Comedia tierna en un entorno de marginados

Kiki

Por Verónica Langer

Paradiso. 80 páginas

 

Una obra tierna, escrita con tono humorístico y personajes atravesados por trastornos de salud mental es Kiki, la primera novela de Verónica Langer, actriz y dramaturga argentina que lleva décadas triunfando en México.

La historia transcurre en 1965 en algún lugar de la Argentina. Se presenta con la forma del diario personal que lleva Aurelio Hernández, ex paciente y ahora cuidador de un centro neropsiquiátrico (“la colonia”). Bajo su ala tiene a un puñado de pacientes, entre ellos Kiki, un chico mudo con el que Hernández se encariña y al que trata como a un hermano menor o a un hijo.

Aurelio, quien sigue sufriendo alucinaciones y está medicado, vive algunas módicas aventuras con el pequeño rebaño que le toca pastorear (“las larvas”). No disfruta el trabajo en “la colonia” pero lo soporta por las horas que pasa con Kiki y los demás.

En el mundo exterior el resarcimiento le llega a través de Dominga, una prostituta comprensiva a la que frecuenta en el burdel del pueblo. El pequeño drama del argumento, con algo de paso de comedia y juego de enredos, también la implicará a ella.

Hija de destacados médicos y psicólogos de origen austríaco, Langer emigró a México en 1975 en la época de la violencia que desgarraba al país. Un año antes se había exiliado su madre, Marie Langer, fundadora y después presidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina, además de militante comunista y pionera del feminismo local.

Parte de ese trasfondo profesional y cultural recorre la novela. Su reflejo alcanza a percibirse en las pocas pinceladas que trazan el retrato del propio Kiki, de sus padres y hermanos.