Con la impronta del sur de Italia
A pocas cuadras de la Plaza de Mayo, en un edificio de 1875 completamente reciclado, Abra Cultural propone un encuentro con lo mejor de la gastronomía napolitana. Hay además una biblioteca, galería de arte y un moderno auditorio para disfrutar.
La Tienda San Juan funcionó en la manzana delimitada por las calles Alsina, Piedras, Hipólito Yrigoyen y Tacuarí, a partir de 1875 y hasta su cierre, en la primera mitad del siglo XX. Tal vez menos conocida que la muy popular Gath & Chaves, era una tienda por departamentos, al estilo de las europeas de aquellos años, perteneciente a la firma Cibrián Hermanos. El tiempo, implacable, hizo su trabajo y el amplísimo local conoció otros usos, fue desguazado y perdió buena parte de su patrimonio arquitectónico, de un valor incalculable.
Sin embargo, una estela de esa historia resiste todavía en el solar de Yrigoyen 840, donde un grupo de socios decidió apostar a un polo gastronómico y cultural que, a juzgar por la concurrencia que viene teniendo, era un punto de encuentro necesario para esa zona de Monserrat, a escasas tres cuadras de la Plaza de Mayo.
En los 1.400 metros cuadrados de Abra Cultural, divididos en tres plantas, conviven una muy exclusiva barra de coctails (a cargo del bartender siciliano Alejandro Caia), una estación de café de especialidad atendida por la barista Erika Mereles, y un salón comedor con capacidad para 150 comensales repartidos entre la planta baja y un entrepiso. Hay también un patio interno (ideal para fumadores), un espacio para reuniones familiares o empresariales de unos 30 cubiertos, una encantadora biblioteca donde escapar del ruido del Centro a través de la lectura, y una muy espaciosa galería de arte, donde esta semana inauguró la muestra colectiva ‘Instante nebulosa’.
En el subsuelo, en tanto, el espacio generoso se abre a un auditorio para 270 personas, con escenario y lo último en tecnología de audio e iluminación. Y más atrás -porque todavía hay más-, un sector amplio donde en unos meses comenzará a construirse una cava que permitirá programar eventos allí dentro.
MEDITERRANEA
La cocina es de inspiración mediterránea del sur de Italia, con acento en pizzas y pastas, y está a cargo del chef ejecutivo Luigi Di Napoli. El hombre (nacido Luigi Iavarone, en Nápoles, precisamente) supo estar a cargo de ollas y sartenes en otros exclusivos emprendimientos gastronómicos, tanto en Buenos Aires como en Punta del Este. Sin embargo, no ha perdido la simpleza y recorre las mesas con genuino interés de recibir una devolución de los visitantes ante cada plato.
La bienvenida llega de la mano de un crocante pan de campo con berenjenas a la vinagreta y olivas verdes y negras en aceite, maridado con una limonada de ensueño. El frente vidriado del local le otorga luminosidad plena e invita a contemplar el trajín de porteños y turistas mientras se elige la entrada. Son nueve las opciones entre tradicionales y especiales. Deliciosa la Parmegiana Napoletana, hecha de finas capas de berenjena, tomate fileto, mozzarella, parmesano y albahaca. La sopa del día (de cebolla en este caso) también es merecedora de un diez. Y a esto hay que sumarle las ensaladas, que también son una buena opción como primer plato. La agridulce, con peras y manzanas caramelizadas, brotes verdes, queso gorgonzola, nueces y reducción de limón en crema, despierta los sentidos.
COCINAS
Lasañas, ñoquis y spaghettis se elaboran en una de las dos modernas cocinas con que cuenta Abra Cultural, la del subsuelo. La frescura de los ingredientes es el común denominador de las salsas: boloñesa, puttanesca, con vegetales o frutos de mar, entre más.
Las pizzas de estilo napolitano nacen a la vista del comensal en el centro del salón principal, antes de entrar en un horno Grimaldi especialmente traído de Italia que las entrega listas en apenas noventa segundos de cocción. Todos los ingredientes que se utilizan en su elaboración son importados de la Península (excepto la mozzarella), lo que garantiza la humedad característica de la auténtica pizza italiana.
Hay unas diez variantes, a cual más tentadora. La ‘del día’ conquista con tomate fresco (como casi todas), fetas de mortadela, ralladura de pistacho y el borde relleno con ricota. Sublime. Casi tanto como la bautizada Funghi e formaggi, con champiñones, portobellos, hongos porcini y un toque de aceite de trufas.
Sorprende una especial con doble cocción, frita en el inicio y terminada al horno (Doppia faccia), y otra más con jamón cocido, salame tipo nápoli, champiñones, mozzarella, parmesano y aceitunas negras (Capricciossa).
Hay asimismo opciones con carne vacuna (lomo con salsa de quesos italianos, entraña con pomodoro), pesca del día, conejo en salsa picante y cordero marinado en vino blanco, con las guarniciones habituales.
‘CANNOLO’
La carta de postres no es apta para indecisos: todas las opciones lucen tentadoras. Lo mejor entonces es optar por una degustación de dulces que combina, entre otros, el clásico tiramisú, cannolo siciliano relleno con pastelera o crema de ricota azucarada (imperdible), y crumble de manzanas y almendras. El cannolo con corazón de helado de limón también es una excelente propuesta para los golosos.
La velada transcurre amena, entre diálogos con el chef, reveladores de algunos de sus secretos, y la esmerada atención de las mozas y mozos, capaces de desmenuzar cada plato ante la avidez del público por descubrir sus atractivos.
Cada tanto (aunque no este mediodía de sábado), un saxofonista matiza la velada recreando melodías internacionales. Una buena excusa para volver a escucharlo, descubrir nuevos rincones de este edificio más que centenario y probar alguna otra de las especialidades de la casa.