Con la dolarización bajo el poncho

El primer dato de inflación cuya medición corresponde por completo a la gestión Milei fue del 20,6% en enero. Una cifra escandalosa para cualquier país ordenado del mundo, una leve e imperceptible baja en este tren fantasma que es la Argentina.

El número sirvió para que los libertarios pudieran golpearse el pecho y asegurar que su líder ha logrado que el proceso inflacionario ingrese en una espiral descendente, alejándose definitivamente del potencial escenario de una hiperinflación.

Con la economía totalmente liberada, el rubro Bienes y Servicios encabezó las subas con un aumento promedio del 44,4%, más que duplicando el índice general. También mostraron su perfil afilado Transporte (26,3%), Comunicación (25,1%), Recreación y Cultura (24%), Equipamiento y Mantenimiento del Hogar (22,3%) y Bebidas Alcohólicas y Tabaco (21%).

El 20,6% de inflación bajo el gobierno de Javier Milei -una variación interanual del 254,2%- abre un interrogante: ¿podrá consolidarse la tendencia a la baja en una economía donde aún resta por concretarse el aumento en las tarifas energéticas y el transporte?

Es dable pensar que, sin ningún plan económico sobre la mesa, librada la dinámica totalmente al arbitrio del mercado, la inflación no baje. Tal vez sea un error presentarlo de esta manera y justamente el plan sea que las fuerzas de la oferta y la demanda terminen por ordenar semejante desbarajuste.

Puede ser que al fin y al cabo funcione. El tema es cuántos quedarán en pie para verlo. Otra vez, y ya surge repetido, hay que desempolvar aquella frase de Keynes: “En el largo plazo todos estaremos muertos”.

PUNTOS DE VISTA

El tema divide aguas. Algunos expertos son optimistas en cuanto al porvenir. “Con datos hasta la segunda semana, proyectamos que el IPC nacional subirá 17,4% en febrero, lo que sería la segunda desaceleración consecutiva”, calculan en la Fundación Libertad y Progreso.

El economista Eugenio Marí consideró que “lo más importante es que no está habiendo una espiralización del proceso inflacionario. Y esto se debió a que el gobierno propuso un drástico cambio de rumbo. Como primera medida, apagó uno de los motores estructurales del proceso inflacionario: el financiamiento del gasto público con emisión. Esta es la principal ancla del programa actual, y será fundamental que se sostenga en el tiempo”.

La dinámica de licuación del gasto pega por debajo de la línea de flotación a los salarios, que no logran alcanzar -ni el Gobierno lo desea- el ritmo de los aumentos. La hoja de ruta libertaria es clara: la inflación caerá sólo a partir de una recesión profunda.

“Los salarios de la economía crecieron 8,9% mensual en diciembre. Más allá de la performance de los salarios del sector formal (9,0%) e informal (7,6%), los aumentos salariales no tuvieron comparación con la inflación de diciembre, que ascendió al 25,5%, sufriendo una caída de magnitud histórica: en diciembre los salarios sufrieron una pérdida mensual en términos reales del 13,2% en promedio (y -18,9% i.a.)”, recalca un informe de la consultora Ecolatina.

El paper subraya que “a lo largo del año la caída promedio del salario de la economía fue de -3,7%, marcando el sexto año consecutivo de pérdida del poder adquisitivo. El deterioro fue común a casi todos: los salarios del sector privado registrado cayeron -2,3% interanual en promedio, mientras que la baja llegó a -16,4% en promedio de los no registrados”.

Esto es lo que se esconde detrás del desplome de la cotización del dólar. En ejercicio de análisis rápido podría llevarnos a pensar que en un escenario de alta inflación la demanda de divisas sería sostenida, tanto en el mercado legal como en el ilegal. Y, sin embargo, el dólar baja. ¿La razón? Los ahorristas liquidan los billetes verdes para poder llegar a fin de mes.

