¿Cómo no se nos ocurrió: Nestorlandia?

Las increíbles andanzas de Noursoultan Nazarbaiev, "Padre de la Nación" de Kazajastán

En Asia central existe una república inmensamente rica en materia de hidrocarburos, con una enorme extensión de tierra. Con un tamaño parecido al de Europa Occidental. Durante tres décadas, desde el colapso del comunismo, esa nación, Kazajastán, ha estado gobernada por un hombre, Noursoultan Nazarbaiev.

Con mano de hierro. Tras su larga permanencia en el poder ese hombre, que durante la era soviética fuera el Primer Secretario del Partido Comunista local, finalmente acaba de dar un condicionado paso al costado, fundamentalmente por razones de edad. Fue reemplazado por un presidente interino, que obviamente le es totalmente sumiso. Al menos por ahora.

Como sucediera entre nosotros a la muerte de Néstor Kirchner, el retiro de la política del dirigente kazako generó una monumental ola de bautismos de plazas, autopistas, avenidas y toda suerte de lugares que hoy llevan el nombre del ahora presidente retirado. 

Pero en Asia tuvieron una idea que no se nos ocurrió en la Argentina. Cambiar el nombre de la capital, Astana, por Noursoultan, que recuerda el primer nombre del ahora dirigente kasako retirado. 

Así se pudo haber sugerido que la ciudad de Buenos Aires pasase a llamarse: Néstor City, o Nestorlandia, o Ciudad-Néstor. O Villa Cristina. Pero a ninguno se le ocurrió. La idea queda entonces reservada para el futuro. Habrá seguramente otras oportunidades.

INDISCUTIBLE

El mencionado Nazarbaiev se mantuvo firme en lo más alto del poder kasako desde 1991. Fue reelecto presidente cuatro veces seguidas. Siempre por una mayoría fenomenal e indiscutible. 
Durante tres décadas tuvo al país absolutamente en sus manos, empujando a un rincón a todos quienes fueran sus opositores. Controló los medios de difusión masiva y vivió con una prensa que sólo estaba dispuesta a alabarlo, nunca a criticarlo. 

Hoy, a los 78 años, ha renunciado al mandato presidencial. Pero mantiene algunas cartas importantes en sus manos. Primero, su hija ha sido designada presidente del Senado. ƒl mismo fue designado miembro del Consejo de Seguridad del país, desde donde se asegurará que su retiro sea calmo y progresivo. Gradual, entonces. 

Mientras tanto, fue también designado Padre de la nación, lo que le garantiza total inmunidad frente al Poder Judicial y permanente cercanía con las principales decisiones de gobierno. Muy particularmente, en materia estratégica. 

El nuevo presidente interino ha sido previamente presidente del Senado kasako. Doña Dariga seguirá su camino y será, en más, presidente del Senado, con la seguridad de que en algún momento llegará a lo más alto del poder en Kazajastán. Sin mayores problemas, supone. Y puede bien estar en lo correcto.

EL LEGADO

El legado de Nazarbaiev -que ya tiene 78 años- no es menor. Es ciertamente el Padre de su país y el forjador de su identidad, lo que seguramente no fue una tarea simple, dada la pluralidad de etnias que lo componen. Pero está hecha.

En una región turbulenta, pudo conducirla con un mínimo positivo de estabilidad y hacerla crecer. También fue capaz de edificar relaciones provechosas con dos vecinos bien complejos: China y Rusia. Pero la corrupción es extendida y las instituciones débiles, lo que no es sorpresivo luego de un régimen fuertemente personalista.

Al ser bastante dependiente del precio internacional del petróleo crudo, la economía kazaka gana y pierde nivel de vida en función de su evolución. Como muchas otras. Pero es un tema aún a resolver, por el camino no transitado de la diversificación.

Además de pertenecer al mencionado Consejo de Seguridad, Nazarbaiev seguirá conduciendo al Partido Comunista local y al Fondo de Bienestar Social. Controlará así las decisiones más importantes que deberán tomarse en el futuro. Sin ser responsable de aquellas que tienen que ver con el día a día. Incluyendo el capítulo de la política exterior, por cierto.

A diferencia de lo sucedido en Uzbekistán tras la muerte de su presidente, Islam Karinov, Nazarbaiev ha edificado un esquema que procura asegurar la continuidad y evitar cambios dramáticos o radicales de rumbo para su país. La transición desde un país gobernado férreamente a uno menos centralizado, cuando de ejercer el poder se trata, apunta a ser suave. Sus propuestas recuerdan enseguida al esquema diseñado en Singapur por el también Padre de ese país, Lee Kuan Yew, que funcionó razonablemente bien.

Ocurre, sin embargo, que el paso al costado de Nazarbaiev tentará previsiblemente a otros personajes de la elite local, con ideas y proyectos propios. Por esto, garantizar la estabilidad post mortem es siempre para los dictadores un proyecto repleto de impredecibles eventualidades. Aún en Kazajastán. El fuerte crecimiento de la economía kasaka registrado entre el 2000 y el 2006 difícilmente se repita en el corto plazo. Y el notable Nazarbaiev -que gobernó el país por espacio de tres décadas- lo sabe bien. La transición hacia el futuro ha comenzado. Con un perfil que luce más anclado en el este que en el oeste del país.

Lo cierto es que Kazajastán, bajo la conducción de Nazarbaiev, pudo evitar que, a la caída del imperio soviético, su país tuviera, como sucedió en Tajikistán, una cruenta guerra civil. O una tiranía casi diabólica, como Uzbekistán en tiempos de Islam Karimov. O el flagelo del culto a la personalidad que se instalara en Turkmenistán.

En cambio, parecería que el nepotismo no ha podido evitarse en Kazajastán. Como ha sucedido también en Azerbaijan, con la familia Aliyev. O en Bielorrusia, donde el autoritario Alexander Lukashenko está preparando a su delfín, que aparentemente podría ser su tercer hijo, de apenas catorce años de edad. La aparición en el medio de la escena política kasaka de Dariga Nazarbaiev así parece confirmarlo: también hay nepotismo en Kazajastán.