La mirada global

China incumple los compromisos asumidos respecto de Hong-Kong

Cuando Gran Bretaña, en 1997, devolviera efectivamente a China la soberanía sobre el territorio de Hong-Kong, quedó claro que se respetaría lo que entonces se denominó como el principio de “un país, dos sistemas”.

La idea obvia era la de tratar de preservar las importantes libertades personales de las que gozaban quienes entonces residían en Hong-Kong, protegiéndolas hasta el año 2.047. Ellas no existían, en cambio, en el resto de China.

Ello no obstante, lo efectivamente sucedido desde entonces en el plano de la realidad, ha sido diferente. Sin respetar los compromisos asumidos de cara al mundo entero, China ha encarcelado a docenas de líderes opositores, por el mero “delito” de disentir.

Y los mantiene cruelmente encerrados, de modo de sacarlos del escenario político y, al propio tiempo, enviar a todos el mensaje de que Hong-Kong no tiene un trato distinto que el resto de China, donde el Partido Comunista Chino -que, por definición, no se equivoca nunca- es el único y absoluto “dueño de la verdad”.

Sólo quienes aceptan -sin recortes, ni excepciones- el liderazgo del Partido Comunista Chino son llamados: “patriotas”. Los demás no existen.

El objetivo estratégico perseguido hoy por China con la arbitrariedad antes descripta es indiscutible: la búsqueda de una cuota -hasta ahora esquiva- de “legitimidad”. Pero así, incumpliendo abiertamente la palabra empeñada ante el mundo está claro que esa legitimidad no se alcanza. De ninguna manera.

Por esto, todavía suenan los reclamos vibrantes de las multitudinarias protestas que alimentaron las sorpresivas manifestaciones populares callejeras del año 2019, que en cualquier momento, está claro, podrían volver a encenderse. Hasta por el motivo circunstancial más pueril.

Hay ancianos transformados ahora en “cartoneros”, recorriendo las calles con sus carritos para recoger el cartón de la basura y poder venderlo por unos 7 dólares por día, para poder comer dos veces en cada dura jornada. La pobreza ha crecido, especialmente entre los ancianos. Triste consecuencia de la llegada del comunismo chino.

El descontento popular es grande y evidente, pese a que China ha criminalizado severamente el discurso disidente, en todo Hong-Kong. Desterrado a la palabra, entonces. Y a las opiniones distintas y a las ideas, específicamente. A la diversidad, en dos palabras. Manteniendo a los dirigentes “disidentes” encarcelados u obligándolos a tener que exiliarse, para poder seguir siendo libres. A lo que se acompaña con la supresión completa de las libertades de opinión y de prensa.

Con la imposición de su “pensamiento único”, en consecuencia. Que incluye hasta la pretensión de tratar de silenciar a los medios que tienen presencia internacional, como lo atestigua el reciente “encontronazo” de las autoridades chinas con el “Wall Street Journal”, con motivo de una punzante editorial del referido y respetado medio norteamericano, que las autoridades chinas rechazaran, con una tan insolente, como caprichosa, “indignación”.

Adiós, entonces, al enorme y atractivo paraíso de la libertad que Hong-Kong edificara en su esfuerzo por respetar a todos sus habitantes y a todas las ideas que algunos de nosotros hemos conocido, antes de la “reunificación” de Hong-Kong con China.

La notable “estabilidad” de la que Hong-Kong por años gozara ha sido dañada. Irremediablemente. La confianza en su futuro, también. Para el “clima” local de negocios y los muchos inversores extranjeros que allí operan, ello es malo, desde que proyecta una enorme cuota de desconfianza e incertidumbre.

El tema no es, para nada, una cuestión menor y se refleja, como era de esperar, en la cuota de inestabilidad que el mismo genera, en virtud de la cual hoy tan sólo un escuálido 37% de los residentes de Hong-Kong aprueban la situación política en la que viven. El resto “flota”, resignadamente.

Lo que coincide con que nada menos que unos mil descontentos “hong-koneses”, por día, alimentan constantemente lo que parece ser una imparable ola que materializa una suerte de éxodo permanente. Particularmente hacia Gran Bretaña, a cuyo clima de gran libertad personal muchos de quienes de pronto dejan atrás a Hong-Kong procuran incorporarse.

Hasta el mismo sistema electoral actual en Hong-Kong es una suerte de “cerrojo” más. Se vota por el Partido Único (El Comunista) o no se vota. No hay “opciones”.

Por esto se esperaba que la concurrencia a las urnas en la pasada elección fuera realmente baja. En el año 2.000, ella fue de apenas un 43,6%. Y así fue otra vez, muy baja, en señal de escepticismo. No votaron unas 4.5 millones de personas que estaban en condiciones de hacerlo.

Se eligió así al 22% de los miembros del Consejo Legislativo local, una suerte de pequeño parlamento de la ciudad. Los candidatos a integrarlo debieron ser previamente investigados y aprobados, uno a uno, por el gobierno central chino. Para que no hubiera, de pronto, legisladores que no fueran mansos y disciplinados “seguidores” de las instrucciones que llegan desde el Partido Comunista de China.

Para los nacidos antes de 1997 se elaboró una opción interesante que hasta ahora ha sido respetada: la de poder residir por un plazo de cinco años en Gran Bretaña y, luego de ello, estar en condiciones de elegir quedarse allí, para siempre. Lo que, con frecuencia, no es una decisión fácil de tomar.

Lo que sucede en Hong-Kong es, como queda visto, una historia bien triste, prolijamente construida. China hasta acaba de hacer remover una estatua que, en la Universidad de Hong Kong, recordaba lo sucedido en la Plaza Tiananmen.

Para muchos, debe haber sido una tragedia vital. Que revela cuan intransigente es, en los temas políticos centrales, el siempre Partido Comunista Chino. Como para que nadie se engañe sobre su personalidad, absolutamente arbitraria.

Cuando la ambiciosa China de nuestros días no oculta, en modo alguno, sus pretensiones hegemónicas, la lamentable historia de lo sucedido concretamente con los habitantes de Hong-Kong en materia electoral no puede dejar de ser tenida en cuenta. Porque está a la vista de todos. Como dirían nuestros jóvenes, porque: “es lo que hay”. Y es así. Inútil engañarse.

Lo cierto es que China tiene, cada vez más, una voz potente en el mundo. Es el país que más préstamos bilaterales mantiene, lo que no debe sorprender desde que hoy China es titular de un quinto de la economía global. En las Naciones Unidas hoy China contribuye con el 12% de los recursos. Hace sólo dos décadas, esa contribución era del 1%. Lo que testimonia el fenomenal éxito chino en sus esfuerzos de crecimiento.

En materia de política exterior, no se puede olvidar la cuestión de Taiwán, no resuelta todavía. Este año, China aumentó significativamente sus las intimidaciones militares a Taiwán, especialmente con aviones de bombardeo de última generación. Hablamos de nada menos que 672 vuelos militares no autorizados realizados en el espacio aéreo taiwanés. Más de dos por día, en consecuencia. La amenaza es permanente. Para el Ministerio de Defensa de Taiwán, la invasión militar del país comunista es tan sólo una mera cuestión de tiempo, que se materializaría, sostiene, en el año 2025.