EL RINCON DEL HISTORIADOR

Concepción Unzué de Casares, una benefactora

Manuel Mujica Láinez recordó en una página magistral las grandes fiestas mundanas "hacia el treinta y tantos" en las que se bailaba el tango''. 

"Había por entonces en Buenos Aires, tres importantes señoras -María Unzué de Alvear, Concepción Unzué de Casares y Adelia María Harilaos de Olmos-, que en noviembre o diciembre convocaban a los muchachos andariegos, en sus enormes casas de la avenida Alvear, para agasajar a sus sobrinas. En esos bailes, de cuyo lujo sólo podrán dar una idea concreta quienes de ellos participaron, pues a la generación actual cualquier descripción le sonará a exagerado cuento de Las Mil y Una Noches, oí cantar, en más de una oportunidad, a Carlos Gardel''.

GENEROSAS AL EXTREMO­

­Quienes lean este comentario que refleja en forma acabada la vida de estas señoras, pensará en mujeres frívolas, alejadas de la realidad, pero nada más lejano a eso. Las tres fueron generosas al extremo, vivían en grandes residencias con absoluta austeridad, con inmensos beneficios para las personas que trabajaban con ellos y se preocuparon largamente por los más necesitados y su promoción; en este caso vamos a recordar a Concepción Unzué de Casares.

El 1º de diciembre de 1864 nació Concepción Natalia quinta hija del matrimonio de Saturnino Enrique Unzué y de Concepción Gutiérrez Capdevila. A los 15 días a resultas del parto falleció la madre, tenía apenas 22 años y su marido le llevaba quince. Vivían los Unzué -según el acta de bautismo que se celebró en la iglesia de San Miguel el 25 de febrero de 1865- en la calle Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen) 351 de la antigua numeración, domicilio en el que también se domiciliaban los padrinos don Joaquín Gutiérrez y doña Jacinta Reyes de Unzué.­

Poco se conocemos de los primeros años de la niña, que seguramente fue educada con toda lo que la holgada posición económica permitía. Vivía según el censo de 1869 en la calle Libertad y Rivadavia en "la propiedad de los Unzué de altos y bajos'', junto con su padre de 42 años, comerciante y sus hermanos: María y Saturnino (no menciona a Angela); unos tíos maternos Francisco, Josefa y Concepción Gutiérrez, como también tres personas de servicio y un cocinero.

En el censo encontramos también a su abuela paterna doña Jacinta Reyes y algunos tíos Unzué, con el consiguiente personal de servicio.

Su nombre, ya muchacha, comenzó poco antes del 80 a circular en las noticias sociales. En 1877 su hermana Angela se casó con Rodolfo Jorge de Alzaga Piñeyro, del que enviudó a los dos años; para casar en 1885 con un hermano del anterior Félix Gabino de Alzaga Piñeyro, con larga descendencia de ambos matrimonios origen del apellido Alzaga Unzué. 

En 1885 otro casamiento de campanillas fue el su hermana María de los Remedios Unzué conocida como La Beba con Angel Torcuato de Alvear, hijo del intendente de Buenos Aires en ese momento, matrimonio que no tuvo hijos. Concepción casó el 27 de mayo de 1893 en la iglesia del Socorro con Carlos M. Casares, de 37 años, hijo del ex gobernador de la provincia de Buenos Aires Carlos Casares y de María Josefa Martínez de Hoz, actuando como testigos la madre del contrayente y Saturnino, el hermano de la novia. Fijaron domicilio en la avenida Alvear 45.­

EL CENSO­

­Dos años después el censo de la capital, nos da noticias de las residencias que las tres hermanas Unzue, María, Concepción y Angela, tenían sobre la avenida Alvear. María en la esquina con Libertad, Concepción en el 1345 de la actual numeración hoy sede del Jockey Club y Angela al lado, más hacia Cerrito. Don Carlos M. Casares falleció en Buenos Aires el 19 de abril de 1907.

Bien se escribió en la necrológica que doña Concepción o Cochonga como era conocida familiarmente: "Encarnó de tal manera una modalidad cristiana, que sin buscar resalto, encontró relieve en la conformación de la conducta con la doctrina de la fe''. No rehuyó a los halagos de la fortuna, en los campos familiares de 25 de Mayo levantó el magnifico castillo de Huetel, donde fue recibido el Príncipe de Gales y donde esa noche cantó Carlos Gardel. Pero también en acto solidario construyó el Hospital Regional y la Escuela Agrícola Carlos M. Casares, donde dirigidos por los padres salesianos recibieron instrucción en materia rural unos doscientos niños y jóvenes, algunos de ellos huérfanos.­

Cofundadora del Asilo Unzué y contribuyó además con el Solarium, ambas instituciones en Mar del Plata destinadas a pequeños niños enfermos: tenía su residencia en la calle Olavarría 2134 y el Boulevard Marítimo, que aún se conserva aunque como un local comercial con modificaciones. A su generosidad se deben la parroquia de San Saturnino y San Judas Tadeo, erigida en memoria de su padre; el Colegio Josefa Capdevila de Gutiérrez para niñas sin padres y la capilla hoy parroquia Mater Admirabilis, que está cumpliendo su centenario. A esto debemos agregar su pertenencia a la Sociedad de Beneficencia fundada por Rivadavia desde 1905, entidad de la que fue presidente su hermana doña María Unzué de Alvear. A esta generosidad conocida debemos agregar la anónima a través de la obra de las Damas Vicentinas, donde no cosechó renombre alguno, pero si inmensas gratitudes.­

Hace un siglo en abril de 1921 las hermanas María y Concepción Unzué, llegaron a Madrid, al dar noticias de su arribo un diario local afirmaba: "Ambas disfrutan no solo en aquella sociedad, sino en todas las que frecuentan de otros países, verdadera estimación, así por sus bondades como por ser muy cultas e inteligentes y por las muchas obras de beneficencia que realizan. Son, además, muy aficionadas al arte, y así las residencias de ambas constituyen verdaderos museos de antigüedades y obras artísticas. Deseamos a las distinguidas damas una grata estancia en Madrid''.

A LOS NOVENTA­

Cuando cumplió 90 años en una nota se dijo de ella: "Su nombre figurará con rasgos memorables en la acción desenvuelta por la sociedad tradicional en pro de los desheredados''. Falleció en su residencia de la Avenida Alvear el 17 de junio de 1959 y sus restos fueron sepultados en el cementerio de la Recoleta.­

Hace un tiempo el doctor Marcelo Salerno me recordaba el centenario de Mater Admirabilis, que lo había comentado con su párroco y la necesidad de evocar a la señora de Casares, cuyo nombre se ha desdibujado en el tiempo. Y no le falta razón, en el prólogo del libro Los Años Dorados escribió con verdad Alberto Dodero: "Las sucesivas etapas de decadencia y retroceso, de olvido y desdén, han terminado por volver fabulosa esa época del pasado. Cuesta creer que hayamos tenido tanto y tan bueno. Las nuevas generaciones, en el vértigo de un presente de constantes crisis, ignoran casi todo del pasado y nos imponen la responsabilidad de hacerles conocer y apreciar lo mejor de nuestra historia''.­