor, era “compañerismo”, crear “arte compartiendo arte”.

Por otro lado, en la novela se encontró también con un “lenguaje silencioso” que debe ser expresado. Tal lenguaje, agregó, habla desde “el espíritu de la totalidad de una obra”, ya sea teatro o narrativa. Quien lo oye lo suficientemente cerca, “escucha el silencio. Y se ha dicho que sólo en el silencio se pude oír la voz de Dios”.