Concierto para tambor japonés, una experiencia sin parangón

The Geidai Philarmonia Orchestra Tokyo. Programa con obras de Bedrich Smetana, Isao Matsushita y Johannes Brahms. Dirección: Kazuki Sawa. Wadaiko (tambor japonés): Eitetsu Hayashi. El miércoles 6 en el teatro Colón.

Un concierto de características atractivas y estimulantes fue el presentado en el Colón en celebración de los 125 años de vínculo entre nuestro país y Japón, tomando en cuenta la fecha del primer inmigrante que llegó a estos lares. La celebración entonces cobró efecto con una sala repleta para el concierto de la denominada The Geidai Philarmonia Orchestra Tokyo, perteneciente a la Universidad de las Artes de la capital nipona, cuyos orígenes remontan a finales del siglo XIX.

Y también recuerdan las estadísticas de nuestro teatro y las experiencias que hemos vivido, aquella presencia hace algo más de medio siglo de la NHK de Japón, que fuera la primera orquesta del país oriental llegada aquí. En fin, todos estos condimentos hicieron de la presentación que nos ocupa un interesante y lucido encuentro musical, que tuvo momentos de asombro y destreza altamente novedosos para nuestro medio.

Y decimos esto porque si la experiencia musical siempre es inagotable en el universo a través de las múltiples culturas, la vivida esta vez se ubica entre ellas, tomando en cuenta, fundamentalmente, el programa de la parte central del concierto.

SOLISTA
Dirigido por Kazuki Sawa, violinista destacado y a la vez director musical, nacido hace sesenta y ocho años, que es hoy profesor emérito de la Universidad de las Artes de Tokio (cuya batuta evidenció una notoria disciplina en las diversas secciones, con una buena mayoría de ejecutantes juveniles en un orgánico de más de sesenta instrumentistas), comenzó con una evocación del breve poema sinfónico ‘El Moldava’, de Bedrich Smetana, considerado el padre de la música checa.

Pero lo que vendría enseguida fue una experiencia casi inédita para nuestro público: el concierto para tambor japonés ‘Hi-Ten-Yu’, del compositor nipón Isao Matsushita (1951-2018), donde tomó parte como solista el especialista Eitetsu Hayashi, nacido en Hiroshima hace setenta y un años y reconocido solista del llamado Wadaiko, el tambor japonés.

La partitura lo tuvo como principal protagonista, con el gigantesco tambor ubicado al fondo de la caja acústica de orquesta, donde el percusionista apareció con ropa semi-deportiva mostrando su musculatura para hacer surgir el poderoso sonido, pero como deducción del hecho, no basta aquí con golpearlo con toda la fuerza posible como que es un instrumento percusivo, sino dándole acentos expresivos y de variedad y riqueza sonora.
Además, también otra característica del wadaiko es el movimiento y casi bailoteo, sincronizando la respiración y su ritmo. Hacia el final el solista fue acompañado por dos tamborileros a su flanco, en tambores menores, que dieron al concierto una rítmica sonora y un impacto que produjo la ovación del público. De manera que así finalizó esta primera parte dejando diría atónitos a muchos espectadores.

BRAHMS
Al reanudar tras el intervalo, con la Sinfonía Nº 4 en mi menor , op 98, de Johannes Brahms, volvió la calma, si bien la versión no abrazó los ribetes románticos propios, ya que estaba en manos de músicos de Oriente que tradujeron con eficiencia, disciplina y preparación, y no tanto el vuelo y peculiar fraseo romántico brahmsiano.

Cabe destacar allí el vistoso desempeño de la flautista primera, Airi Hosokawa, de un delicioso toucher, lo cual habla de músicos de sólida formación en el presente japonés.

Pero los aplausos seguían pidiendo algún encore, y el director Kazuki Sawa expresó en español que “ van a disfrutar del placer del Japón” (sic). Y volvieron nuevamente los tres percusionistas comandados por Hayashi a demostrar su impacto y la comunicatividad rítmica, a la vez ritual y casi ancestral, del wadaiko. El público volvió a explotar en entusiastas aplausos y ovaciones ante esta nueva manifestación de la cultura tradicional japonesa.

Calificación: Muy bueno