Con el grupo Phil d’Or

Bellos diálogos barrocos

Telemann: Sonata en re menor, TWV 41:d4 y Triosonata en fa mayor, TWV 42:F3; Bach: Sonatas en re mayor y en sol mayor, BWV 1028 y 1039 y Toccata en mi menor, BWV 914; Bach-Telemann: Concierto en sol menor, BWV 985 y TWV 51:g1. Por: Phil d’Or. El sábado 23 en la Iglesia Luterana Húngara ‘La Cruz de Cristo’ (Amenábar 1767).

Es decididamente meritoria la labor que viene realizando Phil d’Or, elenco consagrado con la máxima seriedad y entusiasmo a la investigación, estudio y difusión del repertorio camarístico barroco. El sábado, el grupo ofreció un nuevo concierto consagrado esta vez a Telemann y a Bach en la austera Iglesia Luterana de Belgrano, y la velada se caracterizó desde ya por su rigor, su calidad musical y su jerarquía estilística.

Con la participación de José Luis Etcheverry (flautas dulces), Matías Targhetta (clave) y Federico Gianera (viola da gamba), la función tuvo como norte una suerte de coloquio entre los dos grandes compositores centroeuropeos del siglo XVIII, por añadidura muy vinculados entre sí. Georg Philipp Telemann (1681-1767) fue padrino de Carlos Felipe Emanuel Bach, el hijo mayor de Johann Sebastián (1685-1750), y la idea que orientó la jornada era exponer dos matrices creativas diferentes: una de inquebrantable solidez en sus elaboraciones contrapuntísticas, la otra de un melodismo rítmico de cautivante vuelo.

En esta dirección, y con el clavecín y la viola alternando en la conformación de un bellísimo bajo continuo, de ajuste perfecto, Etcheverry se destacó por la amplia y redonda sonoridad de su instrumento, Gianera debido a la armoniosa dulzura de sus deslizamientos y Targhetta se manejó con un lenguaje de depurada estructura, por completo exento de puntos débiles.

AMPLIO ESPECTRO

Las obras ejecutadas no fueron por cierto las más conocidas de sus autores. Las Sonatas de Telemann, con sus influencias sobre todo francesas, fueron vertidas con impecables acentuaciones, gráciles ornamentaciones y limpios dibujos, en un marco en el que cobraron relevancia la destreza expresiva y el cromatismo envolvente de la flauta, siempre en un contexto de apropiado equilibrio conjunto.

En cuanto a las piezas de su amigo y rival Bach, de otra complexión en sus ricas inversiones y variaciones secuenciales, cierto elemento cantabile sobresalió en la Sonata BWV 1028, de elocuente exposición en el primer allegro, mientras que la Toccata BWV 914, sólo para clavecín (inserta en un ciclo de siete) fue vertida con discurso severo y concentrado, y mecanismo infalible, que permitió oír sus diáfanas voces polifónicas. En lo que hace a la Sonata BWV 1039, la edición que se tradujo fue una amalgama con la anterior BWV 1027 a efectos de incluir a los tres instrumentos; las líneas fueron esbeltas, esmaltadas, bien ponderadas en su interacción. 

En este ir y venir estuvo también el Concierto para violín y orquesta en sol menor, de Bach (BWV 985, perteneciente a una serie de dieciséis), adaptado para clave y atribuido asimismo a Telemann, o reelaborado por éste. Targhetta se distinguió en este trabajo, en el que el adagio sirve de puente a los dos movidos allegros, en función de la nitidez de sus acordes, su acabada tersura métrica, el dominio de las respiraciones y cadencias de las distintas líneas entrelazadas.

Calificación: Muy bueno