El rincón del historiador

Carlos VII en Buenos Aires

Es sabido que la apoteosis de los festejos del Centenario en estas tierras, más allá de las decenas de delegaciones extranjeras, la constituyó la aparición de María Isabel Francisca Asís de Borbón, "La Chata", primogénita de Isabel II, y tía del joven rey español Alfonso XIII.

Juan Archibaldo Lanús en "Aquel Apogeo: Política internacional argentina (1910 - 1939)" (2001), relató su arribo "con el famoso sombrero de plumas marrones que las fotografías inmortalizaron, la "multitud enardecida" gritada "viva la Argentina", "viva España", "viva Alfonso XIII", mientras el presidente de la República acompañaba a la Infanta, desde el puerto a la Casa Rosada, en un "landau" de cuatro caballos con postillones de librea celeste y blanca seguido por los nueve coches más que integraban el cortejo. En la Casa de Gobierno... la Infanta salió al balcón para saludar a una muchedumbre que continuaba eufórica".

Pero años antes hubo una visita igual de significativa de un aspirante al trono español: Carlos de Borbón y Austria -Este, "Duque de Madrid" y "Conde de la Alcarria", pretendiente carlista a la corona española, bajo el nombre de Carlos VII. Hijo de Juan de Borbón y Braganza, y de María Beatriz de Austria- Este, fue el referente del sector borbónico que no reconocía la rama regia que dominaba España.

Tras la muerte de Fernando VII en 1833, golpe de Estado de los liberales mediante un año antes, subió al trono su hija Isabel II, con la regencia de su madre María Cristina, logrando un acuerdo con los liberales, que fue denunciado por Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII y tío de Isabel II, proclamándose éste como legítimo sucesor.

La causa de Don Carlos nucleó a diversos sectores que se denominaron "carlistas", caracterizándose por su perfil tradicionalista y legitimista, opuesto al liberalismo secular y masónico que abrazaban el gobierno español, amparado por la corona de Isabel II y su madre. La vuelta al antigua régimen, el reinado social del catolicismo y el lema "Dios, Patria, Rey", al que se le adocenó "Fueros", ejemplifica un movimiento popular, fuerte en el campesinado y el clero de Navarra y las Provincias Vascongadas (Euskadi).

GUERRAS CARLISTAS

Las disputas se materializan en tres guerras carlistas, la primera en 1833, acaudillada por el general Tomas de Zumalacárregui, culminando luego de siete años con el triunfo liberal en 1840. La segunda se desarrolló de 1846 a 1849, con la derrota de la comunión tradicionalista; siendo la tercera, de 1872 a 1876, la derrota definitiva de los carlistas. En esta última conflagración, contra la monarquía liberal de Amadeo I y luego contra la Primera República y el hijo de Isabel II, el rey Alfonso XII, el líder militar carlista sería el propio Carlos VII. Si bien los carlistas dominaron Navarra, las Provincias Vascongadas, y parte de Aragón y Cataluña, fueron derrotados militarmente y el pretendiente al trono debió exiliarse a Francia y posteriormente en el Reino Unido.

En su ostracismo Carlos VII tuvo contacto con las casas reales de Rumania y Rusia, reorganizó políticamente a la Comunión Tradicionalista, y por 1886 llevó un viaje por el continente americano, por el que arribó al año siguiente, al Río de la Plata.

Bernardo Lozier Almazán, en "Presencia Carlista en Buenos Aires" (2002), refirió que: "emprendió un largo periplo por la América española, visitando la isla de Jamaica, Panamá, descendiendo por el Pacífico hasta el Perú, Chile, para, cruzando por el Estrecho de Magallanes, arribar a Montevideo el 5 de agosto de 1887, donde fue recibido por gran cantidad de emigrados carlistas. .. En la madrugada del 9 de agosto hacía su arribo al muelle de Santa Catalina de la Ciudad de Buenos Aires el vapor Saturno, conduciendo a Don Carlos VII acompañado por un pequeño séquito. Fue recibido por el rector del Seminario Conciliar, Pbro. José José Saderra, el padre Chapo, superior de la Compañía de Jesús, y los señores Pedro de Iniesta y Urbano Valdés Pajares, ex combatientes que habían luchado bajo su bandera, "Por Dios, por la Patria y el Rey". Una vez en tierra, saludado por unos quinientos carlistas emigrados, tomo un carruaje... hasta el Grand Hotel, ubicado en la esquina de las actuales calles Rivadavia y Florida. Poco después se dirigió caminando hasta la cercana Iglesia Catedral, donde fue saludado por el arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Federico Aneiros, mientras el tempo se veía invadido por la gran cantidad de simpatizantes".

