LA MIRADA GLOBAL

China generó en torno a Taiwán la situación más riesgosa en 40 años

Una cada vez más asertiva y ciertamente amenazadora China ha comenzado a intimidar militarmente –con frecuencia- a la floreciente isla de Taiwán.

Lo hace con oleadas reiteradas de modernos aviones militares, de todo tipo, incluyendo bombarderos, sobrevolando intimidatoriamente muy cerca del límite del espacio aéreo particular de Taiwán, el de las 12 millas náuticas. Una y otra vez.

Esto sucede pese a que, en el capítulo de la actividad económica privada, lo cierto es que cada vez China y Taiwán están más unificadas. Operando habitualmente como si se tratara de un solo mercado.

Taiwán es, cabe destacar, a diferencia de China, una justificadamente orgullosa, eficiente y ejemplar democracia, que lleva ya unos setenta años de constante progreso y consolidación. 

En ese sentido, su realidad es un éxito, absolutamente indiscutible. Allí, las libertades individuales se respetan, a rajatabla. Las de todos por igual. 

En China, en cambio, ese no es, para nada, el caso, desde que todo es autoritarismo, en su estado más puro. Manda siempre el todopoderoso Partido Comunista de China. Exclusivamente. Sin contrapesos democráticos, de ningún tipo. Y sin disidencias posibles.

Taiwán  es hoy un Estado independiente y hasta tiene una Constitución liberal propia; pero China considera a la isla como una “parte de su propio territorio”. Sometida, según China, a su soberanía.  Parte de China, entonces. Lo cierto es que China la administró efectivamente tan sólo entre 1683 y 1895. 

La juventud de Taiwán, esto es su futuro, rechaza muy mayoritariamente la insistente presión de China por incorporar a Taiwán a su integridad territorial y sostiene mayoritariamente a su propio gobierno, encabezado en la actualidad por Tasi Ing-wen, quien afirma –corajuda y rotundamente- que “no retrocederá un solo centímetro, cuando de soberanía e independencia se trate”. 

China, no obstante, insiste en llamar a Taiwán como una “provincia” más suya, aunque “separada”. Pero sólo por el momento. 

Los taiwaneses, cabe recordar, sostienen asimismo que son “distintos” y que su población tiene identidad propia, o sea que no es de la etnia mayoritaria en China, la de los “han”. Sino que ella deriva de los llamados “Hoklo”, provenientes originariamente de Fujian y de los denominados “Hakka”, originarios -en cambio- de Guandong. 

China, alarmada por la posición mayoritaria de los habitantes de Taiwán, sancionó una ley “antisecesión” en el año 2004 y reclama, insistentemente y para sí, la soberanía exclusiva sobre la isla. Con independencia absoluta del origen de sus habitantes, a los que no tiene demasiado en cuenta.

Taiwán acaba de solicitar ser considerado como miembro pleno del “Acuerdo de Libre Comercio del Trans-Pacífico”, lo que parece haber impulsado a China a aumentar significativamente su cada vez más ostensible presión militar sobre la atractiva isla y su pueblo. 

Es realmente imposible saber si se trata de apenas un bien desagradable bluff de China, que ya es una impresionante potencia militar o, en cambio, de una advertencia militar tan genuina, como peligrosa.

Estamos frente a un posible conflicto de gran intensidad que, de producirse seguramente terminará con Taiwán dentro de China e integrado y asimilado políticamente a ella. Quizás con una suerte de régimen particular en materia de libertades personales propio, similar al de Hong Kong, que China ha reducido a muy poco, en violación abierta de los compromisos asumidos expresamente con la población local al tiempo de hacerse nuevamente cargo de Hong Kong.

Visiblemente preocupado por la peligrosa situación que su país vive, el Ministro de Defensa de Taiwan, Chin Kuo-cheng, sostiene -a la manera de una suerte de “alerta temprana”- que China estará militarmente “lista” para invadir a Taiwan -agresivamente, aunque al menor “costo” posible para ella- recién en el año 2025. Muy pronto, entonces. 

Preparativos bélicos

Mientras tanto, en el plano militar, China continúa preparándose constantemente para hacerlo, intimidando abiertamente a Taiwan y al propio tiempo, sembrando nerviosismo entre todos aquellos para quienes esa invasión debiera evitarse. Incluyendo a los Estados Unidos, que ya está entrenando activamente a las aún poco sustanciales fuerzas de defensa de Taiwán para tratar de resistir una eventual invasión militar china.

 

Así China está generando -y manteniendo- la situación más peligrosa en torno a Taiwan de los últimos 40 años. Reforzando constante y aceleradamente, año tras año, su enorme presupuesto de defensa y acelerando los preparativos para una previsible invasión militar que, vista desde la actual realidad, parecería bastante difícil de evitar y que hasta podría ocurrir antes la fecha “ideal” prevista por las autoridades de Taiwan, antes mencionada.

Para los esforzados y ejemplares habitantes de Taiwán, la situación es cada vez más preocupante. La amenaza militar china es real y crece velozmente. Ellos han creado, trabajosamente, un país notable, en el que se respetan siempre las libertades individuales. Y no van a renunciar a ellas. Las van a defender. 

Vientos de guerra

Ante las crecientes intimidaciones chinas los taiwaneses se están, a la fuerza, acostumbrando a ver pasar, por sus calles y carreteras, pertrechos militares cada vez más modernos e inconfundibles y saben que los militares de los Estados Unidos están entrenando a sus militares, en la propia isla, para responder a una eventual invasión china, alternativa que ha dejado de ser una posibilidad lejana o una mera eventualidad teórica, para transformare en una pesadilla. Indeseable, pero que cada vez luce como más concreta. 

Desde China, la reiteración y el aumento de las amenazas e intimidaciones sólo confirma un temor que es, naturalmente, comprensible y que no deja de ensombrecer aceleradamente la dura imagen externa que China proyecta, que cada día aparece como más negativa. Por abiertamente autoritaria. Y por evidenciar que China procura, cada vez con mayor claridad, consolidar una política que apunta a obtener una posición de hegemonía y preeminencia en el mundo. Con un presunto “modelo” exportable, de espaldas a la libertad.

De una preocupación china por generar ante el resto del mundo alguna cuota de empatía, no parece haber nada. Más bien, absolutamente nada.