REVOLUCION

Es bastante probable que la dinámica de inflación a la baja demore más de lo que el ajuste pueda sostenerse en el tiempo. Sin un plan clásico de estabilización, con la economía liberada y arrastrada por la marejada del mercado, no sería extraño que la gestión Milei, con o sin dólares, cumpla su promesa de dolarizar.

El cambio de régimen monetario fue su estandarte durante la campaña electoral y pese a que el escenario actual lo condiciona, el presidente parece no haber abandonado su sueño. En la semana una persona posteó en Twitter que “Argentina debe dolarizar. El plan económico debe tener elementos de irreversibilidad para que el mercado confíe”. A lo cual el propio Milei contestó: “COOOOOOORRECTO”.

El movimiento dolarizador es temido justamente por su supuesta irreversibilidad. El economista Jorge Carrera, exdirector del Banco Central, fue claro en un reportaje otorgado a La Política Online: “Están preparando el camino, en lugar del discurso de Milei en las Paso, que era voy a meter un tipo de cambio muy alto que es lo que necesito para cambiar todos los pesos de la economía, lo que han hecho en estos meses es destruir pesos a una velocidad espeluznante. La base monetaria actual es 10,1 billones, y era la misma que tenías el día que entregamos el gobierno. Tenés 60 días de inflación galopante y la base monetaria es la misma”.

Y añade que, tras una futura y más que probable nueva devaluación del peso, puede ocurrir que “en ese momento estemos en una situación muy caótica en que el tipo fugue hacia adelante y se intente una dolarización desordenada”.

Según el economista, Milei confesó: “La gente de Ecuador me pasó unos papeles que no pude leer, que dicen que estamos en condiciones con todo lo que compró el Banco Central de hacer la dolarización como la hicieron ellos”.

En el camino, el propio jefe de Estado acaba de recalcar que dado el ritmo de recomposición de las reservas internacionales del Banco Central -aproximadamente u$s 7.000 millones desde el día de la asunción libertaria-, el Fondo Monetario considera viable levantar el cepo cambiario en junio.

La idea de la dolarización late aún en la estrategia del gobierno. Será antes o será después pero es muy posible que se ejecute el movimiento.

Al momento del análisis urge nutrirse de todas las fuentes posibles. Es recomendable, también, consultar a los viejos maestros. El historiador económico Pablo Gerchunoff es uno de ellos. Hago míos algunos de sus conceptos porque a veces nos encontramos con personas que explican con mayor claridad buena parte de lo que nosotros mismos pretendemos expresar.

En un texto publicado en Eldiario.es, Gerchunoff recalcó que Milei “es alguien que vive una enorme tensión entre sus dogmas y las complejidades de la administración, a la que le resultó una sorpresa llegar”. Y que el ajuste era inevitable. Ordenar la economía iba a requerir “varios años de austeridad fiscal y de un tipo de cambio alto para exportar y acumular reservas, y eso quiere decir varios años de salarios reales bajos y pensiones reales bajas”.

“Los cuatro candidatos, no sólo Milei, le iban a pedir a una mayoría social algo que parece absurdo: una ética de la paciencia en uno de los países más impacientes de la tierra”, agrega. Y, además, “recuperar la confianza en una nueva moneda nacional que desplace al dólar”.

El camino es largo, dice Gerchunoff, y demanda disciplina. “Lo que más temo es que para Milei el resultado rápido se llame dolarización, la gran promesa popular-libertaria del siglo XXI a una sociedad desesperada, la promesa política que Milei repite incesantemente y sin la cual la realidad material del día a día se parece a un infierno”.

Añade, por último: “No dudo de que, cumpliendo esa promesa, Milei generaría una euforia intensa y transversal, una euforia que abarcaría desde el mundo de las finanzas hasta las barriadas populares. Dolarización es poder para Milei”.

Si el pase de magia finalmente ocurriera, la Argentina sería por completo distinta. Diferente al país que proyectó la Generación del ‘80, al que se fue descomponiendo con el correr de las décadas, al que vivieron -y también sufrieron- nuestros abuelos y padres. ¿Sería mejor? Probablemente no. Pero, en definitiva, ¿cuánto podríamos extrañar de todo esto?