PROYECTO CATOLICO

Si el exilio de Don Carlos significó para sus seguidores una derrota de su proyecto político católico, casi en paralelo se podría equiparar lo que sucedía en estas latitudes. Cito mi texto sobre el nacionalismo católico en "La Otra Historia" de Pacho O" Donnell (ed.) (2012): "Las disputas entre liberales y católicos en nuestro país arreciaron, algunas ya se habían librado en la Superintendencia de Educación, bajo la conducción de Sarmiento, como así también en el Congreso Pedagógico de 1882, y en el Congreso Nacional con los ásperos debates de 1883 y 1884". Este último año fue clave durante la administración del presidente Julio A. Roca, ya que se sancionó la ley 1420 de educación laica, y la ley 1565 que estableció el Registro Civil. "La avanzada laica tuvo su cenit con la posterior sanción del matrimonio civil en 1888, con fuertes enfrentamientos con el sector católico".

La presencia de un referente de la lucha católica contra el liberalismo fue muy bien recibido por religiosos y dirigentes del Club Católico, de Félix Frías, como José Manuel Estrada, Pedro Goyena, y Emilio Lamarca, entre otros, aunque para las autoridades oficiales Carlos VII tampoco pasó desapercibido.
"Por la noche -el mismo día de su arribo, según Lozier Almazán- concurrió a una velada en el Teatro Colón para presenciar la ópera "La Gioconda" de Ponchielli, invitado por el presidente de la Nación, Miguel Juárez Célman, quien puso a su disposición el Palco presidencial, acompañando a Don Carlos durante la representación teatral. Pocos días después, invitado por don Leonardo Pereyra a su estancia San Juan, Carlos VII se trasladó a la misma en un tren especial. acompañado por su séquito y un grupo de amigos, entre los que se encontraba el doctor Carlos Pellegrini, a la sazón Vicepresidente de la Nación".

La peculiaridad no sólo se dio en que las máximas autoridades nacionales acompañasen a un referente político católico, luego de la disputa con la Iglesia por las medidas laicistas del roquismo, sino que se agasajó a un pretendiente al trono español, teniendo nuestro país relaciones diplomáticas con España y reconociendo al gobierno legítimo peninsular, el mismo que había derrotado por las armas a Don Carlos y al carlismo, los cuales señalaron su perplejidad por los honores dispensados por el Ejecutivo nacional.

Carlos VII, en tanto, visitó La Plata, se reunió con el gobernador bonaerense Máximo Paz, recibió variados homenajes, visitó -por expreso deseo- la ciudad de Córdoba, y, en su último día en la capital porteña se reunió con destacados dirigentes, desde Pellegrini, hasta Bartolomé Mitre y Vedia, hijo del general, despidiéndose el 24 de agosto, llevándose un imborrable recuerdo de esta región y su pueblo.

Sea por la curiosidad de estar cerca de un noble europeo o por reafirmar la idea de una laicidad conciliadora integrada por aquellos hombres de la Generación del "80 ya triunfantes en la imposición de sus medidas modernizantes, que buscaron conciliar con la Iglesia, el acercamiento a Don Carlos pudo, sin embargo, deparar en una protesta formal del gobierno español que, sin embargo, no pasó a mayores.

Para los carlistas exiliados fue la oportunidad de estar cerca de su líder, expresándole su total adhesión, mientras que para los católicos locales fue tener una figura de sostén frente al avance laicista, el cual fue irrefrenable, tal como lo demostró la sanción de la ley 2393 de matrimonio civil en 1888, entrado en vigencia el 1 de noviembre de 1889.